Debatir sobre los grandes proyectos emprendidos por el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador resulta ser un ejercicio útil para comprender cabalmente sus alcances. Se habla de los efectos positivos, más sobre los impactos negativos y en medio de filias y fobias se dista mucho de ser objetivo. Sobre esos proyectos, el del Tren Maya llama la atención por el objetivo de detonar el desarrollo del Sureste del país. Región, que, salvo algunos polos de desarrollo, ha permanecido casi olvidada durante 50 años por gobiernos anteriores. Sí, se han dado enormes paliativos para contener la pobreza y demás indicadores sociales negativos; pero no se ha invertido en proyectos que permitan superar estructuralmente los enormes rezagos sociales. Frente a los beneficios que origina la generación de empleos e ingresos, hay quien, por el contrario, afirma que esto llevará sólo a la depreciación del capital natural de zonas con alta conservación en los Estados de Chiapas, Tabasco, Campeche, Yucatán y Quintana Roo.

Un análisis objetivo debería, primero, llevar a caracterizar la región. Los cinco estados se ubican dentro de los 13 primeros lugares más pobres de país, con el siguiente orden: Chiapas, primer lugar; Tabasco, séptimo; Campeche, décimo; Yucatán, onceavo y Quintana Roo, treceavo (Cifras de Coneval, 2020):

Los datos relacionados con la pobreza, se tornan más contundentes en la medida que se realiza una mayor desagregación de las cifras. Vale la pena exponer sólo las más relevantes:

  • La ruta del tren cruzará por 42 municipios cuyo promedio de pobreza y pobreza extrema es de 51 y 12 por ciento, respectivamente. Conforme al medio “Sin embargo”, los promedios de pobreza de esos municipios agrupados por entidad federativa son los siguientes (Coneval 2015):
  • Una revisión más detallada permite distinguir que en la ruta del Tren Maya existen municipios extremadamente pobres con índices de pobreza que superan el 70% (el promedio nacional es de 44%) y de pobreza extrema que rebasan el 20% (el promedio nacional es de 8.5%). Entre estos municipios destacan los de Calakmul, Campeche; Libertad y Palenque, Chiapas; y Felipe Carrillo Puerto y Morelos, Quintana Roo.
  • De acuerdo con un estudio de Fonatur, el Tren Maya pasará por 173 localidades, ubicadas a 10 kilómetros a la redonda de la ruta, de las cuales 68% presentan un grado de marginación entre alto y muy alto y 17% un grado de marginación medio.
  • En estas 173 localidades, habitan más de 2 millones de personas que viven en condiciones de pobreza (51% del total) y alrededor de medio millón (12%) viven en situación de pobreza extrema.

Los datos reafirman que en la ruta del Tren Maya prevalece la pobreza, existiendo municipios y localidades en donde la pobreza es multidimensional al existir rezagos educativos, alimentarios, de asistencia social y vivienda. El Tren Maya para los habitantes de esta gran región podría significar, sí, una esperanza para mejorar sus condiciones de existencia, pero existe una interrogante del todo válida: ¿qué tanto se está destruyendo el capital natural?

Lo primero a destacar es que una crítica certera y objetiva requiere cuando menos de tres elementos:

  1. Conocer en forma detallada el proyecto
  2. Estar enterado de las manifestaciones de impacto ambiental
  3. Preferentemente, hacer una visita física de la ruta para evaluar los daños ambientales. En todo proyecto que se realiza en zonas de alta conservación o en Áreas Naturales Protegidas (ANP) existe una afectación al capital natural; por eso se vuelve importante conocer los alcances que tienen los trabajos de mitigación. Es trascendente, en términos de los recursos naturales, calcular los impactos ambientales mediante un estudio ambiental; a ese estudio se le denomina en México “Manifestación de Impacto Ambiental” (MIA).

Existen dos tramos, el de Palenque a Izamal, en donde la obra ferroviaria se realiza sobre derechos de vía ya existentes y, por lo tanto, ya existe una afectación ambiental; en este sentido los daños adicionales son mínimos e incluso inexistentes. En la otra parte del trazado, la construcción de la vía sí lleva a una afectación, por lo que resulta necesario medir la extensión de la superficie afectada, así como, la disminución arbórea para establecer la compensación correspondiente mediante la reubicación de plantas, la reforestación y otras acciones a favor de la conservación de suelos y agua, entre otras medidas. La estimación técnica-teórica indica que sólo se afectarán alrededor de 7,000 árboles, lo que equivale a 11 árboles por hectárea y que en aras de la recuperación de los ecosistemas se debe llevar a cabo una reforestación intensiva. Otro tema es el relacionado con la fauna, en donde para mitigar los efectos se deben considerar medidas como los pasos de fauna y las alertas faunísticas.

