El primero de julio entra en vigor el T-MEC, una gran oportunidad para el intercambio comercial entre México, Estados Unidos y Canadá que sin duda fomentará el desarrollo de las tres economías participantes.

No se puede negar que por el T-MEC mejorarán las condiciones laborales para los trabajadores de nuestro país ya que paulatinamente se tendrán que ir igualando las condiciones salariales, de prestaciones y condiciones de seguridad laboral, como ya se puede observar mediante la implementación de la NOM-135.

Uno de los sectores que más se beneficiará de este acuerdo, es el automotriz y toda su cadena de valor, como el de autopartes, logística e integración de factores de la producción.

Otras actividades comerciales como las maquilas potenciarán su desarrollo con importantes beneficios para México, que, aprovechando el contexto de la guerra comercial entre Estados Unidos y China recuperará parte o gran parte de la maquila en la que China nos había desplazado.

El T-MEC, sin embargo, no será suficiente para que la economía de México florezca o se recupere en forma de “V” como lo ha pronosticado el compañero presidente

Entre el T-MEC y la política económica del gobierno de AMLO hay una brecha insalvable que, a la larga, o no tanto, generará conflictos que parecen insalvables y que afectarán el crecimiento de los principales sectores de la economía e impulsarán la desigualdad social.

La brecha radica en que AMLO ha basado el desarrollo de la economía nacional en tres proyectos sustanciales, que nada tienen que ver con el modelo económico que representa el T-MEC: el Tren Maya, el Aeropuerto de Santa Lucía y la construcción de la Refinería de Dos Bocas.

En dichos proyectos, no existe conectividad ni complementariedad y sí un choque de principios e incentivos en temas como el energético, telecomunicaciones y cibernético entre otros sectores de la producción.

 

¿Cómo conciliar sin llevarse al país entre las patas?

En el tema de la energía, como factor determinante para el desarrollo de una nación, se debe tener la capacidad de apropiación de las nuevas tecnologías y de estar a la vanguardia y en condiciones de competencia, sin embargo, el planteamiento de AMLO es totalmente retrogrado.

Y pareciera incluso, que Jesús Seade, el negociador para el T-MEC, le mintió a AMLO, porque si bien no existe un capítulo exprofeso para el sector energético, el tema está en el espíritu del Tratado, según explica el exjefe negociador de México en el T-MEC, Kenneth Smith, que los Anexos 1 y 2 y diversos Capítulos del Tratado, establecen las obligaciones relacionadas con el sector energético que las partes adquieren. Por ejemplo: el Capítulo 14, relativo a Inversión; el Capítulo 15, Comercio Transfronterizo de Servicios; el Capítulo 21, Competencia, y el Capítulo 22, sobre Empresas Propiedad del Estado y Monopolios Designados

"El Gobierno mexicano debe tener cuidado de no implementar políticas en el sector que pudieran ir en contra de lo que se plasma en los compromisos internacionales, no sólo en el T-MEC, sino también en el Tratado Transpacífico y el TLCUEM. Y me refiero en específico a algunas políticas que ha tomado el Gobierno en los últimos meses, como las de la Secretaría de Energía para frenar la entrada de centrales renovables”.

El discurso y planteamiento del compañero es totalmente contrario al espíritu del T-MEC.

La semana pasada agradecía a Trump que no hubiera un capítulo del sector energético en el T-MEC y hoy, 30 de junio se fue en contra de las empresas privadas generadores de energía eléctrica, asegurando que son fraudulentas y tranzas y que habría dado instrucciones de iniciar procesos judiciales en su contra.

El riesgo del posicionamiento de AMLO es la pérdida de credibilidad y generar una gran desconfianza hacia México como país receptor de inversión nacional e internacional. Lo cierto es que, como en el caso de los gasoductos, a los que pretendió demandar y amedrentar, pero cuando reaccionaron los transportistas de ir a los tribunales nacionales e internacionales y hasta los arbitrajes, el gobierno de México tuvo que recular.

Se deberán seguir de cerca las disputas que podrían surgir debido al mecanismo de respuesta rápida que negoció Jesús Seade en el protocolo modificatorio. Estados Unidos cuenta ya con un cuerpo gubernamental cuyo único encargo es el de dar seguimiento a que las empresas mexicanas cumplan con la pesada losa que Seade puso sobre ellas, e incluso la mayoría del personal fue seleccionado directamente por Nancy Pelosi y también están los inspectores laborales en la embajada de Estados Unidos.

La brecha entre el T-MEC y la política económica de AMLO con sus proyectos faraónicos no empalman y la disyuntiva marcará un parteaguas que impactará en el centro de apoyo de AMLO y en la relación bilateral con Estados Unidos, sea con Trump o sea con Biden.

Al final la pregunta que queda es si el compañero y camarada López Obrador tendrá la capacidad de honrar el acuerdo comercial y su relación con Estados Unidos y Canadá o mantendrá sus caprichos electoreros aún a costa de la economía nacional.