La violencia contra las mujeres en nuestro país es real, lo demuestra la estadística de feminicidios, la de desapariciones, la de violaciones, la cifra negra de mujeres que son violentadas pero no denuncian.

También es cierto, como lo escribió Daniel Moreno, que para una mujer que viajará en transporte público, arreglarse de una u otra forma representa un peligro, pues puede ser víctima de algún tipo de acoso.

De ninguna manera justifico la violencia contra la mujer, ni contra ningún ser vivo, pero es innegable que esta discusión está empezando tarde en nuestro país, incluso en el mundo, a las mujeres, a los niños, a los homosexuales, a las personas con alguna discapacidad, a los débiles de carácter o de fuerza y hasta a los animales históricamente se les ha tratado como seres vivos de segunda y hasta de cuarta.

La sociedad premia siempre a los fuertes, a los exitosos y a los que por alguna razón logran obtener algún tipo de poder. De esta forma, sólo el carisma de alguna persona es suficiente para imponer su voluntad por encima de otras, ejemplos hay muchos.

A partir de los años 60 y 70, es decir hace menos de 100 años, en la universidades de Estados Unidos, en las cuales hacía poco habían dejado entrar oficialmente a las mujeres, se empezó a discutir sobre la igualdad y también sobre el acoso.

En México esa discusión tardó más, apenas en los 80 empezó a permear en algunas mujeres esa perspectiva, no digo que alguna no se pronunciara antes, pero la cultura en general era de sometimiento y el lugar común era imaginar a la mujer como un objeto. No generalizo, pero sólo hay que recordar que el cine nacional estaba plagado de ficheras, el espectáculo nocturno de vedettes y la tonada musical era “Que lindo tu cucú”.

Y no sólo no se respetaba a las mujeres, ser gay, aún en nuestros días es motivo de zozobra para algunos padres, de vergüenza, tener un hijo con discapacidad aún es una tragedia social, más allá de la médica; ser fuerte, delgado y varonil aún una exigencia y hace poco vi imágenes terribles de un perro colgado de un árbol en la calle o de niños que le ataron cuetes a la cola de otro.

Sí, si hay que denunciar, sí, si hay que decir que no, sí, si hay que señalar que las cosas están mal, pero eso es sólo la punta del iceberg, sólo la parte visible. Lo importante, el reto que tiene la sociedad mexicana, es educar a los niños para que no sean acosadores.

El reto es aceptar que lo que estaba bien antes, ahora no está bien y que no es una moda. Es la exigencia de una nueva sociedad que está cambiando, el reto es aceptar el cambio y que el pensamiento no es automático que hay que revisarse uno mismo a ver si lo que hacemos cotidianamente también es permisivo con el acoso, la desigualdad, el abuso, el chisme, el agandalle y la violencia.

Sí está bien querer cambiar, pero hay que aceptarlo, no vamos a cambiar de la noche a la mañana; la realidad nos irá cambiando de manera innegable, como el cambio de todos hacia la tecnología. Encontraremos y qué bueno, una mejor manera de llevarnos bien.

Será tan pronto como eduquemos a nuestros hijos con mejores valores y evitemos el machismo y la creencia en la superioridad de unos sobre otros.

Educar, esa es la solución. No pelear y señalarnos entre nosotros para conseguir un cambio que va hacia la tolerancia.