El federalismo es una forma de Estado que se distingue por su descentralización política, esto permite que las entidades federativas cuenten con una capacidad para tener gobiernos y leyes propias, así como un órgano judicial que dirima las controversias que surjan en su territorio. Sobre las características y peculiaridades del federalismo se han escrito muchos libros y artículos destacados, por lo menos, desde su surgimiento a finales del siglo XVIII.

También ha sido objeto de estudio en planes y programas académicos de materias asociadas con el derecho, la política y la administración en todo el mundo.

Como se aprecia, sobre el federalismo existen aparatos conceptuales a los cuales los gobiernos pueden acudir para entenderlo y aplicarlo. Sin embargo, comprender esta figura en un caso como México puede resultar muy difícil, pues al describir los hechos que acontecieron en este país se evidencia que la institución de la que hablamos, por lo menos en gran parte de los siglos XX y XXI, sólo ha existido en texto, más no en la realidad.

Por ejemplo, el gobierno posrevolucionario que se asentó en México ideó una manera de propagar un control que consistió en asociar a los agentes políticos, así, a lo largo del tiempo, fueron cooptando en cualquier parte del país a las personas en lo individual o a los colectivos como asociaciones o sindicatos al partido político gobernante. En este marco, todo agente del poder público del Estado emanaba de las filas de ese instituto político, de modo tal que este tipo de cooptación generaba que los gobernadores, legisladores, federales o locales, así como los integrantes de los ayuntamientos, atendían los designios de una asociación que tenía en su cúspide al presidente de la República en turno.

En particular, sobre esta línea argumental se puede apreciar cómo los gobernadores durante el tiempo del partido hegemónico superponían los designios presidenciales o del centro a las particularidades de sus respectivas entidades (producto interno bruto, población, capacidad o derechos contributivos, etcétera), ya que lo valioso era quedar bien con el titular del Ejecutivo. Lo descrito imperó casi hasta finales del siglo XX.

Si bien puede hablarse de la ruptura de este modelo con una serie de acontecimientos como la primera gubernatura de oposición, en 1989; la imposición de una reforma a la Constitución, en 1994, consistente en el establecimiento de procesos judiciales que servirían no sólo para garantizar que ninguna ley o autoridad invadiera la competencia de otra o fuera en contra de la Constitución, sino también para ser un contrapeso del gobierno en turno y, desde luego, la pérdida de las mayorías abrumadoras del partido tradicional en el Congreso de la Unión en el año de 1997, lo que se presentó en los hechos fue una relación interesante consistente en advertir que entre mayor pluralidad en las cámaras federales, mayor es el grado de libertad de los gobernadores respecto del poder central, acentuándose aún más el contexto Federalista.

Sin embargo, el presente determina que hoy las cámaras del Congreso vuelven a poseer la mayoría a favor de un mismo partido y, por lo tanto, los gobernadores de bandera política distinta al presidente, para tener coordinación con aquél, deben de esperar hasta en tanto la agenda presidencial o conveniencia así lo determinen.

Bajo las circunstancias actuales, de mayoría a favor de un mismo partido, es evidente que de manera individual o por fuerza política individual sería muy difícil que los gobernadores de partidos distintos llamaran la atención del Ejecutivo, no obstante, de manera gratificante para el federalismo y la Constitución mexicana, hemos visto la asociación de fuerzas políticas diversas a las del presidente, lo que implica la consolidación de lo que ellos denominaron “Alianza Federalista”, que en los hechos es un canal para consolidar intereses comunes y hacer presencia de las entidades federativas gobernadas por estos.

En este orden de ideas se ve con buenos ojos este método, que se espera sea un contrapeso a las políticas de Estado que se están desarrollando, ojalá esto sea, por el bien del país, el inicio de un federalismo vigoroso, independiente del control de las mayorías alojadas en las cámaras. Esperamos con expectativa el próximo 19 de agosto, fecha en la que se reunirán los gobernadores del país con el presidente.

Profesor de la Facultad de Derecho de la UNAM