Aeronaves de México nació en el año de 1934, y es la segunda aerolínea (en realidad solo la marca) más antigua del país, después de Mexicana de Aviación (1921). Su nombre comercial es el acrónimo Aeroméxico, y es el que se sigue manteniendo hasta nuestros días.

Y es que en 1988 la empresa quebró, y mutó a lo que conocemos hoy: “Aerovías de México” ve la luz después de estar casi seis meses en tierra, conservando su nombre comercial. Pero ese no sería la primera vez, ni la única, en la que la aerolínea del Caballero Águila se viera en una apremiante situación financiera.

Lo asombroso de esta empresa de aviación es su capacidad, real o artificial, de caer mejor parado que un gato, y tiene más vidas que éste, pues el siguiente descalabro llegaría en 1994, justo después del fatídico error de diciembre; la aerolínea que estuvo algunos meses en “quiebra técnica”, resurgió de sus cenizas cual ave Fénix gracias al rescate, vía los ahorradores del país, llamado FOBAPROA.

Unos años después, justo con su salida de la controladora CINTRA, la aerolínea se vio aquejada por la pandemia de AHN1 que la llevó de nueva cuenta a la lona financiera y a estar en unos números rojos, color borgoña profundo. A pesar de ello, de forma inexplicable consiguió sortear su descapitalización y salir adelante, sin financiamiento público ni privado para el año de 2010.

Una vez más la empresa que hoy capitanea Andrés Conesa, se encuentra en una marea de dimes, diretes, conjeturas, algunas muy aventuradas y otras de plano irrisorias sobre el destino de esta línea aérea, que de México, sólo conserva el nombre.

Alguna vez comenté que Delta adquirió una parte accionaria de Aeroméxico mayor a la que permiten las leyes de nuestro país, debido a los ajustes, acuerdos y arreglos tomados en una Corte estadounidense dentro de proceso legal conocido como “Capítulo 11″, y esto me deja pensando en dos cosas: primero en la declaración de ayer por parte de la aerolínea que comanda Ed Bastian al afirmar que ellos “no le iban a entrar” a la Oferta Pública de Adquisición de acciones; todo mientras Aeroméxico espera que un tercero interesado adquiera un máximo de 331 millones 480 mil 713 acciones, que representan 49 por ciento del capital de la aerolínea.

En el fondo desconocemos que tipo de alquimia están realizando, pero de lo que no me queda la menor duda, es que Aeroméxico tiene más vidas que un gato para seguir en el mercado aeronáutico. El Cabalero Águila ha demostrado a lo largo de su historia que es un hueso duro de roer, y quienes profetizan su “desaparición”, es que no saben de cómo se manejan la aviación y los grandes negocios en este país.

Aeroméxico va a quebrar si y sólo si sus dueños así lo quieren, no por las voces que sin el más mínimo conocimiento salen repartiendo culpas, y lanzan dardos envenenados cuyos destinatarios son dependiendo del espectro político donde se encuentre ubicados. Para unos los villanos están claramente en el gobierno; para otros, esa es precisamente la sala de justicia que puede resolver el entuerto.

La realidad es que seguiremos viendo surcar los cielos a la aerolínea al mando de Andrés Conesa y Javier Arrigunaga. Un hecho que me hace tener tal certeza es que el sindicato de pilotos (ASPA) está en pleno reclutamiento de personal para equipos Boeing 737 y Embraer 190. Un dato más: esta semana se inauguraron tres rutas nuevas Guadalajara-Madrid, Monterrey-Madrid y Cancún-Sao Paulo.

Así es que los que buscan en la vida bursátil de Aeroméxico los argumentos para atacar o defender a grupos políticos, pierden su tiempo. La empresa aeronáutica ha estado en peores escenarios y ha salido adelante, y también ha vivido verdaderas bonanzas y paraísos monopólicos, reportando números tan rojos que dan miedo. Mientras tanto, seguiremos observando muy de cerca cómo le hace este gato, para caer como suele hacerlo: parado.