Indirectamente, solo indirectamente. Esto es, antes de ser asesinado Luis Donaldo no leía —no de modo directo— sobre la fundadora, con san Francisco de Asís, en 1212, de la llamada segunda orden de san Francisco o hermanas pobres de santa Clara, también conocidas como monjas clarisas. Pero sí, evidentemente, en la novela sobre Voltaire que el candidato sacrificado estaba terminando de leer, bien entendida esa obra, resulta posible encontrar una importante referencia a santa Chiara d’Assisi. Trataré de explicarme.

Una novela relacionada con Voltaire, del español Fernando Savater, fue el último libro que Luis Donaldo Colosio Murrieta leyó. Me consta, lo hablé con él días antes del magnicidio, en una breve caminata en cierta localidad de Michoacán.

En El jardín de las dudas el autor, naturalmente, cita bastante a quien quizá sea el principal representante de la Ilustración. Lo interesante, como destacó en un ensayo sobre tal narración Marta Giné Janer, de la Universitat de Lleida, radica en el hecho de que Savater recurre a “textos del autor del Dictionnaire philosophique hoy en día casi olvidados”. Uno de ellos, la tragedia El fanatismo o Mahoma el profeta, de 1742.

La estudiosa de la Universitat de Lleida apunta que Savater, en la novela, reproduce una frase de Mahoma, “muy actual para resumir los fanatismos religiosos, cualesquiera que estos sean”. Tal frase es: ‘Quien se atreve a pensar no nació para creerme’. En realidad, tales palabras no solo sintetizan el fanatismo religioso, sino también el político, el jurídico y cualquier clase de fanatismo.

Encontré en internet un PDF de la obra Le Fanatisme ou Mahomet le prophète traducida por Jesús Echaiz y publicada en México, en 1871, aunque con un título incompleto: nada más El fanatismo, en vez de El fanatismo o Mahoma el profeta. La traducción está dedicada “al ilustre C. Melchor Ocampo, que selló con su sangre la fe de sus principios democráticos”.

¿Melchor Ocampo, el de la epístola machista? Así es. Echaiz le dedicó la traducción de una obra contra el fanatismo a un hombre admirable por muchos motivos, pero lamentablemente fanático del machismo.

En la tragedia escrita por Voltaire, el personaje Selim le pregunta a Mahoma: “¿Qué sangre verteré?”. Responde el profeta: la de Zofir, el anciano jeque que gobernaba la Meca en forma bastante aceptable y hasta con justicia. ¿Por qué Zofir debe ser asesinado? Porque, asegura Mahoma, “nos ha perseguido y nos persigue y combate a mi Dios”.

Selim parece dudar frente al profeta: “¡Y es esa la víctima que el cielo necesita! ¡Y mi brazo a un anciano sin defensa arrancará la vida!”. Mahoma se indigna ante esas dudas:

¡Temerario!

Es sacrílego ya quien delibera.

¡Lejos de mí, muy lejos, los impíos

Que por sí mismos a juzgar se atrevan!

Quien se arroja a pensar ya no es creyente….

Obedecer... ¡he allí la gloria vuestra!

VOLTAIRE, ‘El fanatismo o Mahoma el profeta’

La desobediencia es el mejor antídoto contra el veneno del fanatismo

Mencionaré las tres principales autoridades que nos guían o entorpecen nuestra vida: Dios, el poder ejecutivo y el poder judicial. No me ocupo del legislativo porque, en México, suele estar totalmente al servicio de la presidencia.

  • ¿Obedecer los preceptos de Dios? Sí, si son sensatos. Si no lo son, mejor volvernos ateos. Si verdaderamente existe, Dios entenderá que se desobedezcan las tonterías dictadas por sus representantes terrenales. Si Dios no lo entiende, entonces habrá evidencia de que la divinidad es injusta y, por lo tanto, estaremos moralmente obligados a rebelarnos para desconocerla.
  • ¿Obedecer al presidente Andrés Manuel López Obrador? Sí, si sus propuestas tienen sentido lógico. Lo he apoyado en casi todo lo que ha hecho, pero rechazo algunos de sus proyectos, como la iniciativa de reforma judicial que llevaría a elegir jueces y juezas mediante voto popular. Sería la aniquilación de la judicatura como institución independiente, ya que quedaría sometida a los caprichos de la mayoría de los y las votantes. Andrés Manuel no ha logrado convencer de que, detrás de esa propuesta, no hay un afán de revancha porque jueces y juezas no le han dado la razón en tribunales colegiados y en la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Legislar para castigar es muy mala idea, sobre todo si no han cometido falta alguna quienes de aprobarse la reforma recibirían las sanciones.
  • ¿Obedecer las leyes, específicamente la Constitución? Sí, si tal obediencia no lleva a injusticias. Pero si se trata de normas injustas, de imposible cumplimiento o de plano tontas deben ser abiertamente desobedecidas. Todos y todas debemos leer, en especial quienes tienen la responsabilidad de juzgar, el ensayo Desobediencia civil de Henry David Thoreau. Nadie más lamentable que una persona juzgadora que sentencia sin recurrir a otro criterio que el totalmente dogmático de “aplicar la ley”. ¿Y si por purismos o formalismos se comete una injusticia? Eso ocurre, claro que ocurre y muy frecuentemente. Y dado que lo ha sufrido infinidad de veces la sociedad, tuvo AMLO apoyo popular cuando dijo la imprudencia — particularmente grave en el caso del presidente de la nación— de que es un cuento lo de que la ley es la ley. Pudo ser imprudente el gobernante de México, pero la gente le aplaudió porque sobren jueces y juezas que sentencian solo con base en lo escrito en Constitución y en “las leyes que de ella emanan”. Para hacer eso, mejor busquemos reemplazar a jueces y juezas sin información completa con un algoritmo bien diseñado y perfectamente alimentado con toda la palabrería legal habida y por haber. El problema es que los algoritmos no admiten el pensamiento fuera de la caja, esto es, el que permite llegar a conclusiones correctas y justas aunque contradigan ciertas leyes. Jueces y juezas deberían actuar partiendo de su discernimiento de lo que es justo y razonable para después contrastarlo con lo escrito en tantos códigos y jurisprudencias, y de esa manera determinar si las leyes deben aplicarse tal cual o de plano ser ignoradas.

