Hace años participé en la caracterización y manipulación de un organismo asombroso, conocido genéricamente como hongo de la pudrición blanca (HPB). 

Prohibido su estudio en varios países como organismo peligroso, nosotros teníamos cepas provenientes de fangos de Chile y Australia.

Este hongo puede crecer en condiciones sumamente adversas y degradar compuestos altamente tóxicos como los fenoles, así como compuestos muy complejos como la lignina, un polímero de la madera (por lo que había el temor exagerado que se saliera de control y arrasará con bosques maderables). 

Con lo único que limitábamos su crecimiento en el laboratorio era con diferentes dosis de amoniaco y con rayos UV. Su beneficio industrial se planteó en función de su extraordinaria capacidad para tratar efluentes altamente contaminantes de distintos procesos. En resumen, es un organismo que puede limpiar altas concentraciones de contaminantes y dejar aguas residuales mejoradas cualitativamente. Suena complicado pero podría ser un buen símil de lo que necesitamos a nivel país en relación con nuestra política y administración, en una primera etapa. 

Y ésta comparación la pensé por el término pudrición, porque es así, podrido, como está el sistema político mexicano, más cuando la solución presentada como inevitable por la TV, personificada en Enrique Peña Nieto (EPN), representa perpetuar el problema. Ahí está la gran diferencia con el atribulado hongo y EPN, pues éste no quitaría nada de contaminantes sino que envenenaría más el país corrompiendo todo lo que caiga en su halo de influencia y red de complicidades, y sin poderlo controlar con amoniaco o rayos UV. ¿Qué riesgos hay en la utilización de éste organismo EPN, que al parecer es uni-neuronal, como futuro presidente de México? Bueno, pues aquí va mi diagnóstico:

 

 

Así el panorama, sería peor este remedio que la enfermedad. No se requiere un tratamiento cosmético que en nada cambiaría las cosas, por el contrario, lo que precisamos es un cambio verdadero. No lo pierdan de vista.