Jalisco está de fiesta.  La afición beisbolera celebra la asunción al Olimpo deportivo. En el quinto año de existencia, la franquicia Charros de Jalisco obtiene un campeonato que es la consumación de un esfuerzo deportista relevante, pero que notablemente va acompañado de un inteligente acompañamiento de una directiva emprendedora, valiente, osada, que apostó que sería capaz de incursionarme en la densa idiosincrasia jalisciense, permeando en las aficiones, hábitos de recreación y entretenimiento de una sociedad compleja de entender y sumamente crítica. Y lo logró. 

Las últimas apariciones del equipo Charros, demostró que ya es parte entrañable de la metrópoli tapatía.  Cada entrada superó a la anterior, estableciéndose récord de asistencia cada vez, rebasando la barrera de los 16,000, el aforo del lugar de 16,520 y el día de ayer, sexto partido de la serie final, se estima alcanzó extraoficialmente los 17,000 asistentes. Y la ciudad se paralizó para atestiguar el partido. 

En medio de la emoción que daba el ver a los Charros apalear a los Yaquis, pasando por la memorable 5ta. entrada que a la postre significó la victoria definitiva, hay un hecho que no pude dejar de hacerse notar: la presencia del gobernador de Jalisco Enrique Alfaro Ramírez, que fue víctima del escarnio, de la burla y de la masiva rechifla que hizo retumbar al estadio en descúbreles similares a los que provoca un home run, cuando dejó la comodidad del palco del gobierno de Jalisco y pretendió acercarse a la gente desde la última hilera de butacas del palco, en la frontera con la gradería.  Para los aficionados fue intrascendente la escena, hasta que la voz del estadio anunció su presencia en el sonido local, generando la casi unánime reacción ofensiva. 

Por si duda cabía, la bochornosa escena se repitió más fuerte en una segunda ocasión, cuando el gobernador bajó a la cancha para participar de la premiación  y la entrega del trofeo al equipo campeón. 

La afición deja inquietas interrogantes que fuera del estadio vale la pena comentar.  

1.La sociedad no se confunde y desprecia la intención de los políticos de utilizar los aforos llenos para aparecer y lucirse. 

2.Una sociedad complicada como la jalisciense, castigará con severidad y sin piedad a cualquier gobernante que no haga un papel destacado.  Sin méritos no hay aplausos. 

3.Para los jaliscienses, Enrique Alfaro es ya un político como tantos hubo y hay. Ya no tiene el escudo protector de ir contra el PRI gobierno.  Ahora él es el gobierno y ha sido colocado en la diana. 

Indicios hay de que ha perdido el halo protector de la duda y está obligado a responder a la gente con buenos resultados y un gobierno que sea menos gris e intrascendente que el de su antecesor, toda vez que de no empezar a dar buenos resultados pronto, los jaliscienses no le tendrán paciencia, fe, ni paciente afición. 

Jalisco es tierra de Charros.  Y demanda políticos que hagan bien su trabajo.  Sin campeonatos no hay aplausos.  Discursos sin resultados hacen resonar hasta los estadios más alegres.  Lecciones del béisbol.  Felicidades Charros.  Jalisco te aclama.