Un rasgo distintivo de este último periodo del gobierno de AMLO ha sido el descaro. Atrás han quedado, pues, los ropajes democráticos, disfraces y simulaciones, para dar lugar a una declaración abierta y contundente de las intenciones del presidente mexicano y de su camarilla.

Hace algunos días anunció que Morena buscaría, si alcanzan la mayoría calificada en el Congreso en 2024, una profunda reforma al Poder Judicial. En palabras de un impresentable legislador del partido oficial, se pretendería “obradorizar” a la Corte. Traducido al castellano, ello implica que el nuevo presidente, respaldado por las Cámaras, intentaría debilitar, o quizá, desaparecer, al máximo tribunal jurisdiccional del país, lo que se traduciría inevitablemente en la desaparición del sistema de contrapesos, y con ello, la democracia.

En adición a ello, AMLO anunció el pasado miércoles que la 4T continuará más allá del 1 de octubre, es decir, una vez que él haya dejado la presidencia y que su sucesor se haya plácidamente instalado en Palacio Nacional. Con las amplias mayorías buscadas, el próximo presidente morenista encabezaría la continuación de un fracaso proyecto político caracterizado por la centralidad en la toma de decisiones, y sobre todo, que ha girado desde sus orígenes en torno a la personalidad de AMLO, el caudillo.

Es bien sabido que AMLO no dejará el poder de facto. Si bien no puede reelegirse, pues ello implicaría una reforma constitucional para la cual no cuenta con los votos en el Congreso, el presidente, cómodo en su rancho, no dejará de influir en la opinión pública, y aun más, frente a su sucesor, trátese de Sheinbaum, Ebrard, Adán Augusto o cualquier otro.

A través de su presencia en los medios, AMLO buscará dirigir los destinos del movimiento, como alguna vez lo hizo Plutarco Elías Calles con los presidentes Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo Rodríguez. El tabasqueño, al igual que el líder del Maximato, no desistirá en ejercer el poder mediante el chantaje, la presión política y la manipulación de las bases electorales morenistas, en detrimento o a favor del presidente en funciones.

A diferencia de Calles, AMLO cuenta ahora con las poderosas redes sociales, mediante las cuales el tabasqueño avalará, aprobará, bendecirá, sancionará o condenará cualquier decisión de política pública tomada por su sucesor. Y con ello, definirá (o lo intentará) el destino de la agenda de prioridades adoptadas por el nuevo presidente.

Como he señalado, AMLO ha anunciado el obradorato. Para evitarlo los votantes deberán echar a Morena de Palacio Nacional, y en todo caso, el nuevo jefe de Estado surgido de las filas del partido oficial tendrá que sacudirse el yugo del caudillo, y con ello, cumplir personalmente con las obligaciones que le fueron conferidas en las urnas. Veremos.