Para sorpresa de todo aquél que no es sureño, no todos los Pedregales así llamados expresamente, a aun las zonas con otro nombre, pero construidas sobre piedra volcánica de Xitle, son el famoso “Pedregal de San Ángel”, conocido simplemente como “El Pedregal”, y que en concreto se trata de la Colonia Jardines del Pedregal, de la Delegación Álvaro Obregón, y que es aquella famosa zona de casas y mansiones impresionantes.
No. Existen otros “Pedregales”, del lado oriente de Insurgentes, que en en su mayoría se trata de zonas populares, sin excluir claro, a zonas también de alto valor inmobiliario como el Pedregal de San Francisco, muy cerca del Centro de Coyoacán, o la zona donde se ubica el colegio Olinca. Sin embargo, estás son las excepciones.
El lunes 3 de julio, se dio una protesta de vecinos de “Los Pedregales de Coyoacán”, quienes cerraron la calle que da acceso al centro comercial “Gran Sur”, quejándose de la falta de agua, con verdadera desesperación. Casi ningún medio cubrió esa protesta, la cual fue dispersada con mínima violencia por la policía capitalina, no sin antes haber sido fotografiada la movilización y sus principales dirigentes por los elementos policiales.
Me llamó la atención la protesta, porque yo mismo viví en una de esas colonias, el “Pedregal de Carrasco”, colonia popular que junto con la colonia Ajusco, El Caracol, Santa Úrsula, Pedregal de Santo Domingo y varias más, integran los no tan famosos Pedregales de la delegación Coyoacán. Viví ahí de los 13 a los 25 años (1993-2005), y me toco ver gran parte de la explosión inmobiliaria, como la construcción de Gran Sur, que nos fue privando de agua poco a poco. Centro Comercial que antes de existir, permitía ver desde una zona alta de la colonia o incluso de la azotea de mi casa el siempre impresionante Estadio Azteca y si el viento era favorable, oír con unos segundos de retraso los gritos de gol de los varios equipos que albergaba o de la Selección Mexicana. Luego llegó Gran Sur supuestamente a elevar la plusvalía de la zona, y a dejarnos paulatinamente sin la poca agua que la planta de asfalto de la Ciudad nos dejaba.
Pero decía que la protesta me llamó la atención, porque desde el 2003-2004, la falta de agua ya era una cosa de un día sí y otro también, y se que no mejoró con los años, así que si los vecinos se movilizaron y tomaron algunas calles, claramente se han llegado a extremos insufribles e inhumanos. Algunos vecinos entrevistados se quejaban de no haber tenido una gota de agua desde hace más de 6 o 7 semanas, es decir, otra vez una zona popular de la Ciudad es condenada a pagar pipas mientras el agua se destina al mencionado centro comercial, que incluso a veces padece de recortes pero no al nivel de la población en general, o de esa maldita Planta de Asfalto y sus emisiones contaminantes que desde que Cuauhtémoc Cárdenas fue Jefe de Gobierno, se está “llevando” de ahí, y cuando llego a pasar por la zona, la sigo viendo en pleno funcionamiento y aventando el humo negro cuyo aroma me recuerda, tristemente, a mi adolescencia.
Sirva este texto entonces para hacer más extensiva la protesta y que llegue por medio tan leído como @sdpnoticias al Jefe Delegacional de la @Del_Coyoacan, Valentín Maldonado @Valentin_M_S , y al Jefe de Gobierno, @ManceraMiguelMX .
Pero como lo que me toca a mí en Provocación Gratuita es hacer crónica, denunciado lo anterior, le relato a usted, querido lector, algo que me sucedió hace 13 años, precisamente, en uno de esos ya muy regulares cortes de agua, no obstante en mi fraccionamiento contábamos con una cisterna enorme y con tinacos individuales. Imagínense entonces cómo esta el asunto ahora.
Bueno, pues como muchos en aquel 2004, fui parte de aquellos que no gozaron del beneficio de no trabajar el viernes 17 de septiembre, después de las fiestas patrias. Más aún, en vez de ser una jornada tranquila, a media marcha y sin corbata, yo tenía el imperativo de estar en los tribunales locales a las 10 de la mañana con el fin de entrevistarme con un cliente a quien no conocía personalmente y atender con él un asunto de cierta importancia. Las fiestas patrias las había vivido, como muchos, en una fiestecilla muy divertida iniciada la noche del 15 y continuó con una larga jornada de haraganería, de manera que mi aspecto al despertar el 17 era precisamente el que ustedes imaginan en un tipo de 24 años, con apenas dos meses de haber salido de la carrera, y con esa ansia de festejo propia de la culminación de mis estudios en la Escuela Libre de Derecho, y mi consiguiente ascenso a la calidad de asociado en el despacho de litigio donde hasta entonces era pasante y donde trabajaría 14 años. Bueno, el infierno comenzó a divisarse desde el patrio día anterior, en que fuimos tardíamente avisados por la administración del condominio sobre la falta de agua que padeceríamos durante el "puente". Para entonces ya nos habíamos encargado de usar toda la que teníamos disponible y no quedó ni un miserable chorro. Inmediatamente subí a la azotea e intenté robar agua del tinaco contiguo cuyo propietario sí disfruto del asueto y tenía ilegalmente una oficina sin el uso de suelo adecuado. Pero mi conducta delictiva no superó el grado de tentativa, dada mi poca habilidad para el hurto de lo que sea, y más aun, de fluidos.
