He recordado la Oda a las cosas rotas de Pablo Neruda debido al acoso del INE contra Claudia Shienbaum. La persigue la autoridad electoral solo porque esta mujer ejerce su derecho a decir en público lo que se le pega la gana sin ofender ni mentir.

¿En qué momento se rompió la libertad de expresión en México? ¿Quién la rompió? Tristemente, no es los único que se ha derrumbado en nuestro país. También se ha quebrado el periodismo que ya no busca informar, sino dañar.

Más lamentable que el perverso asedio del INE contra la jefa de gobierno me pareció la relevancia excesiva que un influyente diario le dio al hecho. ¿A qué juega el periódico Reforma?

El poeta

“Las cosas que nadie rompe pero se rompieron”, dice Neruda. Antes de seguir, quisiera comentar que ni siquiera estoy seguro de que el poeta chileno verdaderamente haya escrito eso.

Como muchas personas he leído a Pablo Neruda. Algunos poemas suyos me gustan, otros no, pero de ninguna manera conozco toda su obra.

Desde hace tiempo solo me llama la atención eso de las cosas rotas que él escribió, aunque —insisto— ni siquiera puedo estar seguro que sea de Neruda. La primera vez que me interesé en la Oda a las cosas rotas fue después de un fuerte terremoto ocurrido en Chile hace unos 10 años. Hubo más de 300 muertos y la destrucción material fue enorme. Algún periodista, para describir la situación mencionaba tal composición poética de Neruda:

que se derrumben nuestras posesiones

en un solo alarmante quebradero,

que suene como un río

lo que se quiebra

y que el mar reconstruya

con su largo trabajo de mareas

tantas cosas inútiles

que nadie rompe

pero se rompieron.

En ese tiempo busqué el poema y lo encontré en Google. Realmente me impresionó:

Se van rompiendo cosas

en la casa

como empujadas por un invisible

quebrador voluntario:

no son las manos mías,

ni las tuyas…

Digo que no puedo saber si realmente ese poema es de Neruda porque en internet abundan los escritos falsos, esto es, los atribuidos a cierto autor pero que en realidad son de alguien más. Lo que sea, la Oda a las cosas rotas tiene sentido.

El diálogo roto

La vida de cada persona —también la de cada sociedad— podría narrarse solo describiendo tantas posesiones que nadie rompió pero se rompieron.

En México el diálogo está roto. Tal destrucción ha acabado con el periodismo, que es el instrumento que pone en contacto a la política con la gente.

El periodismo objetivo está roto desde hace muchos años. Si hubiera estado intacto en 1988 casi seguramente el priista Carlos Salinas de Gortari habría sido derrotado en las eleciones presidenciales de ese año. Habría ganado Cuauhtémoc Cárdenas o inclusive Manuel Maquio Clouthier. Aquel fraude electoral no se habría presentado porque la gente, mucho más informada, lo habría impedido con una votación aplastante contra el PRI.

Cuando al fin hubo elecciones democráticas, en el año 2000, quedó claro que los medios aceptaban de buen ánimo la alternancia, pero solo entre el PRI y el PAN: que la izquierda gobernara la capital del país era visto como un mal necesario que no debía ir más allá.

Andrés Manuel López Obrador, pese a tantos obstáculos, pudo ser el sucesor de Cuauhtémoc Cárdenas al frente de la jefatura de gobierno del Distrito Federal. Desde el arranque de su gestión supo que no solo no iba a contar con los medios, sino que los iba a tener en contra.

Realizó AMLO dos acciones: la primera, jugar con las reglas, es decir, acercarse a directivos y propietarios de las empresas mediáticas; la segunda, consciente de que los medios lo iban a linchar si intentaba llegar a la presidencia, innovó y creo su propia estructura de comunicación: las mañaneras.

El problema es que las mañaneras —que son, ya en la presidencia, su principal y hasta única política de comunicación social— han puesto a los medios todavía más agresivos contra AMLO. El periodismo crítico ha dado paso al periodismo de odio. No exagera Andrés Manuel: ningún gobernante de México había sido más calumniado e insultado que él.

