“La creación suele ser muy lenta, lo contrario de la destrucción.”

BLANCA MIOSI

“Hagan plaza, den entrada,
 que viene triunfando el amor
 de una batalla mortal 
de la que ha sido vencedor.”

TIRSO DE MOLINA

El último bastión

Al redoble de razones y sinrazones, está por iniciar la madre de todas las batallas que ha propiciado la 4T en nuestro país. El INE está en peligro de muerte.

Morena ya logró extender la presencia del Ejército en las calles hasta el 2028, dispuso —a pesar de ser anticonstitucional— a la GN bajo la Sedena, ahora mismo intenta busca revivir la reforma constitucional para el sector eléctrico y queda por combatir la última resistencia civil. Me refiero a ese ente autónomo que no se ha doblegado ni rendido al vasallaje para el inquilino de Palacio.

El Instituto Nacional Electoral cumple 32 años, y aunque debería ser protegido por el actual gobierno, este lo socava continuamente.

El otrora poder independiente —llamado legislativo— solía discutir el presupuesto de la Federación para el próximo año. Ahora no. Desde el 2018 se autoriza tal como es enviado por el secretario de Hacienda. En este, el ingreso del INE para el próximo año se contempla raquítico.

El presupuesto que se le destinará al Instituto es mucho muy inferior al solicitado por el órgano. Se intuye que el gobierno federal busca que el Instituto no pueda cumplir con parte de su mandato constitucional. Entre otras cosas, el buen desarrollo de las elecciones locales de Coahuila y Estado de México.

Un Estado de derecho a modo

Sabemos que la 4T dice que el Instituto Electoral es muy caro. Mucho más caro resulta, en mi opinión, no tener un órgano autónomo. El régimen sufre de amnesia por cuanto a lo que significa que las elecciones se controlen desde la secretaría de Gobernación.

O quizá es precisamente lo que busca el obradorismo: desmantelar al INE y asegurar que Morena no pierda las elecciones del 2024 —y las subsecuentes—, si es que estas aún tienen lugar para entonces...

En cuatro años van más de 55 iniciativas con las cuales Presidencia y Morena acotan poderes, desaparecen dependencias autónomas, debilitan funciones del Estado, incumplen leyes que les estorban e impulsan normas a modo. En pocas palabras, un Estado de derecho a modo.

Los cambios electorales, como era hace muchos años, surgen desde el poder y sin la participación de la oposición. Una ilegal sobrerepresentación legislativa y un aparato gubernamental que desea mantenerse en el poder.

El control no democrático de Morena

Las huestes de Morena y de la administración federal ejercen el azote diario al INE (en redes sociales, pronunciamiento y gestiones). Con ello, nuestra frágil democracia sufre también el embate.

La 4T tiene el control de más de dos terceras partes del territorio nacional. Tiene mayoría simple en la Cámara de Diputados y tiene al poder militar mostrándonos su faceta menos democrática.

Basta a ver la actitud del general Crescencio Sandoval ante el llamado del Legislativo. Dispuesto a comparecer, pero condicionando no sea en el Congreso Nacional; exige que sean los legisladores los que se trasladaran a las instalaciones militares para ello.

Morena y sus aliados incumplen con las leyes que les estorban e impulsan legislaciones a modo y viciadas de origen.

Y ahora, en un acto de cinismo absoluto, buscan una ley electoral anti democrática para beneficiar al movimiento en el poder. Después de todo, lo que López Obrador busca es darle continuidad a su proyecto político y que este no esté suscrito a la incertidumbre democrática.

El anti demócrata

Pero no con únicamente las invectivas y diversas fustigaciones en contra del INE. La historia reciente muestra lo no demócrata que ha sido AMLO en su trayectoria político-electoral. Solo respeta los resultados cuando gana; lo vinos cuando perdió la contienda por la gubernatura en su natal Tabasco, luego con su toma de Reforma en el 2006, sin olvidar rindió “protesta” como presidente legítimo.

López Obrador no es un demócrata; no le gusta la democracia y ante la posibilidad de que se sufra un voto de castigo, se adelanta para cambiar la ley electoral y desaparecer al INE.

Pensando hacia adelante

¿Qué nos queda? En mi opinión, solo tres cosas: (1) pensar en mecanismos y alternativas legales y viables para defender al INE; (2) lograr que el 40% de los ciudadanos que en general no acuden a votar en elecciones federales y locales (en su gran mayoría no simpatizantes del obradorisno), salgan a hacerlo; y (3) detectar y cobijar a un posible conocido y atractivo candidato opositor que preferiblemente haya surgido de la sociedad civil y no de la clase política.

No se debe perder el tiempo ni recursos en seguir mostrando las fallas de López Obrador; estas son demasiadas y se ha visto eso no le hace mella.

La oposición y la sociedad civil deben entender que el prestigio adquirido por el INE no es blindaje suficiente para ayudarle a encarar el futuro. Requiere la voz y la campaña de visibilización de una ciudadanía democrática y comprometida. Una campaña extendida que, desde ahora, le encarezca a la Cuarta Transformación cualquier intento de una reforma política constitucional.

Esa es la única manera de ganar la madre de todas las batallas. De lo contrario, las garantías de equidad e imparcialidad construidas en la vida del INE están condenadas a desaparecer.