Si usted no ha leído el “Rey del Cash”, no se desgaste. Además de la falta de rigor periodístico, el texto deja mucho que desear a nivel lógico-argumentativo. Por decirlo sin sutilezas, se trata de un compilado de acusaciones viejas y obviedades.

Me parece que el “escándalo” del que parte, surge de la formación mental con la que la derecha del mundo globalizado ha tratado de imponernos una ética económica que únicamente beneficia a bancos: la idea de que utilizar efectivo es necesariamente delictivo o ilícito. Varios tuits han comparado a López Obrador con vendedores ambulantes y personas dedicadas al comercio informal. Los escandalizados son exactamente los mismos opositores que por dos sexenios cuestionaron las fuentes de financiamiento del movimiento; los mismos que blanquean sus ingresos millonarios con contratos entregados en finos esquemas de saqueo, como el de la Estafa Maestra; se ofenden aquellos que, en sus empresas y vida cotidiana, contratan a los mejores fiscalistas para pagar muy pocos impuestos haciendo hasta lo prohibido, como comprar facturas o simular servicios; se paran de pestañas los de la moral intachable que gasta miles de pesos en antros con efectivo para no dejar huella en sus tarjetas de los consumos que tienen; esos que en sus presumibles empresas formales, privilegian el pago en efectivo y probablemente por ello, me atrevo a anticipar es estrepitoso fracaso del famoso libro.

Fracaso en los términos de lo que su autora pretendía: cismar a la 4T, abrir una causa penal suficiente contra AMLO, “desmentir” lo que sea que la periodista Elena Chávez pensara que debía desmentir (¿La honestidad de alguien que honestamente se ha opuesto a los contratos, pago de comisiones bancarias y nóminas de aviadores?).

Probablemente, su mejor apuesta habrá sido el exitoso marketing que le dará regalías suficientes para que no necesite más cash por unos años. No pienso caer en la misógina crítica de que haya escrito desde el despecho o el dolor de la ruptura con César Yáñez, uno de los hombres de confianza que probablemente, habrá compartido con ella episodios que él pudo vivir acompañando a López Obrador.

Algo que destaca es la ausencia de Yáñez en la vida cotidiana de la autora y lo que ella ha recordado sobre los momentos de encuentro tras largos tiempos de no mirarse. Después de todo, el relato testimonial de lo que su pareja vivió me parece que le habrá servido como un desahogo del que ahora, todos los lectores somos parte. Contó la película alguien que no fue espectadora. Menos personaje.

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En el ideario de la izquierda y el pueblo, el “escándalo” no es escándalo. La mitad de los supuestos miles de pesos entregados a López Obrador nunca se tradujeron en que el presidente fuera banal o despilfarrara en ropa, autos, alcohol, lujos o cualquier cosa criticable que sí han hecho sus antecesores (con dinero público, pero con transferencias bancarias millonarias del erario, como les gusta a los indignados).

Tanto se enfrascó el libro del mes en llegar a los privilegiados de las redes sociales, que tanto la autora como el equipo olvidaron a los 56.5% de la población mexicana que trabaja en la informalidad. Cerca de 32.2 millones de mexicanos viven igual que AMLO vivió antes de estar en la nómina de los cargos: de cash. Y antes de recibir sus molestias porque ellos “no pagan impuestos” o “son competencia desleal”, como afirman empresarios, diré que en términos del ánimo popular, bastantes de los “informales” entregaron pequeñas cuotas, desde 10 pesos, cuando Morena era todavía movimiento y durante el proceso de su constitución.

Ojalá que la autora se comprometiera con el periodismo y comenzara a investigar en los sitios donde se encuentra el verdadero “Rey del Cash”, que se llama Francisco Cabeza de Vaca. Ojalá que siguiera las redes tejidas con Roberto Gil Zuarth y sus negocios al amparo del narco-estado en Tamaulipas y el financiamiento a Latinus, también “en cash”. Ojalá se atreviera a investigar la ruta del dinero que salió para tantos montajes, como el que ahora ella misma trata de imponer, y que, gracias a la falta de solidez, se cae antes de la página 67. Al menos, sería mucho más interesante que ejerciera su capacidad de investigación para rastrear a los columnistas que han recibido dinero de las redes del calderonato para construir otros mitos.

De paso, valdría la pena que no se desanime porque ya encontró la fórmula: titulares morbosos y prólogos sugerentes. Best Seller perfecto.

Por cierto

Elena Chávez tiene todo para convertirse en la próxima Lilly Téllez: navegantes de la bandera del periodismo (desde el privilegio); acogidas en Morena y militantes de un movimiento al que, por agenda personal, les convino traicionar; mujeres que gozaron de la amplia confianza de la izquierda que ahora tanto desprecian y también, poseedoras de una lengua filosa que no repara en buscar verdades o guardar convicciones, que simplemente, siembra odio y distribuye mentiras.

Al menos, la Senadora es una buena gritona y muy mala política, que ni del respeto más básico sabe. Javier Lozano tuvo que darle cátedra ante sus comentarios discriminatorios y cargados de odio contra Citlalli Hernández, algo que ya es excesivo. Igual, la periodista Chávez podrá alzar la mano pues con la incapacidad de Acción Nacional para tener agenda propia, la chamba desinteresada le podrá garantizar un lugar en la lista. Touché.

Twitter: @FridaFerminita