La construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM) se ha llevado todos los titulares y programas de análisis político porque es evidente que, más que una decisión económica (lo que debería de ser), es una decisión política que ocasiona que se tergiversen sus objetivos.

La SCT, además de cumplir con los Compromisos de Gobierno, inició 3 grandes proyectos de infraestructura transexenales: la Red Compartida que incrementará la conectividad y competencia en el sector y dará, en su última etapa, cobertura a 92% de la población; el Nuevo Puerto de Veracruz que tiene concluidas todas las obras de infraestructura básica y que en su última etapa cuadruplicará la capacidad instalada de 24 a más de 96 millones de toneladas y; por último, el NAIM en el que sus primeros documentos datan del sexenio del presidente López Portillo y que por diversas razones se tuvo que posponer. Posteriormente, el presidente Salinas lo retomó, pero se decidió por hacer Toluca y volver a esperar.

Aun cuando se tuvo que esperar el momento y la capacidad financiera para desarrollarlo, el NAIM es una obra impostergable porque se entiende que los aeropuertos “hub” son promotores de la economía: Dallas-Forth Worth (EU), Singapur-Changi o Londres-Heathrow; en Latinoamérica existen Guarulhos en Brasil y el Dorado en Colombia. En México, siendo la 2ª economía más grande de la región y la 15ª del mundo, no tenemos un aeropuerto “hub”.

Cancelarlo nos costaría cerca de 100 mil mdp, más el costo de resarcir el sitio (al NAIM únicamente requiere 88 mil mdp de inversión privada para concluirse). Además, la renegociación con los inversionistas implicaría una reducción en la calificación crediticia de los bonos e, incluso, de la deuda soberana nacional y seguramente perderían la confianza para invertir en los proyectos de infraestructura del nuevo gobierno. Además, cancelarlo les haría pensar que esas decisiones se toman con el estómago; AMLO alcanzó la Presidencia porque supo hacer lo necesario, independiente de buenos  o malos consejos o de “encuestas singulares”.

Creo que hay demasiado ruido político en torno a esta obra, pero no por la obligada decisión del gobierno, sino porque en esta singular encuesta el pueblo votará por lo que le generará mayores beneficios. El NAIM se seguirá construyendo porque es necesario para que llegue inversión, turismo, desarrollo y porque va en sintonía con lo dicho por las organizaciones especializadas en aeronáutica (MITRE, OACI, Colegio de Ingenieros de México, etcétera). En cambio, aquellos que por ideología se muestran contrarios a su construcción lo hacen por darle un valor más alto a la política sin ver los beneficios económicos y porque creen, equivocadamente, que se congraciarán con el Presidente electo.

Incluso, miembros distinguidos de Morena se han declarado a favor del NAIM, pero no lo hacen para alinearse a alguna facción ideológica, sino para apoyar a un gobierno que está por comenzar; creo que no existe, en ninguna parte del mundo, un gobierno entrante que pueda querer algo malo para su país. Sin duda López Obrador buscará lo mejor para México y negar una inversión de este tamaño sería comenzar con el pie izquierdo. Estoy seguro de que no existirá un “error de octubre” o un balazo en el pie porque un político sagaz, como él, no lo cancelará.

Esta decisión, con o sin consulta, resultará lo mejor para México y permitirá al nuevo gobierno iniciar con infraestructura que promueva nuevos negocios, inversiones y turismo. Estoy cierto que AMLO, al igual que todos los presidentes, busca lo mejor para México y para su gobierno que inicia.

¿Quién ganará? Ganará México y con ellos los que quieren un gran aeropuerto “hub”. El domingo veremos el recuento de aquellos que voten y, sobre todo, veremos la decisión de un nuevo gobierno que busca lo mejor para México y su desarrollo. La decisión final se debe de hacer con visión de futuro, pensando en las siguientes generaciones; se debe de hacer con sabiduría.