Que espectacular fue la clausura de los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Estas fueron unas olimpiadas que se volvieron una verdadera lección para los muchos que creíamos que la vara puesta por China en 2008 era imposible de alcanzar.

El Reino Unido de la Gran Bretaña se olvidó de intentar emular a Beijing en espectacularidad y en derroche de recursos y se apoyó en lo que ha sido su principal exportación al mundo en las últimas décadas: la música. Y vaya que escuchar y recordar a personajes como John Lennon, Freddie Mercury, Blur, Beady Eye (antes Oasis, pero sin Noel Gallagher), Annie Lennox, Spice Girls, Fatboy Slim, entre muchos otros, fue algo entre nostálgico y espectacular para quienes los presenciamos en nuestras pantallas.

Y qué decir de la participación de grandes atletas en su plenitud como Michael Phelps, el más ganador en la historia de las olimpiadas, la historia de la fortaleza de espíritu de Oscar Pistorius, un tipo que hará historia compitiendo tanto en juegos olímpicos como paralímpicos y el portento jamaiquino Usain Bolt, “el hombre más rápido del universo”.

La delegación mexicana también destacó en estos juegos, con actuaciones como las de la taekwondoín María Espinoza y la de la clavadista Paola Espinosa, las primeras atletas mexicanas en lograr medallas en dos Olimpiadas consecutivas. Y qué decir de la selección de fútbol Sub-23, que logró convencer a propios y a extraños logrando la primer medalla de oro para México en deportes de conjunto en más de un siglo de historia moderna de estos juegos.

Acaban los juegos y volvemos a la cruda realidad de un México en donde se compran y venden votos, en donde televisoras buscan imponer presidentes, en donde periódicos y casas encuestadoras buscan torcer la realidad a favor de los poderosos, en donde la violencia permanece rampante y en donde un grupo de dinosaurios buscan apoderarse de una nación que consideran su botín ocultándose bajo un disfraz de renovación.

Qué triste.