Cuatro impactos de bala le quitaron la vida
El documental Red Privada dirigido por Manuel Alcalá y estrenado en Netflix hace algunos días, es uno de esos contenidos que valen la pena ver para evitar el olvido, y reflexionar sobre el rumbo y la descomposición política y social que se han enquistado en México desde hace ya varias décadas.
El caso del asesinato del aclamado periodista Manuel Buendía ocurrido el 30 de mayo de 1984, afuera de su oficina en la Ciudad de México, narrado en este documental, es una confirmación de que desde el estado mexicano se han orquestado crímenes en contra no solo del periodismo, sino de una sociedad que ha tenido poco espacio y tolerancia por parte de la autoridad para poder alzar la voz ante las injusticias que diariamente se viven.
Más allá del relato, de los hechos ya conocidos desde hace casi 40 años, y de la opinión e impresiones de distinguidos periodistas y políticos de aquella época, el material es un cubetazo de agua fría que despierta súbitamente a nuestra conciencia y nos deja inquietudes que hasta el día de hoy, no tienen justificación ni explicación lógica.
A 35 años de su muerte
Fue el mismo gobierno de México durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, quien confirmó que se trató de un crimen de estado, en donde se vieron involucrados altos mandos de las dependencias de seguridad nacional. De hecho, fue José Antonio Zorrilla Pérez, en ese tiempo a cargo de la dirección federal de seguridad, quien asumió la culpa y pagó condena como autor intelectual del asesinato.
Sin embargo, llama la atención como el escándalo no llegó a manchar a todas las aves que atravesaron el pantano, de hecho Zorrilla Pérez era un allegado cercano y leal promotor del entonces Secretario de Gobernación Manuel Bartlett -hoy titular de la Comisión Federal de Electricidad en el gobierno de López Obrador- quien lo saca del país al calentarse el tema.
La investigación nunca llegó al poderoso secretario y de hecho, durante el salinismo, Manuel Bartlett ocupó el cargo de Secretario de Educación Pública. A pesar de lo cerca que le pasó el escándalo, hubo algo que le permitió al poblano seguir en el poder. ¿Con qué respaldo contaba Manuel Bartlett para seguir firme en su posición de privilegio en el gobierno a pesar de que durante su gestión en la Segob no pudo resolver el caso, y más aún después de que un cercano colaborador suyo asumiera la culpa?
El documental nos recuerda que Manuel Bartlett ha sido un personaje al que durante años se le ha vinculado en temas de corrupción, excesos y omisiones (por decir lo menos), pero que por alguna habilidad, u otra razón no conocida, ha podido perpetuarse en las altas esferas del poder; y esa permanencia casi forzada a pesar de su mala fama pública, siembra dudas sobre la información o recursos que posee. El único costo que ha pagado por haber metido a un presunto asesino al gobierno y algunos otros escándalos que le han salpicado, ha sido el de nunca haber podido llegar a ser Presidente.
Pero además de los cuestionamientos sobre el pasado, de las dudas legítimas o no sobre la seriedad de la investigación, el caso Buendía sí nos debe recordar que en México llevamos décadas padeciendo altos índices de violencia y de impunidad.
Las cosas lejos de mejorar han empeorado, tan solo desde el sexenio del ex presidente Felipe Calderón a la fecha, han sido asesinados 139 periodistas, y la gran mayoría de estos casos no han sido ni serán resueltos nunca.
Quizá como sociedad ya normalizamos estas circunstancias, ya hemos perdido nuestra capacidad de asombro, y los índices son tan altos, que rebasan nuestra propia capacidad de respuesta.
El caso Buendía, con o sin dudas, si logró tener algo de justicia al llevar a un alto funcionario a la cárcel, y evitando que este mismo tuviera un futuro político ya sea como gobernador de su entidad, o en algún otro puesto importante desde donde pudo haber seguido actuando impunemente en contra de la sociedad. Pero mucho de este resultado se dio por que el gremio periodístico se unió en torno al asesinato y logró que no se archivara, que no se olvidara; y no solo se mantuvo vivo el tema, sino que los periodistas condujeron su propia investigación, que sin duda influyó para presionar a las autoridades a buscarle un cierre al caso.
Al día de hoy y ante el aumento de la violencia hacía periodistas, valdría la pena reflexionar si deberíamos seguir ese ejemplo, y recordar continuamente mediante distintos espacios, medios y acciones, las decenas de casos que aún están sin resolver, o si habría que procurar mantener la presión a un punto en el que cada caso no resuelto, signifique una renuncia de un alto mando forzada;
¿Necesitan los periodistas realizar sus propias investigaciones de cada caso, o volverse activistas?
Lo único cierto es que algo se tiene que hacer, porque lejos de mejorar, las cosas han ido empeorando.