Existe una referencia con cierta extensión en la literatura política sobre el tema de los tapados, y si bien tiene buen rato que esa práctica fue abandonada, inclusive por el PRI, ahora el asunto de las corcholatas lo trae de nuevo a colación por su obvia cercanía con esa que fue una costumbre sexenal para nominar candidatos presidenciales.
Don Daniel Cosío Villegas en su análisis sobre el sistema político mexicano refirió algunas líneas sobre el método del “tapadismo”, donde señaló algunos puntos que son relevantes, entre ellos que pudiera darse el caso de tapados(as) que se distancian de la actitud pasiva consistente en esperar ser beneficiados por la candidatura; entonces pueden tornarse proactivos, generar intereses asociados y posibles problemas en el caso de no lograr éxito, de modo que el proceso electivo implique el riesgo de generar costos que pueden ser relevantes.
Otra de las advertencias que mencionó el ilustre escritor, fue que alguien pudiera pretender que cuenta con los méritos suficientes para reclamar para sí el “derecho de sucesión”; en ese caso los riesgos escalan y se potencian; se puede agregar su condición potencial para generar situaciones de conflicto y posibles escisiones.
Un tema adicional es que las corcholatas, a diferencia de los antiguos tapados, muestran como uno de sus rasgos que irrumpen abiertamente en la vida política- electoral de manera holgadamente anticipada y con el abierto auspicio presidencial, con lo que se ha detonado un esquema de campaña política desde la mitad de la administración, con efectos que son difíciles de predecir, pero que indudablemente dan cuenta de las ansias del gobierno por asegurar la permanencia del partido en el poder.
Las corcholatas transitan por una vía extrainstitucional, y distantes de las normas que buscan regular la lucha por el poder a través de los procesos electorales. Así, cuentan con una carretera propia, cuyo flujo administra el Presidente de la República en su personalidad de líder de su partido. Pero a más de lo que ya advertía don Daniel Cosío, es posible señalar la repercusión del sobrecalentamiento que ha sido introducido mediante la precoz anticipación del proceso.
Los golpes debajo de la mesa, la lucha de estrategias por avanzar más que el correligionario, la interacción y rivalidad entre los equipos de los leales de quienes participan, los esfuerzos para introducirse entre el equipo de contendientes por parte de quienes no lo son, el desbordamiento de la estructura partidista, la división interna, los saldos que dejen los heridos en la contienda interna, son otros de los aspectos a considerar.
A más de lo anterior, están los efectos de dicho sobrecalentamiento en cuanto al desempeño de la administración y el riesgo de que el gobierno devenga más en espacio de una contienda interna de carácter partidista, en menoscabo de su responsabilidad de gestión ante el conjunto de la sociedad y de la naturaleza plural y diversa de ésta.
Las corcholatas se pueden oxidar por el sobrecalentamiento de la lucha sucesoria; mientras tanto un proceso, caracterizado por su elevada temperatura, puede ser tóxico para la vida del país, para la buena marcha de la administración, y el cumplimiento de las metas que debe alcanzar la gestión pública. La sana interacción de la pluralidad política, del debate parlamentario, de la opinión pública y de la gestión legítima de los intereses de los distintos grupos habrán de ser impactados por una lucha sucesoria anticipado y por el protagonismo que están imprimiendo las corcholatas.
Tal vez el gobierno ha deseado vivir en el marco de una campaña política y de un proselitismo que no cesa; parece que esa visión onírica la está cumpliendo, pero no puede señalarse que sea lo más adecuado para hacer frente a los graves problemas que vive el país y que demandan una atención sin distracciones, como lo impone la necesidad de resolver los problemas urgentes de seguridad, de superación de la pobreza, de impulso a un crecimiento que todavía mira con envidia los niveles que tenía el PIB antes de la pandemia, de la grave ola inflacionaria que nos impacta, de la necesidad de afianzar el estado de derecho…..
Frente a todo eso hay una situación que se impone…, las corcholatas ya están en campaña y no deben ser distraídas de su actividad; las corcholatas arrastran al país al desarrollo de campañas que se anteponen a otras tareas. Las corcholatas no admiten dilaciones en el cumplimiento de sus “legítimas ambiciones” y, en eso, encuentran todo el respaldo del gobierno; en lo que se refiere a conservar el poder en sus filas, las corcholatas no pueden fallar, aunque en otros temas se tengan saldos negativos. Cuando la corcholata merecedora se destape, el estruendo será indicativo de la gran fiesta que se estuvo preparando con gran denuedo; ¡todo ha sido para ese gran momento! Para eso está, desde ahora, la campaña