México se encuentra de luto por el sensible fallecimiento del doctor Mario Molina, ocurrido este miércoles 7 de octubre, quien es el científico mexicano más reconocido en la historia. La razón: fue pionero en el estudio de diferentes productos químicos industriales y sus efectos en la capa de ozono, el escudo protector de la Tierra. 

Los hallazgos del ingeniero químico egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) fueron tan relevantes que en 1995 lo llevaron a ganar el Premio Nobel de Química y hasta la fecha son utilizados como referencia en la lucha por el cuidado del medio ambiente. 

Pero, ¿qué investigación fue exactamente la que labró el camino de Mario Molina rumbo al galardón más deseado entre la comunidad científica?

Todo comenzó en 1973, cuando ya graduado de la UNAM y tras haber seguido sus estudios en Alemania y Estados Unidos, decidió unirse al equipo del profesor de química Sherwood Sherry Rowland como becario de posdoctorado.

Este último le ofreció averiguar el destino de los clorofluorocarbonos (CFCs), productos químicos industriales que en ese entonces “no parecían tener ningún efecto significativo en el medio ambiente”, según contó Molina.

Los resultados de su investigación, en coautoría con Rowland y Paul Crutzen, fueron publicados el 28 de junio de 1974 por la revista Nature, en la que el científico mexicano y sus colegas lanzaron una alerta que retumba hasta nuestros días:

“Advertimos que los átomos de cloro producidos por la descomposición de los CFCs destruyen por catálisis al ozono"

Mario Molina

En su momento, Molina reconoció que cuando eligió estudiar los CFCs no pensó en las consecuencias ambientales que producían.

Doce años después, en 1985, se descubrió el agujero en la capa de ozono sobre la Antártida y entonces el estudio de Molina, Rowland y Paul Crutzen cobró tanta relevancia que influyó en las firmas del Convenio de Viena y del Protocolo de Montreal.

Una década después, la Fundación Nobel emitió un comunicado para informar que el mexicano y sus dos colegas habían sido elegidos para recibir el Premio Nobel de Química, al reconocerlos como pioneros en el estudio de la descomposición del ozono a través de diversos procesos en la atmósfera.

"Más importante aún, han demostrado de esta manera la sensibilidad de la capa de ozono a la influencia de las emisiones antropogénicas de ciertos compuestos”

Fundación Nobel

Ante ello, la Fundación Nobel reconoció a Mario Molina, Sherwood Sherry Rowland y Paul Crutzen como:

“Los investigadores [que] han contribuido a nuestra salvación de un problema ambiental global que podría tener consecuencias catastróficas”

Fundación Nobel