La forma de catalogar a los personajes de la vida pública que inciden en la política y que a través de ella procesan y representan los intereses de la sociedad, no resulta sencillo. Desde luego está la tradición marxista que todo lo reduce a la pertenencia de una clase social y de aquella premisa en donde se señalaba que la clase social determina el ser social. Así el burgués pensaba como tal, lo mismo que el proletario

Ortega y Gasset, refiere otro imperativo, consistente en el axioma de tiempo y circunstancia, como elementos que gravitan en la opinión que los políticos y agentes sociales asumen. La teoría de élites brinda otra respuesta en donde se privilegia el grupo o la camarilla a la que se pertenece y el recorrido que se tiene para construir lazos y ascender en las jerarquías.

Pero existen personalidades cuyo perfil ha pretendido, deliberadamente, escapar a tales cartabones; es decir, no reducir su personalidad y actuación a los raseros que pudieron imponerles ciertas categorías o clasificaciones, que pueden ser aplicables a otros, pero no a ellas y ellos.

Desde luego, me refiero a la determinación de irrumpir en el espacio de la política con posturas y definiciones que les confieren una identidad especial. Beatriz es, sin lugar a duda, una de sus figuras más disruptivas desde que militó con éxito en la CNC, entonces un espacio reservado, casi exclusivamente a los hombres. Ella abrió brecha e hizo posible romper con un tabú, de modo que ahora otra mujer encabeza la organización agraria del PRI. Ese protagonismo y su capacidad la hicieron encaminarse a la gubernatura de su estado, Tlaxcala, y ganar la posición.

En la Cámara de Diputados, en la del Senado y en el PRI se ha distinguido por la fuerza de su palabra y capacidad argumentativa, cuenta con un gran bagaje de modo que sacar de contexto su participación para pretender reducirla, y a la visión de un grupo que la atrapa, sólo se puede hacer o intentar por un exceso para infringirle un menoscabo.

Beatriz Paredes pertenece a una corriente que se ha comprometido en actualizar el diseño del PRI; así lo hizo cuando promovió la incorporación priista en la socialdemocracia. El debate no fue fácil, pues había una perspectiva que se había mantenido en los últimos años, caracterizada por evadir la incorporación de la doctrina de la Revolución Mexicana dentro de las visiones que existían a nivel internacional. El nacionalismo del PNR-PRM -PRI, la no existencia de partidos robustos y el hecho de que ninguna fuerza política fuera la conductora del movimiento revolucionario, apuntaban en esa dirección. Sin embargo, Beatriz impulsó una postura que ahora ya nadie discute dentro del PRI y que genera mejores posibilidades de colaboración en el marco de la COPPPAL. Y de la Internacional Socialista

La mirada en retrospectiva tiene muchos puntos que nos hubiera gustado se enarbolaran, pero es indiscutible que Beatriz fue una figura digna, transparente y que empujó en la dirección adecuada.

En efecto, quienes actúan en política tienden a que sus posiciones se expliquen a partir del partido al que pertenecen, la clase social y el grupo o la élite que los proyectó; pero hay casos en donde no es posible tal reduccionismo, porque se trata de cabezas de grupo, líderes de posiciones, personalidades que se atrevieron a abrir cauces nuevos.

Sin duda que tal trayecto los llevó a interactuar con personajes que después resultaron repudiables, pero es evidente que dicho contacto no los atrapó, pues desplegaron sus iniciativas con libertad; hicieron valer sus ideas, identidad y visión, lo que los puso a salvo de sospechas insidiosas.

Deben entenderse las legítimas ambiciones de quienes pretenden encabezar el Frente Amplio por México; muchos estamos verdaderamente entusiasmados por el espacio ganado mediante la cobertura del proceso y del protagonismo de los tres que encabezan la nominación, conforme lo atestiguan los medios escritos y electrónicos.

Pero un aspecto que no se debe descuidar es la calidad de la interlocución entre quienes aspiran. No es posible, con tal de endilgar una crítica, se opte por desconocer la trayectoria de quienes están en la lucha, con el recurso de sacar de contexto eventos o actos individuales, lo que degrada el debate y lo lleva por la ruta insulsa que tienen las mañanera presidenciales y que se dedican a denostar a personajes.

Resulta imprescindible llevar a cabo los foros de análisis entre los aspirantes a encabezar el Frente, en el marco de profundo respeto y consideración que merecen Xóchilt Gálvez, Beatriz Paredes y Santiago Creel; evitemos la vulgarización y degradación que es el estilo presidencial, caer en ello será un brutal y lamentable error. En especial porque se trata de personalidades que han realizado denodados esfuerzos por acreditar su papel en la vida democrática de México.

Un concurso de denostaciones nos afectará a todos.