Dice Denise Maerker en su artículo de hoy miércoles 10 de septiembre en Milenio: “Hace mucho que el país necesita una enorme investigación, un maxiproceso que desvista y exponga todo el sistema de corrupción y de complicidades que ha proliferado bajo un manto de impunidad y un pacto de silencio. No es tarea fácil, para hacerlo va a hacer falta una convicción sin fisuras y un temple a toda prueba”.

El primer maxiproceso se dio en los años 80 del siglo pasado en Italia, el famoso maxiprocesso de Palermo contra la mafia siciliana. En ese país de Europa se juzgó a cientos de mafiosos, incluyendo a políticos importantes, numerosos funcionarios de los distintos poderes ejecutivos y jueces que eran cómplices de los delincuentes.

Creo que la periodista Maerker debería corregir un poco su redacción. Sugiere que el maxiproceso debe empezar ya, cuando lo cierto es que estamos en este momento presenciando un proceso penal masivo que ha llegado muy alto en las estructuras militares.

En lo que tiene razón Denise es al afirmar que para un maxiproceso como el que ahora está en marcha hacía falta “una convicción sin fisuras y un temple a toda prueba”. La presidenta Sheinbaum demostró poseer convicción y temple. ¿De dónde surge la fortaleza de Claudia? De su honradez personal, de su preparación académica, pero también de su historia de lucha por causas justas —empezó en el activismo correcto desde muy joven, y no iba a cambiar en lo más alto del poder político—.