El 11 de marzo, a convocatoria de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), Claudia Sheinbaum, Xóchitl Gálvez y Jorge Álvarez Máynez firmaron el Compromiso por la Paz. Se trata de un documento que contiene 117 propuestas para combatir la violencia, la inseguridad y construirla paz.

En una primera revisión de este documento se advierte que contiene propuestas interesantes, sensatas y responsables, para enfrentar el problema de la inseguridad en México. Es una buena síntesis del diagnóstico que se ha integrado desde hace por lo menos dos décadas.

Como ciudadano, en lo general, suscribiría la mayoría de las 117 propuestas, pero si fuera candidato a un puesto de elección popular, posible gobernante o líder de un partido político, me tomaría las cosas con calma, le dedicaría unos momentos para la reflexión, tomando distancia del frenesí electoral.

La burra no era arisca. Es bueno confiar, pero es mejor no confiar. Basta decir que, en los doscientos años de México como una república, ningún asunto en donde la jerarquía de la iglesia católica haya participado  ha sido en beneficio del país y del pueblo. Esta intervención no tiene porque ser la excepción. Con esta firma, la jerarquía católica interviene directamente en el proceso electoral y además, define la política en materia de seguridad pública. ¡Ojo! Hablo de la jerarquía católica, no de los sacerdotes que se la juegan a lado del pueblo, como ocurre en comunidades de Guerrero, Michoacán o Chihuahua.

Dirán que soy exagerado, que el horno no está para bollos, que está iniciativa es positiva y que las propuestas deben aceptarse independientemente de su origen. Sí, pero las cosas no son tan simples porque, hasta el momento de escribir estas líneas México es un país laico.

La Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), aunque tenga esa denominación, no es una institución nacional, es un organismo del Estado Vaticano, no del Estado mexicano. Su jefe es el Papa. Se demuestra una vez más que en la Santa Sede es donde más se hace política.

Las candidatas no son quienes tenían que firmar el acuerdo con los obispos, por más loables que sean las propuestas. Las inquietudes y planteamientos de la jerarquía católica deben ser atendidas por la Secretaría de Gobernación, a través de la instancia correspondiente. El problema es que la responsable de la política interna, nuestra joven secretaria,  ayuda muy poco al presidente en las cuestiones de Estado.

Los políticos son débiles ante los alzacuellos y las sotanas, más en tiempos electorales. La clase política tiene la falsa creencia que la jerarquía católica controla electoralmente a sus feligreses. Falso. El pueblo de México en su mayoría es católico, pero tiene y ejerce una clara distinción entre los asuntos que corresponden a su fe y los que corresponden a la política.

Claudia Sheinbaum firmó el compromiso con una leyenda al calce y anexó un conjunto de propuestas. Firmó porque el documento incluye planteamientos coincidentes con su propuesta de gobierno y porque, de no hacerlo, se hubiera convertido en un elemento más de descalificación y armas para sus adeversarios.

Lamentablemente, las propuestas que se firmaron no tienen futuro, porque se metieron a la agenda de la campaña y no a la esfera del gobierno por los canales adecuados. Eso pienso yo. ¿Usted qué opina? La política es de bronce, aunque en ocasiones se vista de sotana.