Los supuestos actos anticipados

El presidente López Obrador, porque es su derecho, ha dicho que hay gente en Morena con capacidad para llegar a la presidencia en cuanto él se vaya. Ha mencionado muchos nombres, pero la opinión pública solo subraya tres: los de Claudia Sheinbaum Pardo, Marcelo Luis Ebrard Casaubón y Adán Augusto López Hernández.

Lógicamente, Claudia, Marcelo y Adán son buscados por representantes de la prensa, quienes les preguntan por sus aspiraciones. ¿Qué se espera que respondan? Naturalmente ella y ellos dicen que, si están en tal actividad, la política, tienen la meta de llegar a lo más alto, que en nuestro sistema es la presidencia de la república.

Cualquier estudiante de primaria con vocación para el servicio público, si se le preguntara, respondería que quiere ser presidente o presidenta. ¿Cuál es el problema?

Pienso que si alguien quisiera saber cuál es la gran aspiración de uno de mis nietos —un niño que empieza a jugar tenis—, supongo que diría: “Ganar Wimbledon”. Lo mismo responderán las estrellas de ese deporte que se preparan para participar, ya en 10 días, en la más importante competencia tenística.

Pero a Claudia Sheinbaum se le quiere sancionar solo por expresarse. Por cierto, únicamente a ella, es decir, no se busca castigar a Marcelo Ebrard ni a Adán Augusto López. O, al menos, si el INE ha iniciado investigaciones contra Marcelo y Adán por la tontería de los “actos anticipados de campaña”, no me he dado cuenta porque el diario Reforma no ha destacado que a ellos también se les persigue.

Solo contra ella, esto es, solo contra quien suponen es la mujer que, por ganas de AMLO de que ya todo cambie en México, puede llegar a la presidencia. Misoginia, sin duda.

Qué feo ejemplo de lo miserable que puede ser el periodismo nos ofreció el diario de la familia Junco con su portada de ayer. Si hoy el amarillismo lleva a Reforma a empatar el marcador con una portada contra Ebrard y mañana con otra contra Adán Augusto por los “actos anticipados de campaña”, pues eso: habrá empate, pero no mejorará la ética del periódico mencionado —escribo, por cierto, este viernes 17 de junio de madrugada y todavía no empieza a circular Reforma; así que ya se verá—.

La técnica centenaria

La buena noticia es que —no sé si Neruda lo sabía— las cosas rotas tienen remedio. Hay una técnica para repararlas con calidad artística. Se llama Kintsugi y surgió en Japón hace cientos de años. Consiste en unir las piezas de cerámica rotas —cito a Wikipedia— con laca Urushi, que se obtiene de la resina del árbol Urushi y se rocía con polvo de oro, plata o platino. La laca se aplica con un pincel de kebo o makizutsu: “Al terminar el proceso la pieza vuelve a la vida repleta de cicatrices brillantes”.

Hace tiempo, en El País, Marta Rebón difundió un artículo que vale la pena leer, “Kintsugi, la belleza de las cicatrices de la vida”.

Con polvo de oro, plata o platino pueden ser muy bellas las cicatrices de las piezas de cerámica rota que con paciencia se han reparado. El objeto así reconstruido llega a tener mayor valor y más belleza que el original.

Creo que solo con un sexenio más de la 4T vamos a reconstruir el diálogo y el periodismo que nadie rompió pero se rompieron.

¿Por qué se necesita otro sexenio de gobierno de izquierda? Para que propietarios de medios y periodistas —y potentados que les patrocinan— tengan tiempo de convencerse de que la alternancia es posible, es deseable y es benéfica para la sociedad si se da no solo entre partidos de derecha (PRI y PAN), sino entre estos y los partidos de izquierda, como Morena.

Quedarán heridas, pero bien atendidas hasta embellecerán nuestra democracia. Ya se resignarán tantos grupos de poder y terminarán por aceptar las ventajas de una realidad política en la que caben todas las formas del pensamiento, no solo las de quienes han mandado durante tantos años, pero que no tienen por qué mandar siempre.

Son heridas que tal vez sanarán cuando los años pasen y se retiren algunos ideólogos —Héctor Aguilar Camín, Jorge Castañeda, los editores de Reforma— que no han sido capaces de abrirse a otras maneras de hacer política.