“El camino hacia la igualdad es fruto de luchas y rebeliones contra la injusticia, y resultado de un proceso de aprendizaje de medidas institucionales y sistemas legales, sociales, fiscales y educativos que nos permitan hacer de la igualdad una realidad duradera. Desafortunadamente, este proceso a menudo se ve debilitado por la amnesia histórica, el nacionalismo intelectual y la compartimentación del conocimiento.”

“Necesitamos involucrar a los ciudadanos. Necesitamos tener más transparencia tanto en el sistema tributario, como en el gasto público (...) para que los ciudadanos puedan ver realmente si nos estamos moviendo en la dirección correcta.”

THOMAS PIKETTY

En algunas otras columnas he planteado escenarios de política ficción. No soy la única en hacerlo. Es un ejercicio válido en el análisis político de lo que es posible y plausible. Sustituya usted con su candidato de preferencia rumbo al 2024.

Comienzo por retomar lo que plantea Guadalupe Loaeza sobre Beatriz Paredes en su columna en el diario Reforma. Creo tiene razón en aplaudir a la priista como una buena contrincante para el 2024. Es la tlaxcalteca una brillante oradora y sería genial escucharla en un debate con Claudia Sheinbaum. Ya hace una semana aplaudí que la discusión política en la carrera sucesoria se abriera a mayor número de figuras femeninas, particularmente de gran calado intelectual como es Paredes.

Sin embargo Loaeza pasa por alto una cuestión no menor. Por circunstancias personales, he vivido entre académicos y científicos, y uno aprende que la gente de ciencias exactas tiene la mente muy estructurada y una lógica impecable. Los científicos son capaces de desarmar los argumentos del mejor político(a) u orador(a) en un santiamén. Sí, sus participaciones suelen ser más frías, pero certeras y fulminantes.

Así, pronostico que eso sucedería cuando Paredes tuviera enfrente a Sheinbaum en un debate. La científica desarmaría a la gran oradora. Sobre todo si se discute el tema de la situación y posible reforma en el ámbito fiscal. Bastaría con que Claudia le cuestionara a Beatriz el porqué en ninguno de los gobiernos federales del PRI o del PAN (dado que la hoy senadora avisó que ella quiere encabezar la alianza de dichos partidos además del PRD y de MC) ha podido plantear una reforma fiscal de en serio; ya no se diga sacarla adelante.

Cierto es, tampoco se ha dado (ni se dará) en este sexenio morenista. Mas, siendo francos, López Obrador nunca lo propuso. Es más, de antemano rechazó este objetivo e insiste en ese pensar. Total, que el punto es que el PRI y el PAN han fracasado rotundamente en el frente de una reforma fiscal integral para el país.

Creo (nos guste o no el tema) que la victoria de cara a las elecciones presidenciales del 2024 pasa necesariamente por una buena propuesta —ahora sí— de reforma fiscal. Más aún, el éxito o fracaso del gobierno 2024-2030 depende de ello pues lo cierto es que ya no hay dinero para hacer nada. López Obrador se ha cerciorado de que eso suceda.

Ha desaparecido fideicomisos, evaporado ahorros y cualquier posible subejercicio sabemos es utilizado para sus obras faraónicas. Por ende, aunque el próximo presidente/a sea de extracción morenista tendrá que promover una verdadera y plausible reforma fiscal para allegarse de recursos (sin exprimir aún más al contribuyente cautivo, esto es).

Dirán ustedes que eso sería imitar al recién inaugurado presidente colombiano, Gustavo Petro. Yo digo que este hecho palidece ante la propuesta —y lo significativo que sería sacar adelante— de una reforma fiscal de gran calado en México.

Así, independientemente de quien llegue a la presidencia (Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard, Enrique De la Madrid, ponga la figura de su preferencia), el nuevo titular del Ejecutivo federal no tendrá dinero para poner en marcha un plan de gobierno. Sea cual que sea.

Si bien con muchos de los objetivos de AMLO de justicia social, igualdad, combate a la pobreza se coincide (así como el tirar abajo ciertas estructuras, mecanismos, procesos que fomentan la desigualdad, la disparidad y la injusticia en México), lo que se le critica a AMLO y a la 4T es su poder destructivo. Destructivo de las instituciones, de las políticas públicas, del tejido social y de un larguísimo etcétera.

Lo que se le cuestiona —fuertemente en mi caso— es que ese proceso (transformación si así se le quiere llamar) debía haber ido acompañado de la creación de instituciones y mecanismos sólidos que fomentaran la igualdad y el progreso social. Unos que echaran raíces y fuesen sólidos; nada más alejado de programas de corte clientelar y populista puestos en marcha en esta administración y que no llevarán al desarrollo de una nación.

El economista Thomas Piketty, posiblemente el máximo exponente de un socialismo progresista en estos momentos, así lo establece: no basta dinamitar los factores que han alentado la desigualdad, hay que construir instituciones políticas, económicas y sociales que perduren para favorecer la igualdad y la mejora social para todas sus partes/actores/individuos sin distinción (todo ello basado en la figura de una ciudadanía con derechos y obligaciones).

Pues bien, nada de eso podrá hacer el gobierno federal entrante si no es a través de una adecuada y comprensiva reforma fiscal.

Supongo, entonces, me aventuro a decir que el primer acto de gobierno de la doctora Claudia Sheinbaum (algo así como tirar abajo al NAICM en Texcoco en el caso de Andrés Manuel) deberá ser emprender una positiva y bien estructurada reforma fiscal. Para ello deberá asirse de las mejores y más sensatas mentes detrás de la izquierda y la derecha, de gobierno y de oposición; nacionales y extranjeros, además de expertos, académicos y estrategas. No puede ser de otra forma.

Una reforma fiscal que ahora sí abra el universo recaudatorio (y no se ensañe con los cautivos tributarios de siempre); pensada con una implementación por etapas, pero de amplio espectro y consecuencias prolongadas. Que abarque al gran sector informal de la PEA y cuya recaudación adicional no pase a formar parte en automático de las partidas ya etiquetadas del presupuesto federal. Que se destine primordialmente a solucionar EL PROBLEMA nacional de fondo de este país: el atraso en el sector educativo y en la enseñanza.

¿Querrá el gobierno entrante ser exitoso, tener viabilidad, generar prosperidad nacional, edificar una igualdad social perdurable? Creo que sí. Ciertamente nosotros los ciudadanos mexicanos eso querríamos. Durante centurias (incluyendo estos últimos 4 años) no lo hemos tenido. Ya es tiempo de que cambien las cosas; no hay de otra.