En la pasada legislatura del Congreso de la Unión, me hice amigo de una edecán. Fuimos a comer al restaurante del Congreso de la Unión dos o tres veces. Las charlas con la joven fueron muy agradables, porque la chica es muy ingeniosa y estaba bien enterada de los entresijos legislativos.

Hace poco mi amiga edecán me dijo que buscaba trabajo porque la habían despedido del Palacio Legislativo. Malo el cuento. Le respondí lo obvio: a la Cuarta Transformación Nacional no le gustan las edecanes. Siguen trabajando algunas compañeras suyas en el Congreso, pero ya son menos que antes. El desprestigio de estas chicas es injusto y ruin. Incluso he leído a varios colegas periodistas denunciando la trata de mujeres en la Ciudad de México confundido edecanes con prostitutas. Qué ignorantes o qué marchistas, o ambas cosas a la vez.

No es criticable (más que por los atuendos rabones de algunas de estas chicas, aunque están en su pleno derecho de usarlos), que el Congreso de la Unión contrate edecanes para auxiliar en la organización de actos y ceremonias legislativas. Pasa lo mismo en México como en cualquier país del Primer Mundo.

Pero alguna prensa escrita y ciertos políticos de Morena infieren que las edecanes también ofrecen servicios sexuales a los legisladores. Quizá algunas sí lo hagan, pero ya es decisión personal del contratante y la contratada. Sin embargo, las edecanes no son prostitutas potenciales, como supone un sector del periodismo y la política de Morena más machista, gacho y retrógrado.

El delito de trata de personas consiste en utilizar prostitutas con o sin su consentimiento expreso. Pero la contratación de edecanes es otra cosa muy distinta. La red de prostitución  que explota a mujeres –muchas de ellas adolescentes—es un acto delictivo grave. Pero las edecanes simplemente ejercen un trabajo digno y respetuoso como cualquier otro con carácter legal.

El Congreso destina un rubro para contratar edecanes. Ni siquiera es de los rubros más significativos de su personal eventual. No creo que en un esquema de ahorro haga falta recortarlas de tajo, porque los demás empleados de ese Poder – cuya nómina sí es excesiva y burocrática – no quieren cumplir con dichas tareas de edecanía. Por tanto, no es una irregularidad recurrir a personal eventual que apoyen tales funciones.

Otro tema (en la antípoda del que comento), es el desvío de recursos públicos destinados a la explotación sexual. Algunos políticos y periodistas quieren juntar maliciosamente ambos asuntos. Las mismas chicas que asisten a una entrevista de trabajo saben diferenciar a dónde y a qué se les contrata: a acomodar invitados con sus personificadores respectivos en un evento o a ofrecer favores sexuales a sus clientes. De todo hay en la Viña del Señor.

Sin duda habrá incautas que confundan las funciones de edecanía y prostitución. Pero es innegable que son las menos. Lo que sí comienza a preocupar es que muchos políticos de Morena y periodistas supongan, deliberadamente o no, que es lo mismo una edecán que una prostituta. Y nadie los desmiente. Estas chicas no ocupan la reivindicación moral de sus empleos, pero sí que se les ponga un hasta aquí a los machos (que de seguro son calados) y a los viejos rabo verdes con charola de senadores o diputados. Luego daremos nombres.

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