Abiteboul, presidente de Renault Sport F1 Team, y Vasseur, su director, han admitido que fueron ingenuos en su regreso prematuro al máximo circuito, tras la terrible temporada que han hecho en el transcurso del avanzado 2016. 

Luego de su salida en 2011 como escudería, y el bicampeonato obtenido por Alonso en 2005-2006, en Renault se mantuvieron motivados y cerca de los boxes, como asesores técnicos y proveedores de motores -y algo más- a Red Bull y Toro Rosso; en la presente temporada los de Sainz y Kyvat fueron potenciados por un motor 2015 de Ferrari; mientras que sus hermanos londinenses montan todavía uno idénticamente homologado al monoplaza francés R.S.16, aunque las relaciones amorosas, mecánicas -y financieras- se fracturaron al grado de que los V6 que Verstappen y Ricciardo usan en sus autos llevan la denominación Tag Heuer y no más la de Renault. Además, la empresa terminaría asociándose con Aston Martin, también con sede en Londres, para desarrollar un demencial prototipo y firmar un cheque posfechado de rédito y desencanto a los dueños del rombo. 

La experiencia de Palmer y las altas aptitudes del joven Magnussen -que rompió algunos récords en casa y último ganador de la Fórmula Renault 3.0, batallón de promesas y escalón para muchos hacia la máxima- no le han alcanzado al fabricante francés, con sede en Londres también, para competir en un mundo surrealista donde sólo Mercedes, Ferrari y sus propios antagonistas de las bebidas energéticas parecen tener los guantes del tamaño suficiente para subirse al ring, premio tras premio. 

La llegada de Checo sonó ávida, aunque Slim corrompió la quimera con el anuncio de que se haría de los derechos de Force India. Rosberg suena para Maranello, con más razón si le arrebata el título al consentido y bicampeón londinense. Vettel se mantendría donde está y Raikkonen podría ir a McLaren a componer el accidente que Alonso y el consorcio con Honda han derramado por todo el adoquín de la inmaculada sede en Londres -Londres, para variar-. 

Entonces, ¿ahora quién? -como dice la canción-, no sabemos; ¿ahora qué?, tampoco. Renault se encuentra en una situación financiera endeble, cuya mayoría de acciones le pertenecen a Nissan; sus World Series y las distintas fórmulas locales son un éxito como escarmiento y semillero de pilotos jóvenes con mucha hambre de fama; son campeones de la Fórmula E, de la mano del primogénito de un icono del automovilismo parisino, de apellido Prost. 

Per se, alguien sabio dijo: "Si vas a perder dinero, qué mejor forma de hacerlo en el gran circo de la Fórmula 1"; ¿recuerdan quién?, si lo hacen, etiqueten a algún funcionario de Renault, sálvenle el pellejo. Los legados se quedan impresos en las revistas, en las historias de los grandes hombres que los forjaron y en las vitrinas de las compañías; pero no ganan campeonatos del mundo.