Obedecer lo injusto es cobardía

Cobardía y comodidad de burócrata. Hay al menos dos libros que en su título incluyen una expresión que me parece absolutamente sapiente: “elogio de la desobediencia”:

1.- Elogio de la desobediencia, de Rony Brauman y Eyal Sivan.

Cito a Amazon: “Esta obra acompaña un filme titulado Un especialista, drama judicial por el que este libro propone una reflexión sobre la obediencia, los usos de la memoria y la imagen. Así, Elogio de la desobediencia retoma puntos críticos: la sumisión a la autoridad como instrumento de la barbarie, los usos políticos de la memoria y la responsabilidad moral de los consejos judíos que cooperaron con los nazis”. Supongo que eran totalmente constitucionales las leyes antisemitas nazis, así magistrados y magistradas de aquella Alemania debieron haberse sentido perfectamente constitucionalistas al aplicarlas. En 2019 Angela Merkel habló de la “obligación de desobedecer” al recordar a quienes participaron en un complot militar para asesinar a Adolf Hitler.

2.- Clara de Asís. Elogio de la desobediencia, de Dacia Maraini.

Empecemos por recordar quién fue Chiara d’Assisi. Su apellido era Scifi y nació en Asís, Italia el 16 de julio de 1194. Colaboró con Francisco de Asís y fundó la orden de las clarisas. Se le canonizó en 1255.

La autora de la novela —epistolar, lo destaco— no es católica. Dacia Maraini dijo en alguna entrevista que solo intentó “secularizar a una figura de profunda espiritualidad”, una mujer que “llevó su existencia con amor militante”. Lo hizo porque “para muchas mujeres del pasado, la relación mística con Dios era un signo de libertad”.

¿A quién desobedeció Santa Clara de Asís? Voy a citar a Almudena Miralles Guardiola, de la Universidad de Murcia: “Desobedeció las normas impuestas a las mujeres de su clase en su tiempo —clase alta—, renunció a todas sus comodidades y huyó en busca de su independencia y libertad en sus votos y en la espiritualidad”.

En cierto sitio italiano leí una interesante reseña de la novela de Maraini: Chiara fue “una mujer inteligente y decidida a quien la palabra le fue negada…, la santa que en la gran historia escrita por los hombres ha vivido siempre a la sombra de Francisco”.

Se sabe que Clara, a los 12 años, vio a Francisco cuando se desnudó frente a toda la ciudad de Asís, particularmente frente al obispo. Lo hizo, desde luego, como un gesto de desobediencia. Clara se inspiró en Francisco —quien, como es sabido, también inspiró al actual pontífice, el argentino Jorge Mario Bergoglio— y lo siguió para desobedecer el destino que le escribieron en su noble familia: casarse. En vez de la vida de desposada sometida a un marido rico, prefirió la pobreza, esto es, la libertad de no tener posesiones materiales: “Aquí es donde radica la desobediencia de Chiara, en esta ruptura creativa con las convenciones de una era masculina. Porque, ayer como hoy, tener coraje significa para una mujer pensar y elegir con la propia cabeza, incluso a través de un silencio alimentado por ideas”.

La novelista, en efecto, “nos dibuja el vivo retrato de una Chiara que es primero una mujer, luego una santa con un cuerpo atormentado pero feliz: una criatura que fue capaz de dar vida a un lenguaje revolucionario y superar las reglas de su tiempo”.

Eso no lo leyó Colosio antes de que lo mataran, aunque en realidad fue uno de los mensajes que le dejó el libro de Savater sobre Voltaire: al fanatismo solo puede derrotarlo la desobediencia. Desobedecer todo lo injusto o lo inviable es lo más ético: los mandatos de Dios si van contra la ciencia o la ética, las órdenes presidenciales que no se justifican, las leyes que no tienen sentido o perjudican al inocente; esto último dependerá de quienes juzgan: atreverse jueces y juezas a juzgar desobedeciendo purismos solo porque la ley es la ley. ¿Tendrán el valor o, como dice una campaña publicitaria, de plano les vale?

En fin, cada quien que se las arregle con Dios en su intimidad. Como sus obispos han caído en tantos excesos, me planto en el ateísmo. Creo que Sartre dijo que para ser ateo no basta con proponérselo: hay que vivir éticamente porque no hay nada más después de esta vida. Ya veremos en qué sí y en qué no obedeceremos —más bien, desobedeceremos— a la presidenta Claudia Sheinbaum. Y a esperar que no haya una reforma judicial que complique el problema en vez de resolverlo, y también desear que al fin amplíen su criterio quienes juzgan a mexicanos y mexicanas porque, ni hablar, suelen verse muy partidarios de legalidades que espantan por absurdamente dogmáticas.