Cito a Eco en 'La virginiana y la iraní', artículo que publicó en 2010, porque es lo primero que viene a mi mente cuando pienso en sus profusas obras. Recuerdo haber concordado con su idiosincrasia al respecto de la pena de muerte en países como Irán y EU. Hoy, en el aniversario de su nacimiento, a sus 84 años, este es mi homenaje al escritor, experto en semiótica y comunicación.

Pese a que ‘El nombre de la rosa’, ‘La isla del día de antes’ y ‘El péndulo de Foucault’, son los tres pilares fundamentales de su extensa labor, ha cultivado también otros géneros como el ensayo y el artículo de opinión, en diversos periódicos, mismos que no son tan leídos, pero no por eso son menos recomendables.

Hasta Italia, le enviamos un abrazo y le deseamos un feliz cumpleaños a uno de los premios del Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades. Aquí una lista de sus frases más recordadas:

“Los libros se respetan usándolos, no dejándolos en paz”.

“Hacer una tesis significa divertirse y la tesis es como el cerdo, en ella todo tiene provecho”.

“Nada es más nocivo para la creatividad que el furor de la inspiración".

“Adoro a los gatos. Son de las pocas criaturas que no se dejan explotar por sus dueños”.

“El mundo está lleno de libros preciosos que nadie lee".

“El arte nos engaña y nos tranquiliza, nos hace ver el mundo tal como los artistas quisieran que fuese".

“Hoy, no salir en televisión es un signo de elegancia”.

“Los libros son esa clase de instrumentos que, una vez inventados, no pudieron ser mejorados, simplemente porque son buenos. Como el martillo, el cuchillo, la cuchara o la tijera”.

"El verdadero amor quiere el bien del amado".

“Intentar entender al otro significa destruir los clichés que lo rodean, sin negar ni borrar su alteridad".

"Un sueño es una escritura y muchas escrituras no son más que sueños".

"Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas".

"La gratitud es el lenguaje que los sordos pueden oír y los ciegos pueden ver".

"Ni siquiera los asesinos deben ser sentenciados a muerte, las sociedades no deberían matar a sus ciudadanos (ni siquiera luego de un debido proceso, ni siquiera si la ejecución es relativamente indolora)". 

“Nada hay que ocupe y ate más el corazón que el amor. Por eso, cuando no dispone de armas para gobernarse, el alma se hunde, por el amor, en la más honda de las ruinas".