Desde sus inicios, la Vuelta a México tuvo siempre un lugar importante en el calendario nacional, era la carrera más prestigiosa del país y una de las únicas competencias con representación internacional. El equipo de Nuevo León de 1948 estaba encabezado por el campeón nacional de ruta de aquel año, el popular Juventino BorraoCepeda, quien además siempre le daba ese sabor especial a las carreras, por ponerse al tú por tú con los ciclistas europeos que venían a darnos cátedra.

El popular “Borrao” Cepeda siempre estuvo presente en las fugas durante las primeras siete ediciones de la Vuelta a México, ganando por lo menos una etapa y dando espectáculo al mostrar sus cualidades como ciclista todo terreno. La cervecería Cuauhtémoc siempre apoyó al ciclismo y en especial al “Borrao” pues le daban trabajo de medio turno, aunque cobraba sueldo completo, para que pudiera entrenar.

No fue hasta la cuarta Vuelta a México que surgió la otra leyenda del ciclismo nacional. Don Ángel ZapopanRomero ganó cuatro ediciones seguidas de esta carrera, marcando una época de éxito junto a grandes figuras del ciclismo nacional. Ciclistas como Simón Sánchez, Guillermo Alejandre, “RabanitoDíaz, Rafael Vaca, Don Julio Cepeda, Francisco Lozano, Román Teja, Armando Martínez, entre muchos otros ciclistas mexicanos que subieron drásticamente el nivel del ciclismo nacional, pero en mi opinión, “Zapopan” Romero y “Borrao” Cepeda lograron trascender, pues muchos años después seguimos celebrando sus hazañas.

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Si salías a rodar por aquellos años en casi cualquier parte del país escuchabas: “Échale Borrao”, frase que se hizo popular entre los aficionados ciclistas. Me tocó conocer al popular “Borrao” en el año de 1976, en la colonia las Puentes en San Nicolás de los Garza y allí, en su casa, me contó sus anécdotas y compartió valiosos consejos. Siempre tenía lista su bicicleta blanca, a la que llamaba ‘la Paloma’ y un rifle en la cajuela de su carro. De repente se iba a la altura de la clínica la Carlota en Montemorelos, Nuevo León, para andar en bici e ir de cacería, disfrutando la naturaleza y el olor a los azares cuando los naranjos floreaban.

Una vez alguien le preguntó “¿qué es lo que trae en su anforita, esa que agita y se toma?” y el carismático ciclista solamente gritó: “¡Juimonos!”. El popular grito de guerra que lanzaba el tremendo ciclista de ojos borrados antes de ir al ataque. Nadie, o casi nadie, le aguantaba la rueda y solía llegar en solitario hasta la meta. Ese día me dijo que ese recuerdo se lo llevaría a la tumba, y así fue.

También tuve el privilegio de conocer a Don Ángel “Zapopan” Romero, en la ciudad de Guadalajara, al terminar el campeonato nacional de ruta juvenil en 1979. Ese día terminé en segundo lugar, pero a la hora de la premiación Don Ángel me dijo “esta debería ser de oro, pues tu compañero se vino a rueda todo el día y no se merece ni el jersey ni la medalla”. Creo fue muy duro el “Zapopan”, pues ir a rueda es un recurso válido y el primer lugar le correspondía a mi compañero que me venció en ese momento.

Don Ángel “Zapopan” Romero, fue un empresario exitoso, quien gracias a su carisma y popularidad fue dos veces alcalde del municipio de Zapopan, Jalisco. Fue un gran impulsor del ciclismo nacional al patrocinar un equipo y apoyar a grandes ciclistas que integraron la selección nacional en los años sesenta y setenta, ciclistas como Rodolfo Vitela, Paco Vázquez, Javier Huerta y Javier Camacho se beneficiaron de su apoyo y formaron parte del equipo Zapopan.

En 1980 en la ciudad de Aguascalientes corrimos el campeonato nacional de gran fondo en categoría primera fuerza, y era el último selectivo para ir a los Juegos Olímpicos de Moscú en ese año. Ya la selección nacional estaba prácticamente definida, un par de días antes ganamos la prueba de 100 kilómetros contrarreloj por equipos, Rosendo ChendoRamos, Marco López, José Rendón y yo. Siguió la prueba de ruta y a “Zapopan”, recio y duro como era, seguramente forjado en las condiciones más adversas del ciclismo nacional, se le ocurrió programar un evento de más de 230 kilómetros para ese campeonato y así estaría seguro de llevar a los ciclistas más fuertes a competir en Moscú, Rusia.

Cabe aclarar que en aquel entonces, había una diferencia entre los profesionales y los amateurs, y por reglamento solamente podíamos recorrer 190 kilómetros de distancia, pero “Zapopan” era el presidente de la federación mexicana de ciclismo y él ponía las reglas del juego. El recorrido, aparte de ser inusualmente largo, fue terriblemente duro. Salimos de Aguascalientes rumbo a Calvillo, regresamos a Aguascalientes y nos fuimos rumbo a Zacatecas, después tomamos el rumbo a San Luis Potosí y al llevar más de 180 kilómetros, pedíamos que se abriera de nuevo una zona de abastecimiento y nos negaron esa posibilidad.

En acuerdo con los escasos 15 o 20 ciclistas del reducido pelotón, optamos por detenernos y tomar el abastecimiento, pero dos ciclistas del Politécnico decidieron no detenerse. Ernesto El TiburónHernández y Rubén Rangel llegaron a la meta en solitario, más atrás llegó el pelotón con “Chendo Ramos” cerrando el podio en tercer lugar. Muy pocos ciclistas lograron terminar la extenuante prueba de gran fondo, yo no fui uno de ellos después de acalambrarme tras el último abastecimiento.

Un decepcionado Don Ángel “Zapopan” Romero tomó allí mismo la decisión de que el ciclismo mexicano no participaría en los Juegos Olímpicos porque consideraba que nadie estaba a la altura. Así eran el “Borrao” y el “Zapopan” dos de las figuras más carismáticas y populares del ciclismo mexicano.