El fondo de la discusión, en términos ambientales, se debe centrar en si el proyecto del Tren Maya es amigable o no con el medio ambiente. De acuerdo con su “Eje ambiental”, la respuesta es positiva porque lo que se pretende es detonar una responsabilidad compartida con las comunidades para la rehabilitación y conservación de los recursos naturales, como suelo, agua, flora y fauna silvestre. Los objetivos además resultan ser loables:

  • Resarcir los impactos de obras anteriores en la región que no tuvieron mitigación.
  • Restaurar la conectividad biológica.
  • Rehabilitar los ecosistemas degradados, en especial de las ANP’s.
  • Reducir la tala ilegal de árboles.
  • Generar una economía basada en el aprovechamiento responsable de los recursos naturales.
  • Impulsar actividades con un uso menos intensivo del suelo y de los recursos naturales.

La conservación y la mayor restauración posible de los ecosistemas es, en efecto, lo que se debe de considerar para que el Tren Maya adquiera un sentido favorable superlativo y sea un referente a nivel internacional. Todavía así, estos magníficos propósitos quedarían a la deriva si no se saca de la pobreza a los habitantes de las ANP’s o de las zonas con alta conservación.

En México (y en los países como el nuestro) la característica esencial de las ANP´s o de las zonas o sitios que deben protegerse por su riqueza biológica es que son habitadas por pobladores muy pobres y con alta marginación social. Esa condición hace que la explotación de los recursos naturales se convierta en un elemento básico de su ingreso. La explotación se da en dos sentidos: la que realizan ellos mismos (de subsistencia) o la que se da por agentes económicos extraños que por lo general actúan en forma clandestina contra el medio ambiente (explotación de suelos, minería, extracción de piedras, grava y arena, tala de árboles, comercio de flora y fauna, entre otros muchos ilícitos). A cambio de “mantener los ojos cerrados” y de no denunciar, los habitantes de las áreas protegidas sólo reciben dádivas o magros ingresos.

La creación de las ANP´s no ha sido una experiencia exitosa para los que las habitan. El caso de la Reserva de la Biosfera de Calakmul, decretada como Reserva el 23 de mayo de 1989, es ilustrativo: cuenta con selvas altas, medias y bajas y la extensión de su bosque tropical es la segunda más grande de América (antes está el Amazonas); su diversidad biológica es envidiable, “incluye más del 80% de las especies vegetales de la Península de Yucatán, además de 350 especies de aves y casi 100 de mamíferos; también es el hogar de varios vertebrados en peligro de extinción: el pecarí labios blancos, el tapir centroamericano, el jaguar, el puma, el zopilote rey y el pavo ocelado, entre muchas otras”. Habría que añadir que su patrimonio es mixto: cuenta con el mayor centro urbano del área maya durante el periodo clásico; por esa razón, la Antigua Ciudad Maya y Bosques Tropicales protegidos de Calakmul fue inscrita el 21 de julio de 2014 como Bien Mixto en la Lista de Patrimonio Mundial de la Unesco.

Frente a la belleza biológica, histórica (arqueológica) y cultural, el municipio de Calakmul, Campeche presenta rezagos sociales preocupantes: el índice de pobreza asciende a 74.3% y el de pobreza extrema a 23.5%; además la pobreza es multidimensional: 90% de la población no tiene acceso a la seguridad social; 81% no cuenta con los servicios básicos que le corresponden a una vivienda y 31% no tiene una alimentación adecuada. Queda claro que después de 33 años de decretada la Reserva de la Biósfera de Calakmul, los beneficios han sido muy pocos y que, por el contrario, los indicadores socioeconómicos sólo evidencian estancamiento o retroceso.

El problema es de origen, un ANP está constituida por dos zonas: una zona núcleo y otra de amortiguamiento. En la zona núcleo prácticamente se les impide a los pobladores toda actividad y en la de amortiguamiento, sólo pueden desarrollar algunas actividades productivas, que son las que tradicionalmente realizan, entre ellas, la agricultura y la ganadería, generalmente, de bajos rendimientos. La superficie de la reserva de Calakmul, por ejemplo, es de 7,231 kilómetros cuadrados y su zona núcleo abarca el 34%.

Generalmente, los ambientalistas creen que en la creación de ANP´s y en su conservación se cuenta con un amplio respaldo social. La experiencia indica (al menos la mía) que, pese a los acercamientos y a las actividades de consulta, lo que existe es una importante oposición de los pobladores, porque se les prohíbe actividades y explotar los recursos naturales y a cambio no se les ofrece alternativas productivas o de ingreso reales o potencialmente viables.

El verdadero problema es que ya no se puede seguir así, lo que significa que la visión debe de cambiar: se tienen que generar proyectos favorables tanto para el medio ambiente como para la población. Sin estos proyectos, todo se torna demagógico y es imposible contener la destrucción de los bosques, de la fauna, de la flora, de los ríos y de otros cuerpos de agua y de los mantos freáticos, entre otros recursos.

El Tren Maya significará un hito histórico, en la medida de que efectivamente mejore las condiciones de existencia de las más de dos millones de personas pobres que viven alrededor de la ruta; más aún lo será, si el proyecto cumple con el objetivo de realizar acciones de conservación en una región con gran riqueza biológica.

Debe de quedar claro: detener y contener la pobreza es tan importante como salvaguardar los recursos naturales; y es que la pobreza termina por perjudicar severamente al capital natural. Eso es lo que está pasando en todas las ANP’s y en las regiones altamente conservadas de México. ¡Créanme!