Ayer publicó CONEVAL su análisis sobre la medición multidimensional de la pobreza. Somos afortunados de vivir en un país donde existen instituciones profesionales y serias, como CONEVAL e INEGI, que producen información sobre este y otros temas, lo cual resulta importante, porque sin información y mediciones, la política pública camina a ciegas.

Del mar de datos e indicadores contenidos en las casi 60 páginas del reporte, podemos desprender algunas inequívocas buenas noticias. La principal es que la pobreza bajó. Como bien dijo ayer Gerardo Esquivel, intelectual orgánico de la 4T, la pobreza extrema está en sus niveles históricos más bajos. De igual forma, el doctor en economía por la Universidad de Harvard, con una clara manipulación de la información, aseguró que se revirtió un aumento de 10 puntos porcentuales en la pobreza total que ocurrió entre 2006 y 2014. Un periodo donde, el Dr. Esquivel de manera tendenciosa, cuestiona los resultados y omite mencionar que entre 1994 a 2018 se dio una baja sistemática de la pobreza.

[object Object]

A pesar de lo anterior, sin duda son excelentes noticias, aunque el experto del régimen remate con un “¿eso añoran?”, aludiendo al hombre de paja favorito del compañero presidente, el interlocutor imaginario de una caricaturesca bancarrota moral.

Lo que va bien

Más allá de las falacias encargadas por el régimen, bien merece la pena preguntarnos cuáles variables explican esta buena noticia y en especial, qué tanto es resultado directo de políticas específicas.

En el reporte de CONEVAL podemos apreciar que buena parte de la reducción de la pobreza se debe al incremento en el ingreso corriente, principalmente explicado por mayores transferencias recibidas y, en menor medida, por un incremento en el ingreso laboral. Sin duda esto es consecuencia de la agresiva expansión de los programas sociales, aunque también del aumento histórico en las remesas.

Con respecto a las remuneraciones, la política laboral de este gobierno (aumentos en el salario mínimo y fortalecimiento de sindicatos) ha sido un acierto, y ahí están los resultados.

Los matices

Una crítica recurrente a la política social del gobierno es su mala focalización, sobre todo si se compara con programas que existían anteriormente. La crítica se centra en que antes había más certeza de que cada peso gastado llegaba a quien lo necesitaba más.

Desde un punto de eficiencia en el gasto, aunque resulte costoso, es deseable focalizar los programas sociales. Se necesita medición constante y expertos manejando los programas. La alternativa a la que apostó este gobierno fue simplemente aumentar el monto total de transferencias. Por mal focalizadas que puedan estar, si el aumento es suficiente, eventualmente llegarán a quien más las necesita. Desde el punto de vista de la eficiencia en el gasto, puede ser cuestionable, pero por ahora ha rendido resultados.

Otro importante matiz es que el aumento agresivo de los montos ha sido a costa de desmantelar muchas áreas del gobierno federal. “Austericidios” que han incrementado los recursos para repartir dejando con la mínima capacidad operativa a muchas áreas del gobierno. Aún no sabemos la magnitud del impacto que un gobierno flaco e inoperante nos va a traer, pero sin duda no será menor.

El desastre

Sin embargo, luego del desastre del INSABI, ahora IMSS- Bienestar, el porcentaje de personas con carencia por acceso a los servicios de salud aumentó de manera significativa. El Seguro Popular, aunque perfectible, funcionaba y tenía cierto nivel de cobertura. La estrategia del gobierno fue “primero vamos a destruir y luego averiguamos”, un fracaso. La carencia de servicios médicos pasó de forma dramática de 16.2% de la población en 2018 a más del doble a 39.1%.

Lo mismo pasa con otros indicadores, los “pobres multidimensionales”, no pobreza extrema, pasaron de 8.7 millones en 2018 a 0.1 millones en 2022 y, la pobreza extrema pasó de 7.0% en 2018 a 7.1% en 2022.

Los indicadores que presume la 4T, con relación al ingreso, se justifican, como ya mencioné, en el tema de transferencias provenientes de las remesas y de “tirar lana” por todos lados, pero, en cuanto las mediciones multidimensionales, los indicadores de carencia de la población, las cosas empeoraron, salud es el peor, seguido por el rezago educativo y acceso a la electricidad.

¿Valió la pena?

Sin duda hay millones de familias en una mejor situación económica gracias a las transferencias de este gobierno y a circunstancias como las remesas. La pregunta es ¿a qué costo? ¿Es sostenible aumentar el volumen de transferencias a base de desmantelar y endeudar al Estado Mexicano? ¿Hasta dónde nos va a alcanzar incrementar las transferencias a través de recortar sueldos y plantas laborales del gobierno? ¿Vale la pena combatir la pobreza a costa de sacrificar la salud pública, la educación y otras mediciones multidimensionales?

Son preguntas válidas y no significan que nadie “añore” un pasado con mayor pobreza, como plantean algunos estudiosos cercanos a la 4T. La burbuja puede reventar en cualquier momento, ya lo advirtió el mismísimo AMLO cuando habló de que hacia 2025 puede haber una crisis financiera con fuerte impacto para el país.

Twitter: @diaz_manuel