Sin que deba señalarse válidamente como que con el arribo -nuevamente- a la presidencia del gobierno de España del líder del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) Pedro Sánchez Pérez-Castejón y sus aliados políticos coyunturales se impetra una nueva época de liderazgo gubernamental marcada por una ideología y políticas públicas de corte comunista o de extrema izquierda, que algunos de sus detractores o adversarios ideológicos y políticos pretenden etiquetar como chavista en referencia a los movimientos políticos que imperan en países como Venezuela o Cuba, lo que sí es válido resaltar es que tras mucho tiempo de sobresaltos y desconcierto, España tiene ya un nuevo gobierno socialista español, habrá que darle el beneficio de la duda y evitar estigmatizarlo inadecuadamente a priori por haber llegado tras el convenio de coalición con la fuerza política más cargada a la izquierda.

Fue así que el consolidado líder del PSOE, Pedro Sánchez consiguió el martes 7 de enero los votos necesarios para ser investido nuevamente como presidente del Gobierno español, durante la segunda votación parlamentaria ocurrida ese día tras haber logrado acuerdo con la fuerza política denominada ‘Unidos Podemos’ que encabeza el izquierdista Pablo Iglesias, con la que integrará el primer gobierno de coalición de la historia democrática de España, en cuanto a ser legalmente reconocido así, toda vez que aunque sin ser expresamente reconocidos así ya han existido muchos gobiernos que por su naturaleza y origen parlamentario debieron surgir de acuerdos entre diversas fuerzas políticas más sin más condición de contar explícitamente con la responsabilidad directa sobre áreas específicas del aparato gubernamental.

Pedro Sánchez logró obtener el respaldo o el llamado voto de confianza del número necesario de integrantes del Congreso de los Diputados al cosechar una estrecha mayoría de 167 votos a favor, 165 en contra y 18 abstenciones.

Esta votación pone además fin al bloqueo político que vivía ese país desde las elecciones generales del 28 de abril de 2019, en las que el PSOE liderado por Sánchez Pérez-Castrejón fue el partido político que obtuvo más votos y con ello más escaños, pero no pudo lograr una mayoría en el órgano legislativo por lo que fue necesario repetir los comicios el 10 de noviembre pasado, siendo necesario tras esta más reciente elección desplegar un trabajo de intenso cabildeo y concertación entre Pedro Sánchez y los líderes de diversas fuerzas políticas a fin de lograr concretar el respaldo de la mayoría de votos de congresistas y así consolidar los necesarios para ser investido presidente del gobierno el líder socialista.

La reelección del dirigente socialista se logró gracias al acuerdo con Unidos Podemos, la fuerza de izquierda que conduce el polémico dirigente Pablo Iglesias, con la que pactó el reparto de los cargos en el gobierno según el cual el aguerrido activista y profesor universitario ocupará una de las vicepresidencias de la estructura gubernamental.

La negociación para que se fraguare el nuevo gobierno incluyó a los partidos independentistas de Cataluña y el País Vasco, que encontraron en Sánchez Pérez-Castejón un canal de diálogo antes inexistente para encauzar sus demandas de autodeterminación. A cambio, los parlamentarios de la Esquerra Republicana Catalana (ERC) y de E. H. Bildu se abstuvieron a la hora de votar la moción de respaldo al socialista, lo que le allanó el camino hacia la investidura.

En la primera votación en el Congreso, realizada el domingo 5 de enero, el jefe de Gobierno no alcanzó los dos tercios necesario para imponerse en primer instancia. Con 166 votos a favor, 165 en contra y 18 abstenciones, Sánchez (madrileño de 47 años) no alcanzó a juntar los 176 necesarios, algo que está previsto y que revirtió el martes con una mayoría simple.

Los votos negativos procedieron del frente de los partidos de derecha y ultraderecha (Ciudadanos, Partido Popular, Vox), de dos partidos independentistas catalanes (JxCat y CUP) y de varias formaciones regionalistas de tinte conservador.

El arribo de Pedro Sánchez a la presidencia representa la llegada al poder de una formación política surgida al calor de las protestas del Movimiento-15, también conocido como Los Indignados, que irrumpió en la escena política española durante los primeros años de esta década; un movimiento ciudadano formado a raíz de la manifestación del 15 de mayo de 2011, convocada por diversos colectivos, donde después de que varios grupos de personas decidieran acampar en plazas de diferentes ciudades de España esa noche de forma espontánea, se produjeron una serie de protestas pacíficas en ese país, con la intención de promover una democracia más participativa alejada del bipartidismo PSOE-PP (binomio denominado PPSOE) y del dominio de bancos y corporaciones, así como una «auténtica división de poderes» y otras medidas con la intención de mejorar el sistema democrático.

Hay que recordar que Sánchez ya había ejercido el gobierno y lo tuvo que dejar al carecer de fortaleza política general e incluso por no contar con pleno respaldo de la mayoría de liderazgos políticos de su propio partido, entre ellos los grupos nacionales encabezados por figuras señeras como el expresidente Felipe González y regionales de varias demarcaciones del país, enfrentando oposición de muchos de los llamados barones regionales del PSOE, las figuras que provocan sólida influencia en sus áreas geográficas, debiendo recordarse que tuvo que renunciar en esa ocasión a su escaño y a la dirigencia nacional de su partido, la que recuperó fortalecido tras vencer en elecciones internas posteriores dejando así atrás los problemas internos y consolidando su liderazgo.

Además del reto de retomar el buen curso de la política económica y del desarrollo social que está severamente mermada tras la gestión larga de los populares de derecha liderados por Mariano Rajoy que se mantuvo en el encargo presidencial aún tras haber perdido la mayoría legislativa, en gran medida por el apoyo de la facción derechista del PSOE antagonista de Sanchez, y además por la fragilidad de su propio gobierno que hasta ahora una vez que obtuvo mejoría sustancial en su posición política electoral pudo consolidarse como establecido, Pedro Sanchez debe trabajar para recuperar confianza interna y la otrora fortaleza del país como uno de los puntales de la Europa unida.

El otro gran reto de Sánchez es evadir la etiqueta que detractores quieren imponerle mostrándolo como un líder populista de extrema izquierda por su vinculación coyuntural con Unidos Podemos y Pablo Iglesias, y para ello ya tomó decisiones importantes integrando otras vicepresidencias restando así operatividad inadecuada a Iglesias, buscando amainar la percepción social de ser un gobierno de extremos inadecuados como algunos referentes en otros países del orbe con mandatarios famosos por su acción radical.

El tiempo y las acciones serán el mayor referente sobre la eficiencia e idoneidad del nuevo gobierno.

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