Un día como hoy se conmemora el Día  Mundial de la Salud Mental. Nos recuerda que la salud mental de las personas es la sólida base para construir vidas más plenas y satisfactorias.

A mi parecer, y como psicóloga que soy, puedo asegurar que lo único bueno que nos trajo la pandemia por Covid fue el que se hablara más abiertamente y con mayor naturalidad  acerca de la salud mental de todos y de todas.

Palabras  como “depresión” “ansiedad” y “neurosis” fueron más mencionadas en redes sociales y en conversaciones de sobremesa. Mucha gente empezó a aceptar que tenía alguna o todas estas condiciones.

Un preocupante aumento de suicidios sobre todo en jóvenes empezaron a darse y siguen dándose, aunque el subsecretario Gatell haya dicho que “no es nada para alarmarse”, por supuesto es alarmante.

Los padres parecían y parecen  no darse cuenta de la depresión de sus hijos, escondidos tras video juegos su alma muere de dolor.

Jóvenes haciéndose cortes en la piel, lo que conocemos como “cutting”, Para poder lidiar con su desesperanza y sus miedos.

Ataques de pánico recurrentes, ansiedad y ahora como nunca brotes de ira y de ansiedad en personas que jamás habían pasado por nada de esto.

¡Basta! Es hora de hablar de la salud mental.

Pero no de la salud mental de otros, sino de la nuestra: Empiezo por la mía: Durante toda mi vida, sobre todo en mi niñez, padecí de ataques de ansiedad y de pánico. Mis estallidos de horror y mis ganas de salirme corriendo del salón de clases en la primaria eran incomprensibles para todos: Para mí, para mis maestros y mucho menos entendible para mis padres.

Mi madre padecía de una depresión profunda y crónica. Era difícil que quisiera comer y ponerse de pie. Casi nunca se bañaba , fumaba mucho y tenía adicción a diferentes sustancias por lo que no tuvo la capacidad de darse cuenta de que algo andaba muy mal conmigo. Estaba mentalmente ausente casi todo el día todo el tiempo.

Yo la miraba de niña y pensaba que estaba “enferma” y sí, sí estaba enferma, pero yo no entendía que era de la mente. Nadie nos dimos cuenta. Nadie supo cómo ayudarla. Los antidepresivos no bastaban y su depresión nos  dolía y afectaba a todos en casa brutalmente.

De pronto me  “compré” su depresión y la hice mía. Poco a poco fui volviéndome una persona más introvertida y aislada pero tampoco nadie se dio cuenta de que empezaba a padecer de depresión . Y pensé que estudiar psicología me ayudaría mucho  para poder hacer algo por mi madre y resultó que la carrera solo me hizo entender que primero tenía que ver qué había dentro de mí para poder ayudar a otros, no se trataba de arreglarle la vida a otros, se trataba de arreglar la mía así que me honra mucho decir que soy psicóloga pero fue un brutal reto haberla estudiado.

Ahí, hasta entonces, entendí la condición de mi madre y lo difícil que es para los familiares convivir con una persona que está enferma mentalmente.

Mi madre tuvo dos intentos de suicidio y uno que la llevó a su muerte.

Y mientras asimilaba esto, mi padre a su vez,  empezaba a desarrollar demencia vascular: Esto quiere decir que él tenía una condición pulmonar que se llama hipertensión pulmonar. Al haber vivido junto a mi madre años, se volvió un fumador pasivo y sus pulmones se dañaron. Por lo tanto la sangre no le irrigaba bien al cerebro: Tenía delirios de persecución, hablaba de sus traumas de la infancia y del pasado todo el tiempo, pero también todo el tiempo hablaba de sus éxitos pasados  y de lo difícil que le había sido sobrevivir en la vida, su mente estaba instalada en el pasado,  le costaba trabajo hilar una conversación y no encontraba fácilmente las  palabras exactas para expresarse,  le costaba darse cuenta de lo que sucedía en el aquí y ahora. No estaba consciente del presente pero su mente se instalaba en el pasado . Era difícil tocar ese tema con él y pedirle que buscáramos ayuda porque montaba en cólera y no aceptaba que tuviera ningún problema mental.

También fue muy duro para mi hermana y para mí ver su mente desintegrándose  poco a poco.

En cambio ella  siempre estaba feliz y de buen humor. Cuando tocó el cáncer a su vida, la doctora paliativista me dijo: “yo creo que tu hermana tiene algo en el cerebro porque siempre está feliz y ya sabe que se va a morir” y yo solté la carcajada y le dije “así es ella doctora, siempre fue así “.

¿A qué quiero llegar con esto? A decirles que todo esto me ha llevado a vivir episodios depresivos, con muchos ataques de ansiedad y de pánico durante mi vida  y muchas veces recorrió en mi mente la idea de " y que tal que me muriera”, también algo me ha hecho explotar llena de ira alguna vez y la neurosis me ha atrapado cientos de veces.

Y ustedes podrán decir: ¿Porqué tiene que contar esto Claudia? ¿Se victimiza? ¿Quién la tomará en serio?

Pero creo que si hablo de mí, y que si no hablamos de ello abiertamente, no podremos ayudarnos a nosotros pero tampoco podremos ayudar a los que nos rodean y que no la estén pasando  bien.

En este día que se conmemora la conciencia de la importancia de la salud mental, quise hablar de mi propia salud mental, para invitarlos a que no se guarden las cosas, que busquen y encuentren con quien hablar y con quien desahogarse y sobre todo aprender a ser más humanos con uno mismo... Ser compasivos con nosotros mismos  y aceptar que tener malos momentos no nos hace frágiles ni vulnerables ni nos hace locos ni tampoco incapaces.

Nos pone en un lugar de empatía con otros y con nosotros mismos  y nos ayuda a poder controlar mucho mejor nuestras emociones, con inteligencia y compasión.

Soy  de la idea de que no existe la felicidad, sino momentos felices. Y que lo más importante que debemos de buscar es nuestra paz y la paz de otros.  Llorar cuando tengas que llorar y aceptarte con tus fragilidades te hará  un ser humano inmensamente fuerte.

A veces pienso en todos estos jóvenes y adultos que se han suicidado últimamente.

Pienso en mi madre…

Si tal vez ese día que tomaron esa decisión  todos ellos hubieran recibido un abrazo, un “te amo” un “no me dejes” quizá aún estarían aquí...

Hoy es un buen día para decirte que eres valioso, y sí: que también te amo y te necesito... Si necesitas hablar con alguien, aquí estoy.

Es cuanto.