Filosofía sin Escrúpulos 

La experiencia de los siglos XIX y XX me provoca irreverencia ante los credos liberal y comunista, y desprecio a las iglesias neoliberal y populista.  El trabajo, valor reverencial de ambas, es una cosa tan indigna que sólo es posible hacerla a cambio de dinero. En el púlpito de sus templos, como escandalosas mandrágoras, erigen pleitesía a los dos grandes dioses seculares de la modernidad, cuyo advenimiento deísta vemos pasar en el maravilloso siglo XXI, el Mercado y el Estado. 

El Lugar, la Utopía, se ha venido disolviendo bajo la implacable hambre del dios Cronos que obliga a los humanos a ver el piso, la Realidad, para no tropezarse nuevamente con la piedra quimérica de la libertad negativa o la igualdad absoluta.

La predicción marxista de una nueva sociedad de iguales no explotados, el triunfo del Proletariado sobre la Burguesía, colapsó ante la realidad material histórica y trágica que nos ofrece sin ambages a la Burguesía como la gran triunfadora de la lucha de clases. 

El Neoliberalismo es la gran consagración primaveral de los despojos del Proletariado ante el altar del Mercado. Gran epopeya revolucionaria de la clase dominante, donde el dios Estado, proclamado por el fantasma comunista en la segunda quincena de diciembre de 1847, ha pasado a ser un sumiso siervo gestor, tecnocrático y administrativo del Mercado y sus sacerdotes, la política desterrada y la gobernanza tan campante administrando. No obstante, ahí, en el centro de la catarsis existencial de burgueses e intelectos neoliberales, nace día a día, como irracional padecimiento el germen populista, que en expresión newtoniana representa la reacción natural a la acción depredadora de una Economía despreciadora del Derecho.

El mundo feliz cimentado en los fundamentos de la libertad negativa, que Friedrich Hayek proclamó en el año póstumo de 1959, se topa ante las hordas de indignados que desde una nueva identidad de clase, el Precariato, salen a las calles para echar a perder la vida bonita y positiva publicitada por la Sociedad de la Transparencia. Así, cuando la Biblia neoliberal manifestaba la pureza del individuo en su actividad privada, bajo la promesa de la no interferencia, el Precariato exige parar la interferencia del Mercado en la libertad y autonomía de los que han perdido todo, incluso la fuerza de trabajo que antes podían vender a cambio de un salario mínimo.

El nuevo enemigo del Comercio, a diferencia de la argumentación bien temperada de Antonio Escohotado, no es el profeta de Galilea que expulsa a los mercaderes del Templo y perdona al recaudador romano, sino los nuevos dueños del Mercado que imponen las modernas reglas contractuales de adhesión bajo las cuales se expresa el nuevo mandato dictatorial proclamado en la década de los años ochenta del muerto siglo XX por Margaret Thatcher.

La paradoja de la escasez frente a la riqueza o la riqueza frente a la escasez se presenta, en el escenario de esta pieza trágica que es el primer lustro del siglo XXI, en el estilo del Bardo de Avon: todo huele muy mal más allá de Dinamarca. Frente a las ortodoxias liberal y comunista replicadas por los sacerdotes neoliberales o populistas, la realidad biológica que siempre pone al ser humano en su lugar, obliga a los teóricos de una nueva ilustración, a la construcción de un nuevo relato heterodoxo que acierte a encontrar desde la genealogía de las ideas, los espacios correctos de la Libertad y la Igualdad para desechar las viejas utopías bajo cuya retórica vivimos en el siglo XX.