Cada 25 de noviembre, el Día Internacional de la Erradicación de la Violencia contra Niñas y Mujeres nos recuerda una verdad incómoda: ninguna sociedad puede llamarse justa mientras la mitad de su población viva con miedo. Este día no es una fecha conmemorativa; es un grito global, una exigencia ética y un llamado urgente a la acción.
Con esta fecha comienzan también los 10 días de activismo por la eliminación de la violencia de género. Diez días que simbolizan lo que tendría que ocurrir los 365 días del año: visibilizar, denunciar, educar y transformar. Diez días que nos obligan a mirarnos como país, como instituciones y como personas, para preguntarnos qué estamos haciendo de verdad para cambiar esta realidad.
Porque ya no alcanza con pronunciar discursos emotivos, iluminar edificios o compartir frases en redes sociales. La violencia contra niñas y mujeres no se erradica con declaraciones, sino con coherencia: políticas públicas que funcionen, presupuestos que se ejecuten, instituciones que actúen con perspectiva de género, comunidades que acompañen, familias que escuchen y hombres que asuman su responsabilidad en la transformación cultural.
La coherencia implica que cada decisión, institucional o personal, esté alineada con la convicción de que todas las niñas y mujeres tenemos derecho a vivir sin miedo. Implica dejar de normalizar lo que daña, dejar de justificar lo injustificable, dejar de culpar a las víctimas, de evitar la revictimización.
Durante estos días de activismo, y todos los que siguen, tenemos la oportunidad de cambiar la narrativa. De poner al centro la prevención, la educación emocional, la autonomía, el acceso a la justicia, la protección real y el acompañamiento digno. De escuchar a las sobrevivientes, no para romantizar su resistencia, sino para garantizar que ninguna niña ni mujer tenga que sobrevivir nunca más.
Hoy más que nunca necesitamos voluntad política, participación ciudadana, corresponsabilidad social y una profunda ética del cuidado.
El reto es grande, pero también lo es nuestra capacidad de transformar.
Pasemos del discurso a la coherencia. De la intención a la acción. De la indignación al compromiso.
Juntas y juntos impulsemos un mundo libre de violencia de género.


