Después de 72 muy largas horas de ausencia física en medios de comunicación y redes sociales, el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) reapareció en un video para acallar rumores que versaban sobre un estado grave de salud e incluso su muerte. A ciencia cierta a nadie le consta qué fue lo que realmente le ocurrió, lo único que nos quedó bastante claro a todos los mexicanos y seguramente al propio presidente después de esta broma, estrategia, prueba, ocurrencia o lo que haya sido, es que el partido Morena sin él no sobrevivirá.

La ausencia del mandatario tabasqueño, que todavía no ha quedado muy claro a qué se debió, vino a ratificar que las comunicaciones oficiales gozan de muy poca o nula credibilidad para la población en general, que desde el primer momento dudó de los dichos tanto del Secretario de Gobernación, Adán Augusto López como del Secretario de Salud, Jorge Alcocer, siendo que ambos declararon que el padecimiento era una infección por SARS COVID-19 y nada estaba relacionado con un problema cardiovascular.

De hecho, Adán Augusto negó el desvanecimiento del mandatario que algunas personas afirmaban haber presenciado, entre ellos un miembro del periódico El Diario de Yucatán que en ningún momento modificó su publicación; mientras que Alcocer provocó incluso malestar al afirmar que el tratamiento que estaba siguiendo AMLO era a base de paracetamol y consumo de líquidos, siendo que es de todos conocido que se le brinda atención de primera y le suministran medicamentos que en su momento se le negaron y se le siguen negando al resto de la población, como es el Remdesivir con el que se le ha tratado en al menos una de las otras dos ocasiones en que dio positivo al virus.

Como ya mencionaba, testigos confiables que afirmaron haber visto el desvanecimiento del mandatario contradijeron lo informado por el Jefe de Comunicación Social de Palacio Nacional, Jesús Ramírez Cuevas, quien en entrevista para un medio de comunicación negó categóricamente lo ocurrido al presidente, asegurando que continuaba la gira cuando en ese mismo instante el tabasqueño ya viajaba en una ambulancia aérea de regreso de Yucatán a la Ciudad de México para ser atendido de emergencia.

Ramírez, quien evidenció su falta de capacidad para resolver, su nulo entendimiento para actuar en una situación de crisis, y que no es una persona confiable, no volvió a hacer comentario alguno en relación a la salud del presidente y se limitó a compartir noticias de otros asuntos en sus redes sociales.

A López Obrador le ocurrió como en el cuento de Pedro y el lobo; aquel niño que mientras cuidaba ovejas se divertía gastando bromas a sus vecinos gritando que venía el lobo, y éstos corrían despavoridos a resguardarse, pero el día que sí se acercó el lobo, pensando que era una más de sus mentiras hicieron oídos sordos a sus gritos, pues ya habían aprendido la lección y creyeron que los estaba engañando una vez más, al tiempo que Pedrito presenciaba cómo el lobo se comía a sus ovejas.

El presidente se vio forzado a grabar un video para dar una señal de vida a quienes no creían las versiones oficiales que se daban de su estado de salud. Muy pocos tomaron por auténtico el tuit en el que el presidente compartía que se encontraba al 100 y que había sido contagiado por COVID-19. Y es que, no hay que olvidar que de acuerdo con medios de comunicación y los trascendidos de ‘Guacamaya leaks’, el gobierno actual ha ocultado en varias ocasiones los episodios que han llevado a atender de emergencia al primer mandatario de la nación y solo hasta que algunos periodistas han difundido tales noticias es que ha salido a confirmar las versiones. Y consta además que no han sido situaciones menores, siendo que al menos en una de ellas se pudo comprobar que tuvo una intervención cardiovascular el 21 de enero del año pasado.

El caso es que tras una avalancha de especulaciones, AMLO confirmó que está contaminado por COVID, y en su grabación de más de 18 minutos, ratificó lo que ya muchos daban por cierto, es decir, que sufrió un “vaguido”, que se trató de un “desmayo transitorio”, y que fue trasladado de emergencia a la capital del país en una ambulancia aérea, dejando como viles mentirosos a su Secretario de Gobernación, Adán Augusto López, y a su Secretario de Salud, Jorge Alcocer.

Y en este contexto, yo insisto en que no se tiene un diagnóstico real. ¿A quién le creemos? A la gente de su gabinete que negó categóricamente el desmayo y que han ocultado con anterioridad situaciones de emergencia médica del presidente?

¿A quiénes llamaron “mentiroso” al único medio de comunicación que habló del desvanecimiento del mandatario? ¿O al propio López Obrador, a quien le han contabilizado más de 100 mil mentiras tan solo en sus conferencias Mañaneras?

Lo que tampoco ha quedado claro, es lo que realmente se pretendió ocultar y cuál fue el objetivo, porque, haya o no sido un infarto, un accidente cardiovascular, un ictus, una embolia, una falla renal o de cualquier tipo, es decir, de algún órgano que produzca desvanecimiento, desmayo, o ‘vaguido’ como dice el tabasqueño, lo cierto es que si se trató de una burda farsa, lo que consiguió debe ser pírrico.

Y cabe puntualizar qué es lo que se percibe ganó y perdió Andrés Manuel en esas 72 horas en que voluntaria o involuntariamente salió del ojo publicó:

- Pudo constatar que los vacíos informativos las redes sociales y la población en general los llenan con especulaciones.

- Que la ciudadanía no confía en él ni en la gente de su gabinete.

- Que no hay entre sus más cercanos un rostro amable o al menos carismático que pueda llenar por sí mismo tres horas de Mañaneras.

- Que él es su propia fuente de generación de información.

- Que no se observa entre la Cuarta Transformación un perfil que pueda llenar sus zapatos.

- Que no son pocas las personas que, a través de sus comentarios muestran animadversión hacia su figura, y genera muchas más antipatías que cuando ganó la elección.

- Que no llegaron o fueron pocos los mensajes de mandatarios de otras naciones deseándole pronta recuperación.

- Que el país no se detuvo.

Y quizá lo que más debió preocuparlo es que en su ausencia también quedó de manifiesto que en un remoto caso en que por cuestiones de salud o de su avanzada senilidad (que no se desean) Andrés Manuel López Obrador ya no estuviese en condiciones de mantenerse al frente de Morena, ese partido no tendría quien tomara las riendas del mismo; carecería de un verdadero líder; no tendría quien tomara las decisiones, y que las pugnas internas acabarían por enterrar al partido.

En conclusión, Andrés Manuel López Obrador debe estar seriamente preocupado porque ya se dio cuenta que sin él México sobrevivirá, pero Morena dejaría de existir.

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