Aunque la señora Denise Dresser no es santo de mi devoción, seguí con atención el proceso en el que se inculpó por ejercer presunta violencia política en razón de género contra Delfina Gómez, ex titular de la SEP.

Y es que la señora Dresser difundió hace meses en sus redes sociales acusaciones hacia Delfina, señalándole de ser delincuente electoral, motivo por el cual ésta presentó su queja ante el INE, pretendiendo que la periodista bajara las publicaciones incómodas.

Dresser y yo adolecemos del mismo mal

Sin querer aburrir mucho con mi historia, recordaré que a principios de este año se me acusó de ejercer violencia política en razón de género contra la actual presidenta municipal de Veracruz, Patricia Lobeira de Yunes, por unas publicaciones que se hicieron en mi fan page de Facebook respecto a ella (publicaciones que, por cierto, no eran de mi autoría y que se bajaron en su momento, a petición del OPLE local).

Este asunto, el mío, me ha cansado, desgastado, gastado y agobiado

En mi caso, el Tribunal Electoral del Estado determinó mi culpabilidad y se me aplicó una sanción, a todas luces injusta y desproporcionada. No hubo poder humano que hiciera entender a los magistrados que dichos textos no eran ofensivos y decían la realidad: la señora Lobeira carece de capacidad para gobernar una ciudad tan importante como esta que está ahí, cayéndose a pedazos, con secuestros, feminicidios, sin orden ni ley mientras se persigue a una periodista que ha seguido, contra viento y marea, ganándose la vida y ejerciendo su derecho a informar.

El punto es que doña Denise salió bien librada y lo celebro.

Cuando platicaba con colegas y amigos respecto a lo que la también académica estaba viviendo, concluimos que ambos casos, el suyo y el mío, eran censura encubierta con la intención de callar voces críticas, solo por expresar un desacuerdo hacia una figura de la vida política, expuesta al escrutinio de una sociedad que ya no oculta ningún suceso.

Basta echar un vistazo a cualquier red social, a cualquier plataforma, para darse cuenta que Lobeira, Delfina, usted, yo, nuestras familias, parejas, amigos y enemigos, estamos a la vista de todos y nos pueden criticar porque sí, solo porque a alguien se le ocurre o no estar de acuerdo con nuestra forma de ser o pensar.

La diferencia es que ellos, los que están en la vida pública, los políticos en especial, hacen cosas que a algunos les parece bien y a otros no y la afectación estará en proporción a lo delgado de su piel y así sabrán si se quejan o ignoran la crítica. Tan simple y tan sencillo como esto es.

La resolución de la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) a favor de Denise Dresser es el resultado del análisis objetivo de magistrados conscientes, en una sociedad que apuesta a ser igualitaria, donde ante la ley tenemos todos libertades que podemos ejercer, siempre y cuando no se atente en forma directa hacia la integridad física de nadie.

Más allá de que si Dresser ataca siempre a personajes del partido con quien ella no simpatiza por las razones que sean, está en su derecho de opinar, como lo está usted o lo estoy yo. Punto.

Estoy de acuerdo, claro que sí, que nuestro país es uno de los que más énfasis ha puesto en promover el respeto hacia las mujeres que ejercen un cargo público y repruebo tajantemente el insulto desmedido hacia quienes están bajo la lupa por tener un lugar en la política. Pero, como todo, es uso, no abuso.

Quererse escudar en dicho cargo para argumentar por cualquier cosa que se siente violentada, es un desatino.

Esperemos que el fallo a favor de la periodista sea valorado por magistrados de cualquier lugar del país, para evitar que en casos como el que me vi afectada no proliferen y se atente contra quienes emiten su opinión o crítica hacia otra persona.