“Mi corazón está en tus manos


Y no puedo rescatarlo


No sé como se libera


Un corazón enamorado


Esclavo de tu amor


Vagabundo que agoniza de dolor

Veo pasar las noches en mi cruda soledad


Y que en la luz del alma se que tú me extrañarás”

DAVID BISBAL

“Ese lunar que tienes, cielito lindo, junto a la boca

No se lo des a nadie, cielito lindo, que a mí me toca

De La Sierra Morena, cielito lindo, viene bajando

Un par de ojitos negros, cielito lindo, de contrabando

Ay ay ay ay, canta y no llores

Porque cantando se alegran, cielito lindo, los corazones”

QUIRINO MENDOZA Y CORTÉS

¿Listos para el concierto del año? ¿Para escuchar la voz más esperada del momento?

No, no se trata de Luis Miguel, Shakira, Alejandro Fernández ni del regreso de Chayanne. Tampoco del tour nostálgico de Mijares, Lucero, Yuri y Emmanuel. Esta vez, el protagonista no es cantante, pero todos están atentos a lo que tiene que decir. Se trata de Ovidio Guzmán, hijo de “El ChapoGuzmán, quien acaba de declarar que va a soltar toda la sopa.

Y vaya programa el que promete.

Este martes, Ovidio se declaró culpable de cuatro cargos ante la justicia estadounidense: narcotráfico internacional, delincuencia organizada, lavado de dinero y portación ilegal de armas reservadas. Eso sí, logró evitar el calificativo de “terrorista”, lo cual habría supuesto una condena más severa o, incluso, cadena perpetua.

Como parte del acuerdo judicial, no solo admitió haber traficado fentanilo y otras drogas varias, sino también haber sido líder operativo del Cártel de Sinaloa. Además, aceptó pagar 80 millones de dólares. En otras palabras, Ovidio no únicamente se declaró culpable, se prepara para colaborar. El narco va a cantar.

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Algunos esperan el concierto con ansias, otros con absoluto temor. Pero a nadie deja indiferente. Y mientras llega ese momento, ya conocimos a su “telonero”: el abogado Jeffrey Lichtman. ¡Y qué debut el suyo! Sin tapujos, Lichtman calificó de “absurda” la idea de que México debiera opinar sobre el acuerdo de culpabilidad.

Verán, legalmente tiene toda la razón. Una vez que un capo es extraditado, el país de origen queda fuera de la negociación —salvo que haya un convenio bilateral específico, que en este caso no existe—.

Pero el abogado fue más lejos al recordar el caso del general Salvador Cienfuegos, devuelto a México solo para ser exonerado sin investigación. La referencia, lejos de ser casual, sacudió el ambiente político nacional: ¿fue esa decisión lo que marcó el inicio de la desconfianza que se da en tiempos recientes entre el gobierno estadounidense y el mexicano?

Del otro lado del Río Bravo, la presidenta Claudia Sheinbaum criticó el acuerdo entre Ovidio y el gobierno de EU, preocupada porque pudiera derivar en una pena reducida a cambio de información. Pero así funcionan las negociaciones penales en ese país, guste o no. Sheinbaum respondió directamente al abogado, señalando que sus declaraciones fueron irrespetuosas hacia la institución presidencial y que la Fiscalía emitiría un posicionamiento. Pero, con todo respeto, la presidenta no debió entrar en ese juego. Tiene asesores jurídicos para eso —uno de ellos, ni más ni menos que un expresidente de la Suprema Corte (que ni para eso sirva es algo que habría que subrayar) y varios secretarios que bien podrían responder por ella. ¡En qué cabeza cabe responderle al abogado del narcotraficante! Le he visto malas decisiones a Sheinbaum y esta!

Lichtman, lejos de recular, redobló la apuesta: “La presidenta de México actúa más como un brazo de relaciones públicas de una organización narcotraficante que como la líder honesta que requieren las personas de México”. Cínico, sí. Inaceptable, también. Pero el comentario no viene de la nada. La falta de respuesta institucional en casos pasados alimenta la desconfianza. Y sí, vale recordar que fue el propio López Obrador quien confesó haber dado la orden de liberar a Ovidio en su primera captura en territorio mexicano. No se nos olvida, ¿verdad? Un hecho que en Estados Unidos podría considerarse complicidad.

Hay quienes creen que la segunda captura de Ovidio —ahora sí, para su extradición— se dio justamente para blindar a López Obrador antes de dejar el cargo. Porque si “El Ratón” empieza a cantar, ¿a quiénes va a incriminar?

Hay especulación de sobra: que podría delatar a morenistas, o bien, reforzar la narrativa de Palacio Nacional señalando a personajes de gobiernos pasados como son Genaro García Luna o incluso Felipe Calderón. En ese escenario, ¿celebrará el gobierno mexicano lo dicho por Ovidio? Seguro. Como seguro es que se escandalizaría y cuestionaría si el narcotraficante toca a los suyos.

Esto es, si menciona a Andy López Beltrán. A Rubén Rocha Moya. A Mario Delgado. A Américo Villarreal. No se diga —como sugiere el abogado defensor de Guzmán— al expresidente López Obrador, quien hace ya un buen ya carga con la fama de #NarcoPresidente.

Más allá del peso que este show judicial va a significar, hay otro asunto que no hay que pasar de largo y que viene atada a la realidad del narco en México: recientemente, el gobierno de Claudia Sheinbaum ha incautado millones de litros de huachicol. ¿No es esa una evidencia de que durante el sexenio anterior este delito se toleró, floreció y fue parte de una red mafiosa mucho muy amplia? El huachicol no solo dañó a Pemex: representa una merma tan brutal que, de haberse evitado, hoy la empresa productiva del Estado podría haber saldado todas sus deudas. ¿Quiénes se enriquecieron con ese saqueo disfrazado de austeridad?

Pero más importante —y esto es lo que quiero introducir y subrayar con doble línea hoy–: ¿estará el narcotráfico y sus líderes coludidos y entreverados con en el negocio del huachicol? ¿Las autoridades de Morena que ya se sabe están insertas en el contrabando de huachicol y en el huachicol fiscal son narcotraficantes también ‘en toda regla’? ¿Tienen —y divulgarán— “Los Chapitos” datos sobre quiénes desde los distintos gobiernos participaron de sus negocios o los protegieron? ¿Se convertirá Ovidio en la más reciente caja de Pandora de la política mexicana? Eso está por verse.

Por ahora, su abogado ya calentó la pista. Y mientras el público espera que “El Ratón” suba al estrado, México contiene el aliento. Porque cuando Ovidio cante, más de uno llorará. Y otros tantos rezarán para que no diga más.

Ay ay ay ay; canta… y no llores.