A estas alturas, el mito -bien cebadito mediante chayote “legal” vía publicidad o de plano, la adquisición de medios tradicionales- de que los oligarcas son “genios” o “superdotados” ha quedado expuesto como eso. Un cuento para entretener niños de preescolar, nada más, al nivel de Santa Claus, o el hada de los dientes.
Nada más basta leer las estulticias que vomita el community manager de “Salinillas” Pliego todos los días: racismo, clasismo, colorismo, aporofobia y lo que se acumule en la semana. El comerciante propiedad de Elektra es muchas cosas, menos un hombre brillante.
Otro ejemplo es el hijo de empresarios que se enriquecieron con el odioso apartheid sudafricano, Elon Musk. Con más de 50 años de edad, el oligarca que -en el papel- es el hombre más rico del mundo, no deja de hacer cosas que salen caras, como es el caso de la destrucción del branding -o de la marca, pues-, de Twitter.
Obsesionado con la letra “X” por varios fracasos de negocios con ese dominio y sin tomar en cuenta la añeja relación entre el portal y los sitios pornográficos, Musk ordenó de forma unilateral cambiar el nombre de Twitter a X.
Por supuesto, este cambio ha evaporado al menos 20 mil millones de dólares del valor de la marca que “compró” principalmente con acciones y dinero prestado. A estas alturas, es difícil saber si Twitter existirá tal y como lo conocemos el próximo año.
Aquí lo hemos advertido, en otros medios contados, también. Pero mientras los fanáticos reaccionarios y oligofrénicos de Musk sigan aplaudiendo, la destrucción del que fuera uno de los sitios más influyentes en internet continuará de forma acelerada.