En este año lleno de remakes, secuelas y engaños-quita-dinero en las salas de cine, cerrar el año con una secuela que nadie esperaba y que nadie pidió es la movida clásica de un estudio por intentar arrebatarnos nuestro dinero.
El nombre Jumanji es sinónimo de aventura, comedia y juegos de mesa traicioneros, el que aparezca este “semi reboot” en cartelera con un ensamble de actores y cómicos que hemos visto en todos los blockbusters veraniegos en los últimos años y que hayan transformado el misterioso juego de mesa de la primera cinta a un videojuego es señal para cualquiera de dar media vuelta y alejarse sin mirar atrás de las salas..
Tenemos la fortuna de decirles que Jumanji: En la selva rompe con estas obvias expectativas, no nos malinterpreten, sigue siendo un intento más por capitalizar con la nostalgia del joven adulto, pero sorpresivamente es garantía de pasar un buen rato. El ensamble actoral tiene una excelente química empezando por Kevin Hart que se roba totalmente la película -interpretándose como siempre a sí mismo-; Jack Black y Dwayne Johnson le agregan dimensión a sus personajes además de recordarnos que “La Roca” puede ser gracioso y que Jack Black aún está vivo-estaba muerto para nosotros desde “Los viajes de Gulliver”-; Karen Gillan sorprende con su actuación ya que siempre ha sido desaprovechada en todos los proyectos en los que participa.
El guión -a pesar de tener acreditados a cinco escritores- es consistente y muy entretenido; la adición de elementos característicos de los videojuegos agrega algo más a la fórmula que sólo reglas o tarjetas, da un paso más para refrescar la franquicia y empatizar con el público joven.
Esta vez la historia nos lleva a un grupo de jóvenes que por mandato escolar son encargados de limpiar el sótano de la escuela. Entre cajas y polvo aparece frente a ellos el videojuego que cambiará sus vidas, con solo presionar un botón son llevados a la indomable selva de Jumanji, su misión, si desean escapar algún día del videojuego, es recuperar una joya con poderes sobrenaturales que cayó en manos equivocadas.
Como es costumbre, el armar un ensamble de actores protagónicos deja al descubierto las carencias de un villano digno, esta vez le toca a Bobby Cannavale pasar el trago amargo que aunque hace un excelente trabajo no deja de ser un villano de requisito ya que la cinta aplica su fuerza en contar las aventuras del equipo de héroes disfuncional y no una historia balanceada.
El flujo de dinero por hacer este proyecto nunca dejó de correr, podemos decir que los efectos son de excelente calidad así como la musicalización por parte del pupilo de Hans Zimmer: Henry Jackman que nos recuerda el espíritu salvaje de la primera cinta y sus incesantes tambores.
En conclusión, esto más que una secuela es una sorpresa agradable, si busca pasar un buen rato, esta es su mejor opción.