Los miembros de la comunidad LGBTQ están muy contentos en Estados Unidos, orgullosos en su mes, pues el 26 de junio pasado se ha aprobado el matrimonio entre personas del mismo sexo en todo el país.

Y aunque en su desfile anual celebraron el logro histórico para su causa, no todo es felicidad, pues ciertos problemas básicos continúan sin resolverse en la agenda de las luchas sociales en las cuales participan no pocos miembros de esta comunidad. Dos de ellos, el racismo y el acoso antiinmigrante.

Un grupo de homosexuales negros ha establecido que tienen pocos motivos para celebrar y menos aún para sentirse orgullosos a pesar de esta conquista de su condición o identidad sexual cuando ello no los libera, en Estados Unidos, del estigma de su color de piel. Ante la aparente superación del racismo histórico, la realidad ofrece un rostro distinto: de Ferguson a Charleston, el acoso policial, la violencia y el crimen.

La libertad de la comunidad LGBTQ afroamericana pasa por garantizar el derecho y la justicia a su condición racial. No basta con el contento individual, es necesaria la reivindicación colectiva, como raza. Hasta entonces quizá sea posible la felicidad, la celebración y el orgullo.

Similar condición existencial se percibe entre los inmigrantes mexicanos y latinoamericanos LGBTQ. Cuando en su discurso celebratorio sobre el tema Obama se hacía participe del orgullo de esta comunidad, la mexicana Jennicet Gutiérrez le interrumpió a gritos: ?¡No más deportaciones!?. Después de un breve intercambio y de que Gutiérrez insistió en su demanda, Obama subrayó que estaba como invitada en su casa y le demandó silencio o sería expulsada. Y esto fue lo que sucedió, los agentes de seguridad la echaron. El público LGBTQ presente la abucheó y todos la tomaron por indeseable aguafiestas.

Gutiérrez es una transexual indocumentada (?ilegal?, para los gringos conservadores) y sostiene que la comunidad LGBTQ enfrenta discriminación, abuso y violaciones en los centros de detención. Explica que interrumpió a Obama porque ?nuestros problemas y luchas ya no pueden ser ignorados?; porque mientras hablaba de afroamericanos trans-género en la mira, su administración tiene en estado de detención a inmigrantes LGBTQ.

Es decir, los logros presentes de la comunidad no alcanzan para subvertir la condición indeseable, ¿primaria tal vez?, del racismo, la discriminación y la inmigración.

Y mientras tanto, el México LGBTQ también avanza en sus derechos y va ocupando espacios. La ciudad de México ha ido al frente en la garantía de sus derechos. Y desde que se recobrara el ejercicio del voto local en 1997, ha ido en constante progreso hasta que se hiciera oficial el matrimonio homosexual en 2009 (primera ciudad latinoamericana en registrarlo). Derechos que, al contrario de estar en riesgo y a semejanza de otros programas inaugurados en la capital del país, han alcanzado la posibilidad de pronto ser extendidos al resto del mismo.

Y sin embargo y como en el caso del negro y el inmigrante, en México existen problemas básicos y estructurales que urge revertir. Problemas que separan cualquier conquista individual o sectorial del logro colectivo de vivir en verdadera democracia. Hay que señalar cuando menos los convenidos como más apremiantes y lacerantes: corrupción, injusticia, impunidad, clasismo, pobreza y miseria.

¿Cómo aprovechar la larga experiencia vital de la comunidad LGBTQ y sus logros en pro de luchas tan sustanciales? ¿Por qué si la sociedad reconoce o registra el derecho de parcialidades no habría de combatir condiciones estructurares indeseables en beneficio y provecho del todo? ¿Por qué no luchar para establecer derechos para el negro, el inmigrante, el mexicano y la humanidad en general? Mayores niveles de información y conciencia debieran de integrar en vez de dividirla lucha por alcanzar el derecho a la democracia y otros derechos básicos. Derechos que, a final de cuentas, propician la garantía del contento y libertad individual y social. ¿Se puede aspirar a menos? ¿Quién, qué interés se opone a la integración de las luchas parciales en un todo batallar social?