A Emilio Gamboa Patrón, líder de los senadores del PRI, se le debería medir por el mismo rasero que a David Korenfeld, quien, evidenciado en redes sociales por utilizar un helicóptero oficial para trasladarse de su residencia al aeropuerto de la Ciudad de México, renunció como director de la Comisión Nacional del Agua (Conagua). La historia empezó el 30 de marzo de 2015 con la publicación de fotografías en Facebook que a las pocas horas ya estaban en la portada de varios periódicos de circulación nacional.

Korenfeld, exalcalde de Huixquilucan y secretario de Agua y Obra Pública del Estado de México en el gobierno de Enrique Peña Nieto, trató de justificarse con argumentos inverosímiles como el uso de la aeronave por un problema de salud que en todo caso no ponía en riesgo su vida, pues el padecimiento de rodilla que arguyó no le impidió correr previamente 12 kilómetros en el Bosque de Chapultepec. Pero, además, una agencia de viajes informó que el director de la Conagua tenía reservaciones para descansar en Vail, Colorado, el fin de esa Semana Santa (Wikipedia).

El funcionario aceptó su error, el cual calificó de “inexcusable”, y pagó el servicio del helicóptero a la Tesorería de la Federación, pero aun así no se salvó de la hoguera y el 9 de abril renunció al cargo. Sin embargo, nada de eso habría ocurrido si a Korenfeld no se le exhibe en las redes sociales y en los medios de comunicación. El director de la Conagua ya había sido involucrado en otros escándalos, como la adjudicación de contratos por 25 millones de pesos a la Universidad de Tel Aviv para estudios de contaminación de agua y la firma de un acuerdo con una empresa de Israel a la cual le concesionó la rehabilitación de mantos freático en nuestro país.

Humberto Benítez Treviño, extitular de la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco), fue el primer despedido del sexenio por un caso de abuso de poder después de que su hija Andrea ordenó la clausura de un restaurante de la colonia Roma, en la Ciudad de México, por no asignarle la mesa de su preferencia. Benítez, el último procurador general de la república en el gobierno de Salinas de Gortari, duró en la Profeco menos de un año.

Empero, lo que parecía ser el principio de una política para sancionar a funcionarios que directamente o a través de familiares u hombres de paja utilizan el cargo para enriquecerse y obtener beneficios personales, y de esa manera recuperar algo de confianza ciudadana, resultó llamarada de petate. Casos de flagrante incompetencia y escándalos de corrupción, entre cuyos protagonistas figura en primer lugar el secretario de Comunicaciones y Transportes, Gerardo Ruiz Esparza, han sido protegidos desde Los Pinos con el manto de la impunidad para mayor inri de un país indignado por el abuso del poder y la soberbia de las autoridades.

Por lo tanto, y aun cuando desde hace tiempo existen razones para investigar y encausar a Gamboa por tráfico de influencias y otros escándalos, entre ellos el relacionado con la red de pederastas denunciada en 2006 por la periodista Lydia Cacho, una falta “menor” como la utilización de un helicóptero de la Fuerza Aérea Mexicana para ir a jugar golf con el presidente Peña Nieto, es anecdótica y le tiene sin cuidado. El priista es intocable por la información que empezó a acumular desde su ingreso a Los Pinos, en el gobierno de Miguel de la Madrid, la cual le ha permitido influir ventajosamente en varias sucesiones presidenciales. Gamboa es el patrón.