La política es el negocio más importante para los ciudadanos porque ella es el recurso único que les permite encontrar acuerdos para la edificación y la mejora continua de la sociedad.

Si el ciudadano descuida este negocio - el de la política -, éste empieza a fallar hasta dejar de funcionar por completo. Y a la muerte de la política sobreviene una cadena trágica de sucesos: el primado de la ley del más fuerte, la obliteración de los acuerdos de razón, y el final colapso de la sociedad. Y con esto, el colapso de cada negocio privado entre los ciudadanos es inevitable. En breve, el fracaso de la política ha de implicar, tarde que temprano, y necesariamente, el fracaso del mundo privado de cada ciudadano.

Lo anterior aplica a todo ciudadano que se jacte de ser parte de una sociedad que aspira a ser moderna y democrática, y con independencia de nuestro estado de conocimiento o de ignorancia respecto de las relaciones intrínsecas entre política y actividades privadas de los ciudadanos. Pero claro que se excluye de esto a todo ciudadano que se crea dios o parte de una especie animal diferente al hombre.

La violencia: una falla de la política.

Una muestra patente de la relación íntima e indeclinable entre política y negocios privados la da nuestra actual situación en lo que toca a legalidad y seguridad. Al paso del tiempo, la falla de la política en estas materias nos ha llevado a una situación del imperio de la ley del más fuerte y de la ilegalidad en las relaciones económicas – extorsiones, secuestros, tráfico ilegal -, y luego los efectos nocivos de esta situación se han dejado sentir en la actividad económica de los ciudadanos – cierre de empresas, pérdida de inversión, cargas fiscales informales por extorsión, desempleo, etc.  -.

Las televisoras mexicanas han tenido una actuación estelar en eso de lamentarse por  la ola de violencia que azota al país de tiempo atrás. Son ellas las que primero se arrancan los pelos y se dan golpes de pecho para quejarse por esta situación en tonos y matices verdaderamente teatrales:

- ¡Dios mío!...¿Qué va a ser de nosotros?...¡Necesitamos valores morales y civismo! – exclaman frente al público televidente-.

Y como es de esperar, los loros de la televisión no tardan en dar con una de las causas de este problema, que no la última y verdaderamente esencial:

- ¡Los políticos han fallado! – exclaman con un aire de indignación -.

En efecto, como dijimos al principio: si la política falla, la sociedad deja de funcionar como debe. Y si las televisoras mexicanas señalan en este caso la falla de la política como causa, no es sino porque entienden ese principio básico. 

El primado del show y el futbol sobre la política: apostándole a la falla de la política.

En otros apuntes en este diario he dicho cómo es que la democracia está limitada a ofrecer solamente un mecanismo de consenso para los integrantes de una sociedad, y que en esta función no garantiza nada respecto de la verdad sobre lo que más conviene en política para el buen funcionamiento del organismo social. Y esto es así, porque la verdad no depende de mayorías, sino de la concordancia entre los juicios de la razón y la realidad, y donde la información objetiva es de primordial importancia.

Así las cosas, todo ciudadano ordinario que se precie de sostener principios democráticos deberá tener siempre como una máxima de primer orden el privilegiar la generación y la circulación de la información objetiva entra la ciudadanía con la vista puesta en la eficiencia en la toma de decisiones en política.

Y pese a todo lo anterior, hemos acudido recién a un evento sorprendente, no por su singularidad, sino por su cinismo: las dos televisoras mexicanas más importantes han privilegiado en su programación al show business por sobre el debate entre presidenciables.

¿Qué significa esto?

Como no es posible creer que los accionistas y directivos de esas dos empresas sean gentes ignorantes a grado tal de no saber que la política es el más importante de los negocios para todo ciudadano, y que la información en ese terreno es de vital importancia para la eficiencia en la toma de decisiones, debemos concluir que, para ellos, la política y su fin – el bienestar de la sociedad - están supeditados a los intereses de su negocio privado.

En suma, podríamos decir que la máxima política de estas empresas televisivas es la siguiente: Política y democracia, según convenga a nuestras utilidades. Y bueno, como usted ya bien sabe, Peña Nieto y Josefina Vázquez Mota son – ésta como Second Best -, hoy por hoy, sus dos activos principales para la continuidad del jugoso negocio de las comunicaciones a costa de los bienes de la nación.

Pero cuando las cosas se ven así, por el lado de la cruda realidad, saltan los absurdos, las inconsecuencias.

Tremendo absurdo es que una empresa televisora que se dice promotora de la eficacia en la política – caso de la violencia, por ejemplo -, luego se decante por generar fallas en la política de manera deliberada con aquello de obstruir o limitar el sano fluir de la información en la democracia.

También es un tremendo absurdo el que una empresa televisora use de un bien de la nación para ir en contra de los intereses de la nación.

Y todo esto no denota sino una franca inconsecuencia entre los principios políticos y éticos que se profesan y los hechos. En otras palabras, hablamos de una moral laxa, a conveniencia, de mentira y de hipocresía.

¿Pueden argüir algo en su favor las dos empresas televisivas en este caso?

No se puede traer a cuentas argumentos falaces referentes a audiencia mayoritaria para tratar de justificar el privilegio al show business por sobre la política, como ha pretendido hacer Salinas Pliego. La ética es uno de los grandes ejes de gravedad de la política, y la verdad en este terreno está dictada por el deber ser apuntado al bien público, ya bien de acuerdo a los principios o a los resultados de la acción, y no así por lo que prefiere una mayoría o por lo que dictan los intereses de un negocio privado.

Es también evidente que las dos empresas televisoras no van a sufrir pérdidas económicas tan sustanciales como para quebrar en un suspiro si privilegiaran al debate sobre su tonto y decadente show business. Es más, lo cierto es que, para ellas, darle prioridad al debate puede reportarles excelentes ganancias por publicidad. Sin embargo, sabemos que lo que sí puede reportarles un futuro aciago es que se verifique uno de los varios resultados posibles del debate presidencial en cadena nacional y en horarios y canales estelares: que AMLO gane el debate y Peña Nieto quede evidenciado ante todos los mexicanos como lo que es: un hombre con serias limitaciones en política y supeditado a los intereses de los Robber Barons, antes que a los intereses de los mexicanos ordinarios. Aquí está el meollo de este asunto de la negativa de las televisoras a dar prioridad al debate por sobre la farándula y el futbol.

Pase lo que pase, para el ciudadano ordinario que no gusta de engañarse hay un gran beneficio con este bochornoso suceso. Y es que las dos empresas se han mostrado una vez más como lo que son: una moderna Medea de Ovidio. Piensan y hablan mucho sobre el bien público a través de sus loros, pero en los hechos se inclinan por el mal. Y en este caso que nos ocupa, la Medea de Ovidio nos ha mostrado que está siempre lista para lanzar panegíricos a la política y a la democracia, pero que en el fondo apuesta a su fracaso.

Y si es ya tan evidente la apuesta de las dos empresas televisivas por el fracaso de la política y la democracia en México, vale una pregunta muy importante: ¿usted cree en las encuestas electorales de estas dos empresas?

Buen día.