Me consta que desde antes de tomar posesión como gobernador, Jaime Rodriguez, alías “El Bronco”, ya traía la Presidencia de la República en la mira. Esa ambición de poder disparada por su inusual éxito electoral, terminó sobrepasaba por sus limitadas capacidades personales. No darse cuenta de su absoluta falta de preparación, es lo que ahora lo tiene preso en el Penal de Apodaca.

En 2015 conocí al “Bronco” y conversé mucho con él. Todo tendiente a convencerlo de crear una alianza política con Fernando Elizondo, otro de los candidatos a la gubernatura de Nuevo León. Por lo visto logré, junto con otros que también influyeron, en amarrar esa mancuerna política. Una vez en el gobierno, sin embargo, ambos quisieron volar juntos y solitos. Fernando acabó renunciando, sin lograr gran cosa; y Jaime está en la cárcel siete años después.

La última vez que hablé con Jaime Rodriguez, alías “El Bronco”, fue en agosto de 2015, dos meses antes de su toma de posesión. En esa reunión en las oficinas del fallecido Ingeniero Fernando Maiz, Jaime me propuso colaborar en su gobierno. La misión que me tenía reservada era como punta de lanza en gira por la república como avanzada de su campaña a la presidencia. Mi reacción fue que ese proyecto no tendría ninguna relevancia, si paralelamente él no lograba hacer un gran gobierno, un gobierno que fuera de avanzada y de una transparencia absoluta.

Por lo visto, no le cayó muy en gracia mi contra-oferta. Me dibujó en un papel una pirámide organizativa a la que según él le iba a poner ojos, para saber todo lo que estaba pasando en su gobierno. Posteriormente, le presenté unas propuesta de cómo crear un gobierno administrado en tiempo real, siendo mi intervención como asesor externo. Ni él ni Fernando Elizondo —para entonces vice-gobernador— se interesaron; y ya no volví a ver ni hablar con Jaime Rodriguez nunca más. Se me esfumó totalmente.

No pasó mucho tiempo sin que surgiera el problema de la cobijas caras compradas con su venia a un precio exhorbitante. La tentación de la corrupción y el acceso al dinero fácil empezó a colarse. El único que renunció para no servir de encubridor fue Miguel Treviño, hoy alcalde independiente de San Pedro.

Hoy gobierna Nuevo León y gobierna bien, Samuel García. Él persiguió incansablemente al Bronco desde tiempo atrás, y reunió pruebas de malversaciones y de uso de recursos públicos utilizados por Jaime para recolectar firmas y cumplir los requisitos para ser registrado como candidato independiente a la presidencia de la república. No ha tardado Samuel gran cosa para mostrar su efectividad y poner a Jaime Rodriguez en el banquillo de los acusados. Hoy, Jaime dormirá en el penal. Muchos de sus antiguos colaboradores, sobre todo el ex-secretario de Gobierno, Manuel González, dejarán de dormir tranquilos por un buen rato. No merecen menos.

Hubiera deseado que Jaime tuviera otro destino, pero por lo visto la cabra tiende al monte. Tuvo una gran oportunidad de hacer historia, y prefirió los consejos de gente pequeña o gente corrupta que desviaron su potencial de cambio positivo hacia un gobierno de corrupción sin paralelo. Las anomalías y desviaciones del gobierno del Bronco que Samuel está encontrando en toda la administración anterior, son tantas y tan variadas, que es todo un reto armar los expedientes de todas las denuncias que irán saliendo una tras otra.

O sea, que independientemente de los delitos que tienen encerrado al Bronco, faltarán muchos otros que están siendo documentados concienzudamente y bajo el ojo previsor de un gobernador sobradamente competente para encauzar estos menesteres como se debe, aunque a él no le toque acusar directamente.

Está documentado que más de 500 empleados del gobierno del Estado fueron desviados en sus tareas oficiales para recolectar firmas para la campaña presidencial. O sea que no son dimes y diretes, sino pruebas fehacientes e incontrovertibles que harán casi imposible la labor del defensor. No hay para dónde correr, ni cómo tapar lo sucedido.

Aparte de Samuel, el triunfo de someter al ex-gobernador Rodriguez Calderón a un proceso penal, pertenece a la ciudadanía que continúa exigiendo cuentas clara y una administración ejemplar de los recursos públicos y recibe opacidad y burdas evasivas. Bien haría Andrés Manuel de ir poniendo sus barbas a remojar para cuando triunfe la revocación de mandato.

Espero que esta aprehensión sirva para aguzar los sentidos de la gente que trabaja y paga impuestos y que el hambre de justicia y transparencia se traslade también a las esferas municipales y por supuesto al nivel presidencial. Tomemos esta experiencia, y la satisfacción que nos proporciona como ciudadanos, para exigir más y más honestidad en el manejo de la cosa pública. Un pueblo empoderado es un gobierno controlado dentro de un Estado de Derecho que mucho nos urge a todos los niveles de gobierno.

Cuando otros se vean en el espejo del Bronco —una promesa fallida en el panorama de Nuevo León— habrá repercusiones en la participación ciudadana en la revocación de mandato. Donde el pueblo manda, los mentirosos, sinvergüenzas y engaña bobos, terminan en la cárcel tarde que temprano. Ese es el país que queremos y Samuel nos permite volver a soñar en tener eso precisamente.