En México, uno de los deportes nacionales ha sido siempre el ‘futurear’. Desde el día uno de cada sexenio ya se barajean, en pláticas de café, columnas periodísticas y en la mente de todos, las cartas fuertes para la aún lejana sucesión presidencial en la ‘silla grande’.

Fiel a esa costumbre que es parte de nuestra cultura política, y que no tengo por qué estar fuera, he pensado al respecto desde ya, máxime teniendo en cuenta que, prácticamente, ya tenemos presidente electo (una mujer, por primera vez en nuestra historia): la doctora Claudia Sheinbaum.

Paradójicamente, y a menos que despunten personajes que militan en Morena, que casualmente son mujeres también, como lo serían (a mi personal parecer) Ernestina Godoy y Raquel Buenrostro, no existen cuadros guindas con los tamaños para la carrera presidencial al 2030. Que si Ebrard, su berrinche lo marginó, que si Mario Delgado, que bien chiste, que si Monreal, no le alcanzará. Luego entonces existe hacia el seno de ese partido y sus bases, cierto descontento por aceptar, sobre todo, a panistas oportunistas y postularlos a encargos importantes.

Por lo anterior, veo en los partidos aliados (PVEM y PT) a los elementos que empezarían el sexenio llevando la delantera y estos son los dos ya aspirantes a la candidatura presidencial de este año, 2024: uno del PT, Gerardo Fernández Noroña, que se ganó la confianza del movimiento lopezobradorista con sus invaluables intervenciones en el Congreso, y que irá al Senado de la República y quizás a algún sitio en el gabinete presidencial, con una ascendencia creciente en las bases del movimiento y en el ciudadano de a pie en México, tiene la capacidad, la congruencia en sus ideas y la personalidad necesaria para tales fines.

Otro es del Partido Verde, en la persona del ex gobernador y senador por Chiapas, Manuel Velasco Coello, de innegable oficio político y que mantiene una interlocución impecable con absolutamente todas las fuerzas y los actores políticos del país, quien además supo gobernar a Chiapas manteniéndolo como una suerte de isla de orden y paz en medio de la violencia originada en la presidencia de Felipe Calderón, ganando incluso reconocimientos por ello, y demostrando la falacia de que una entidad con carencias materiales no necesariamente debe estar relacionada con la violencia. El mejor ejemplo de lo anterior es que finalizando su gobierno y comenzando el actual en ese estado, el cáncer de la guerra estéril y la inseguridad lo invadieron.

Así es cómo arrancaría pues, la carrera por la presidencia hacia el 2030: con dos claros punteros, los ya citados Gerardo Fernández Noroña y Manuel Velasco Coello.