Ayer me contaban que en los inicios del siglo XX hubo tangos cantados en yidis. Sí —cito al Diccionario panhispánico de dudas— , yidis, mejor que yidish o yídish. Lo que sea, se refiere al “dialecto altoalemán hablado por los judíos originarios de la Europa central y oriental, que se escribe en caracteres hebreos”. Dialecto que quizá, desgraciadamente, se ha perdido.

Hasta existió en Argentina el Gardel judío, Jevel Katz. En 2015, en Milenio, Rogelio Villarreal publicó un interesante artículo sobre este personaje, quien no solo cantaba tangos, sino también La cucaracha y El manisero.

Cuando esta mañana leí la columna de Héctor Aguilar Camín recordé ambas canciones, la cubana y la supuestamente favorita de Pancho Villa que —contra lo que piensa mucha gente— no es mexicana, sino andaluza.

“Si te quieres por el pico divertir, cómete un cucuruchito de maní”. Si su deseo es echar desmadre eso debería hacer Aguilar Camín —meterse en la panza bastantes cacahuates— en vez de escribir a tontas y a locas en la prensa nacional.

Don Héctor ha presentado en estos días, en la FIL de Guadalajara, su novela Fantasmas en el balcón, que debe ser excelente, como todo lo que él escribe NO relacionado con la política ya la economía mexicanas.

Según leí en Excélsior, Fantasmas en el balcón evoca el desmadre de un grupo de amigos en la Ciudad de México de los años 60. No sé si sea una obra autobiográfica. Si la edad se lo permite —a sus 75 años ya no es joven— escribirá la segunda parte de la novela, sobre el desmadre que el viejo Aguilar Camín y otros comentócratas armaban en sus columnas periodísticas, en 2021, contra López Obrador, el presidente a quien no le perdonaron dos cosas: (i) que les haya quitado ciertos privilegios y, sobre todo, (ii) que no les invitara a Palacio Nacional cada tres semanas para elogiar al jefe de tan distinguidos intelectuales.

Hoy publicó Aguilar Camín sobre el Banco de México y los pilotos —el novelista no habló de las pilotas, que también existen; debió hacerlo porque, sin duda, el término es válido de acuerdo a los académicos del lenguaje y, además, por solidaridad con el feminismo.

La cucaracha no podía caminar porque le faltaba marihuana para fumar. Don Héctor Aguilar Camín ya no puede pilotar —o pilotear— porque le falta apapacho presidencial.

¿Don Héctor ha sido piloto? Sí, en el sentido de que durante décadas ha dirigido intelectual e ideológicamente —apoyado en su ejército de comentócratas— a presidentes, gobernadores, alcaldes, legisladores.

La energía para conducir en términos ideológicos al Estado mexicano Aguilar Camín la sacaba de los abrazos, las felicitaciones, los halagos — y también ciertos apoyos, legales, no digo otra cosa— que recibía en Palacio Nacional y en Los Pinos. Ya no tiene tal combustible y por eso batalla ahora para expresarse con lógica e inclusive con seriedad.

Dice Aguilar Camín que solo un experto puede pilotear un avión. Es cierto. Si lo hace alguien no capacitado para tal tarea, la aeronave se desplomará o ni siquiera despegará.

Pero miente el novelista que de lunes a viernes echa desmadre en Milenio al sugerir que la próxima gobernadora del banco central mexicano, Victoria Rodríguez Ceja, es una economista improvisada que hundirá a tal institución.

¿Por qué afirma lo anterior? Porque Aguilar Camín preguntó “a varios conocedores” —¿a cuántos?, ¿a quienes?— y ninguno hizo “una valoración entusiasta de las capacidades profesionales de la gobernadora propuesta”.

Para entender que la señora Rodríguez Ceja es economista profesional, el novelista no tenía necesidad de preguntar a nadie: en el currículum de ella, fácilmente accesible en internet, queda perfectamente claro que es una especialista en economía y funcionaria experimentada que sabrá coordinarse y entenderse con el resto de las personas que integran la junta de gobierno del Banco de México: dos subgobernadoras y dos subgobernadores. Qué maravilla, a Banxico lo conducirán tres mujeres y dos hombres.

Pienso que Aguilar Camín preguntó a economistas del ITAM hoy fuera de la estructura del poder, por lo tanto sufriendo el peor resentimiento, expertos en teoría monetaria que dominaron el sector financiero durante años, tantos como el columnista de Milenio se paseó en las oficinas presidenciales como el guía moral de la nación.

En el sitio de internet de la BBC leí algo sobre las cucarachas:

Reputación: las cucarachas son asquerosas, carroñeras inmortales a las que no le afecta la radiación y serán las únicas sobrevivientes en un mundo postapocalíptico.

Realidad: en el mundo hay casi 5000 especies de cucarachas, de las cuales solo 30 tienen tendencia a ser plagas. Estas pocas afectan la imagen de un grupo de insectos que presume de una rica e increíble diversidad de formas. Y sí, las cucarachas también se achicharran con la radiación.

Por si hace falta evidencia de que las cucarachas —y los cucarachos— no son inmortales, estamos viendo que no resistieron la fumigada que la 4T aplicó en Banxico. Ni necesidad hubo de una bomba atómica, con tantito DDT tuvieron para pasar a la jubilación. Ya era necesaria, por supuesto. Los cambios en las estructuras de poder siempre deben darse.

Una sola escuela de pensamiento controló demasiado tiempo la economía mexicana.

  • ¿Hubo crecimiento? Sí, pero poquito.
  • ¿Tenemos un sistema económico más abierto y competitivo? Obviamente no: México es el paraíso de los oligopolios y aun de los monopolios.
  • ¿Brillan nuestros empresarios y empresarias por su talento innovador? No, ciertamente no: en general progresaron por sus relaciones de complicidad con el gobierno, porque no pagaban impuestos y por violar leyes ambientales para desarrollar sus proyectos.
  • ¿Aumentó la riqueza en nuestro país? Bastante, pero casi toda se la quedó una minoría, cuyos líderes hasta aparecen en las listas de las personas más ricas del mundo.
  • ¿Y los pobres? Abandonados, así de cruel.

Ignoro si los defectos del sistema terminará por corregirlos el gobierno de AMLO. No es sencillo y todo puede pasar. Pero es muy positivo que intentemos otro camino: la ruta anterior solo generó excesiva pobreza y atraso. Solo eso.