El sexenio de López Obrador quedará marcado como el periodo más emotivo políticamente de la historia moderna del país. El fenómeno de confianza profunda y esperanza en medio de la crisis que enfrenta el país es casi inexplicable. Nadie niega el riesgo de un ejército empoderado sin transparencia y con un exceso de funciones, tampoco pueden negarse las grandes deudas que se mantienen pendientes. Tampoco puede negarse la impunidad permanente, el obstáculo para el acceso a la justicia de las mujeres. El olvido ante las desapariciones y la trata de personas. La tremenda crisis de seguridad que se vive en los municipios, el dolor de las familias por la falta de acceso pleno a la salud y otro sinfín de carencias.

López Obrador es humano, tiene errores y su imperfección ha sido la pedagogía política de los últimos 20 años del país. Mientras el presidente hable al corazón del pueblo, poco servirán las críticas en datos duros. La métrica presidencial es emocional y las mayorías continúan confiando. El reconocimiento para el presidente no viene únicamente del mexicano maltratado por años que hoy es reconocido en el discurso. López Obrador ha dado cátedra a nivel internacional de principios y de programas.

Los errores del presidente

Los tres peores errores del presidente han sido, primero, desconocer a los periodistas y confrontarse con quienes tienen la vocación de la crítica. Maltratar a los viejos amigos como Carmen Aristegui, descalificarle y desconocerle en vez de combatir cualquier acto de incongruencia en su familia.

El segundo gran error es el de tolerar elementos que no suman dentro de su equipo. Privilegiar la lealtad sobre la eficiencia le cuesta al país. No hay manera de justificar los actos del Fiscal, ni el manejo de la pandemia, ni las compras y adquisiciones de medicamentos. No hay justificación para el encubrimiento de Salgado Macedonio ni la hay para la criminalización de la protesta feminista.

El tercer gran error es el odio infundado contra la clase media y la construcción de narrativas que logran lo opuesto a la incorporación. Hoy los ricos odian más a los pobres y los pobres odian más a los ricos. AMLO ha perdido la valiosa oportunidad de hacer que la clase media sea consciente de su opresión. Ha perdido la oportunidad de que la clase media se asuma pueblo y le ha dejado de hablar a ese alto porcentaje de simpatizantes que desde las universidades, le dieron mucho más que un voto.

Aún con los errores, la preferencia por el presidente se eleva y mantiene. Es un error metodológico comparar a López Obrador con otros presidentes en el momento que se encuentra sin enunciar las adversidades mundiales que enfrentamos.

Un zócalo abarrotado en pandemia, crisis y luto simboliza más que la fría estadística. Se acerca el final del primer periodo de transformación, pero el obradorismo apenas comienza.