No sé si engañó al SAT el señor Alejandro Gómez Casso, hijo del senador y dirigente minero Napoleón Gómez Urrutia. El diario Reforma publicó hace algunos días una nota en ese sentido. Si de lo periodístico se pasa a lo legal, esto es, si alguien presenta una denuncia formal, entonces tendrá que investigarlo Margarita Ríos-Farjat, jefa del Servicio de Administración Tributaria. Solo después de que la autoridad averigüe se podrá saber si Gómez Casso hizo, o no, algo indebido.

No critico la información dada a conocer en el periódico dirigido por Alejandro Junco. Todo lo contrario, aplaudo su trabajo que normalmente es muy útil para corregir excesos, arbitrariedades de los políticos.

Muchos hemos cuestionado a Napoleón Gómez Urrutia, un buen economista que jamás trabajó como minero y que, por lo mismo, no tendría por qué ser líder sindical.

Hay consenso en la opinión pública acerca de que Gómez Urrutia pudo haberse enriquecido manipulando de alguna manera 55 millones de dólares que estaban en un fideicomiso de los trabajadores de Cananea. Se le denunció por ello, pero lo cierto es que luego de años de litigios, a Napoleón se le exoneró de cualquier delito relacionado con ese dinero.

En ese caso, la verdad periodística, quizá indebidamente —pero no lo sé—, resultó en cierto sentido refutada por la verdad jurídica.

Lo que no entiendo es la saña contra el hijo del líder minero. Tiene valor la nota sobre el supuesto engaño al SAT: Gómez Casso, dice Reforma, realizó en 2007 un trámite ante el Servicio de Administración Tributaria “en el que otra persona se hizo pasar como él para no tener que viajar a México ante el temor a ser detenido”. En el trámite se utilizó, según el periódico mencionado, “la copia fotostática de un pasaporte expedido en Vancouver, cuya supuesta autenticidad avaló el notario público 230 de la Ciudad de México, Bazúa Witte, quien, tras difundirse el caso, aseguró que él no lo hizo”.

Desconozco si eso es verdad y, en caso de serlo, qué tan grave es la falta. Lo que sea, la información es buena. El presidente López Obrador, cuestionado sobre la misma, se comprometió a que se investigará qué fue lo que pasó. Pronto, con certeza, sabremos si el hijo de Gómez Urrutia hizo o no algo incorrecto.

Hasta ahí, irreprochable el trabajo de Reforma. Pero hoy lo echa a perder al extralimitarse publicando fotografías de algunas vacaciones de Alejandro Gómez Casso y su familia.

En la nota original, la del “engaño al SAT”, no se acusa de corrupto al hijo de Napoleón Gómez, sino de haber pedido a otra persona hacerse pasar por él para hacer un trámite ante el Servicio de Administración Tributaria. ¿Añaden información sobre el presunto ilícito las fotos privadas de Gómez Casso, su esposa y sus hijos? Desde luego que no sirven para fortalecer la tesis de que se engañó a la autoridad fiscal. Son simplemente fotos de una familia en vacaciones.

Claro está, como pasean en lugares caros, las fotografías llevan la obvia y más que perversa intención de poner al público contra el hijo de Napoleón. Es decir, estamos ante un linchamiento. Así de sencillo.

En Reforma se lee que la familia exhibida reside en San Pedro Garza García, Nuevo León. Entonces, los hijos de Gómez Casso deben estar inscritos en escuelas de ese municipio o no muy lejos de ahí. Y en esa localidad deben realizar su vida social. Después de que Reforma (El Norte en tierras nuevoleonesas), balconeó sus vacaciones, probablemente los nietos de Gómez Urrutia sufrirán burlas y acoso. Si eso es lo que se buscaba, qué buen trabajo, un sicario no lo habría hecho mejor. Ahora bien, ¿es ético que sufran tres jóvenes por algo que no puede ser considerado periodismo? Porque, en este caso, no es periodístico, sino nada más un vulgar golpe, dar a conocer un determinado nivel de ocio. No, no es periodismo, ni tampoco ético, difundir fotografías de sus viajes porque la denuncia inicial nada tenía que ver con los muchachos ni con su estilo de vida.