Eso, ese espantoso baño de sangre, es con lo que se está pagando la corrección política de hacer como sí todos fuéramos iguales, el no reconocer que hay mentalidades muy peligrosas, el que no se puede andar con que todos, hombres, mujeres, negros, musulmanes, indígenas, clase media urbana, naco suburbano, etc., somos iguales.

Lo cierto es que si bien todos somos hombres, lo somos en diferentes versiones, con diferentes mentalidades, con reacciones muy diferentes frente a muchas situaciones.

El sueño chairo y liberal del hombre abstracto, ideal, no nos debe cegar al hecho de que somos muy diferentes en nuestras mentalidades, PARA EMPEZAR entre hombres y mujeres ... para seguir entre blancos e indígenas, negros, etc., alemanes, mexicanos, yucatecos y sinaloenses, proletas y clase medieros, etc.

No se puede ir por el mundo como si realmente fuéramos hombres abstractos, lo cierto es que somos hombres sesgados culturalmente, sexualmente, socialmente, religiosamente, etc. El que va por el mundo como blanco urbano pensando que puede relacionarse con un indígena mexicano como si fuera su igual se expone a muy desagradables sorpresas, el hombre que insista en tratar a las mujeres como si fueran iguales a él, también se llevará muy grandes sorpresas.

El hombre abstracto es un ideal regulativo al cual nos podemos acercar más o menos, pero en la práctica existe el polilogismo: mentalidades diferentes a pesar del mismo substrato biológico.

Por mi parte soy universalista pragmático, humanista realista, que está en contra de la xenofobia y del genocidio, pero que reconoce que el roce entre hombre y mujeres, entre mexicanos y americanos, entre sudamericanos de diferente nacionalidad, entre habitantes urbanos e indígenas, entre blancos y negros, entre miembros de diferentes clases sociales, entre indígenas de diferentes etnias, etc., no es cosa de fiesta ni de simple tolerancia, de buena voluntad: somos versiones diferentes de humanidad y la aproximación entre unos y otros exige negociación y renuncia, es dolorosa, no es color de rosa, está plagada de conflictos.

Abramos por fin los ojos a que la sociedad multicultural que se impone con la globalización no es un día de campo, a que la historia ha sido y seguirá siendo un choque de culturas y de civilizaciones, a que hay culturas y civilizaciones que perecen, que son borradas de la historia, a que lo que más - y muy bueno - que podemos hacer es a) reconocer los conflictos y negociar, b) dejar de lado la idea de lo polite, nice y buena onda. Las culturas tienden a chocar porque son estructuras emotivas, sentimentales, de reacción inmediata y tendencialmente cerradas, auto conservativas, puestas en cuestión por lo diferente.

Lo mejor, entonces, a lo que podemos llegar es a que el choque de culturas y civilizaciones no desemboque en xenofobia y no llegue al genocidio, pero no se puede evitar que sea doloroso, que conlleve sacrificios. Las culturas son entidades o estructuras principalmente autocentradas, excluyentes, por definición son xenofóbicas, no pueden aceptar con facilidad lo diferente.

Hay que reconocerlo para que no nos sorprenda: las culturas antes que supuesta riqueza son una maldición de estilo bíblico, lo mismo que los idiomas: separan, dividen, convierten a los hombres en hostiles si no en enemigos unos de otros.

A lo mejor a lo que podemos aspirar no es a que las diferentes culturas sean un paraíso multi culti, sino a que no choquen violentamente, a que convivan y se mezclen, y eso es, será, siempre, conflictivo.

Lo chairo liberal, la inocentada, es pensar que las culturas y las personas, con sus mentalidad diferentes, se pueden integrar unas con otras así nada más, sin conflicto. Es un asunto de negociación y contención de conflicto, de dolor, PERMANENTES.