“La burla significa en muchos casos falta de ingenio”.

JEAN DE LA BRUYERE

La pregunta que formulo no es ociosa. Menos cuando en los hechos la 4T demuestra que pasa por encima de fauna y flora —literal—.

La declaración de López Obrador del día de ayer sobre la presunta actividad en minas de Quintana Roo suena más a distractor que a realidad. Como moderno guardián de la bahía, presume que desde las alturas pudo constatar que se violó el acuerdo que la empresa Calica tiene con su gobierno. Huelga decir que el mandatario olvidó mencionar que dicha empresa tiene demandada a la administración federal que el preside por más de mil millones de dólares, eso desde el 2019. Así que o esto solo es un magnífico pretexto para contrademandar o un forma de ocultar ante el público un problema añejo y cuyo desenlace parece atisbar malas cuentas para el gobierno.

Ante su anuncio de que se procederá legalmente en contra de la minera Calica-Legacy Vulcan valdría preguntar si no más bien habría que decir que el pleito, originado por una demanda interpuesta por la compañía, simple y sencillamente continuará...

Y no, no defiendo a la minera; por supuesto tampoco a López Obrador. En todo caso, este último tendrá que demostrar que Calica extrajo ilegalmente material para construcción y la primera deberá demostrar que no violó la normatividad ni lo acordado.

El asunto que cuestiono aquí es el cómo, con palabrería, el presidente conquista la voluntad de los pueblos, mientras que a la vez demuestra su falso amor a la ecología.

Pareciera que en México se ha desatado una suerte de competencia para ver quien destroza más rápido el medio ambiente. En este caso, una compañía minera que extrae materiales del subsuelo o un gobierno que construye un tren, talando millones árboles en el proceso. Todo a sabiendas de que se carecen estudios válidos de impacto ambiental.

Es curioso: ante la destrucción de cenotes y selva, en el lejano Palacio Nacional se dice que se celebraron consultas populares con los pueblos mayas que aún viven en la península de Yucatán. Los pobladores, sin embargo, exigen detener la construcción del Tren Maya.

La soberbia está tornando en infierno lo que en algún momento fue paraíso. Lo más incomprensible es que ello parta de la propia autoridad. Y además aduciendo una mentira que es comprobada día a día mediante fotos y videos de una selva arrasada.

El mismo personaje que presume ser la voz del pueblo, se rehúsa a escuchar a quienes le señalan el ecocidio que sucede en la región del sureste. El que pudo alcanzar a ver cómo una empresa continuaba minando no puede constatar las miles de hectáreas que han arrasado para edificar el Tren Maya.

Dice que la empresa Calica se burla de él al continuar su minería, pero el mandatario hace lo equivalente con todos nosotros al continuar con la construcción del tramo cinco del Tren Maya a pesar de la sentencia de un juez que determinó frenar la obra.

¿No es una incongruencia que, ufanándose de querer a nuestro país y a su historia, poco o nada le importe todas las zonas arqueológicas que están en peligro debido a la construcción del tren? Menuda burla a los pueblos mayas, a sus tradiciones y costumbres si él arrasará lo que la selva ha guardado por siglos. Imposible que el gobierno no sepa hacia dónde va tanta madera para ser comercializada. Eso, por lo visto, pasa desapercibido sea a nivel tierra o desde las alturas…

Este —ni tan nuevo pleito— sirve como cortina de humo para desviar la atención de la destrucción ocasionada por el Tren Maya. La aparente burla de Calica es superada por la burla de López Obrador. Burla sobre burla, demostrando cuán poco les interesa en realidad el medio ambiente.

Verónica Malo en Twitter: @maloguzmanvero