El primer problema consistió en casi caer de la azotea al tropezar en la oscuridad con los desechos de cable coaxial de mi antigua conexión ilícita de cable de la que disfrute casi diez años, y el cual pensé que se habían encargado de retirar cuando contraté televisión vía satélite -misma que me fue cancelada por falta de pago (¿qué esperaban después de diez años de gratuidad?) y cuya parábola receptora también forma parte de los desechos peligrosos de la azotea de mi edificio-. Segundo delito confeso de esta columna, los cuales afortunadamente ya prescribieron.
La segunda y definitiva dificultad, pasado el susto y la posibilidad de acabar incrustado en el domo de mi comedor mientras mi familia cenaba en una caída de 10 metros, fue que ya trepado en los tinacos, no pude lograr reproducir el fenómeno físico famoso en que uno absorbe agua por un extremo de una manguera corta de un recipiente lleno y como por arte de magia la misma sale y sale hasta nivelarse en un recipiente vacío. Agradecería mucho que un entendido en estas artes -no importa si es un ingeniero hidráulico o huachicolero- me hiciera saber si esto es uno de esos tantos mitos del cine y la televisión o simplemente el que escribe es un completo inútil. No descarto la posibilidad de que ambas cosas sean verdaderas. En fin, esa noche dormí más sucio que de costumbre por estar abrazando tinacos y manipulando mangueras, y sin una gota de agua con la cual asearme al despertar. Me levanté con el tiempo suficiente para empacar la ropa necesaria y correr en busca de socorro en casa de un amigo...amigo quien después de una gran celebración de las fiestas patrias y del cumpleaños de su novia obviamente no estaba en su casa y no contestaba el celular. Esto era fácilmente predecible, pero la prisa y tal vez un poco de la mugre del tinaco vecino que permanecía entre ceja y oreja nublaron mi razonamiento. La hora de la cita se acercaba, yo recorría Tlapan hacia el Centro tratando de acercarme lo más posible hacia mi destino en lo que encontraba una solución y lo único que resolví fue metérmele bruscamente a un pesero y entrar en el "Motel Portales". No se si los ocasionales asistentes a estos lugares donde "se hace el pecado del amor" hayan notado que la mayoría de los hoteles y moteles se ubican en la dirección sur de la mencionada calzada. Esta aguda observación que hice durante los 5 años de mi carrera en que tuve que recorrer Tlalpan de lunes a viernes, determinó que diera tal volantazo, ya que el mencionado lugar podía ser la última regadera a mi alcance. El paso siguiente fue el bajar con toda mi indumentaria en los brazos y aproximarme al "Front Desk", que estaba tras un vidrio sepia y una reja, lo cual casi imposibilitaba la comunicación visual y auditiva. Además, contrariamente a lo que podría pensarse siendo un viernes de puente a las 9 de la mañana, estaba atiborrado de parejillas que se veían igual de ansiosas que yo, aunque seguramente por otros motivos. Al llegar mi turno y después de ser examinado por la encargada con la viva mirada de la desconfianza, se me preguntó textualmente "¿Qué quiere?". A esto respondí que obviamente una habitación, la cual dejaría en unas pocas horas, como todos. Extrañada y bastante hostil, la dependienta me preguntó por "la otra persona". -No hay otra persona -¿Y entonces? -¿Entonces qué? Vengo solo. -¿Solo? -Si. Solo y bastante apurado. -¿Seguro? -Si, señorita. Sé cuando estoy acompañado. -Ah...pues así no puede pasar. -¿Por qué no? -pregunté con desconcierto y cierto enojo- Tengo prisa. -Porque nadie puede subir. Aquí no es de esos para esperar a esas de los masajes. -No estoy esperando a nadie. -¿Entonces? -¿Entonces qué? -¿Con quién sube? Diga de una vez, porque le digo que no puede subir nadie, ni mujer ni hombre...digo a mi qué... -¡Senorita, sólo necesito la regadera! ¡¿Qué no ve la mancha?! No se por qué dije esto último señalando a mi cara, pero en efecto, como dije anteriormente, traía un "mugrazo" en la sien izquierda, y tal vez con eso pretendía llamar al bien juicio a esta mujer, a quien al principio pareció no importarle o no entender, pero después de 5 o 6 segundos dijo: "Bueno, tenga la 404 que es chica...pero no haga nada raro...y no puede subir nadie". Además de la ducha más cara de mi vida hasta el momento, el resto del día incluyó elementos inusuales como un cliente con mostacho a la "Don Porfirio" -por entonces no había hipsters y eso se consideraba exótico; el divisar a una compañera de la prepa que se puso muy guapa y que al tratar de saludarla cuando me sonrió se cerró el elevador y jamás volví a ver; el atestiguar la pérdida de la máscara de Universo 2000 ante Canek, y otros eventos aun más peculiares. Sin embargo, sale sobrando un anecdotario del resto de un día que ya había perdido todo sentido desde tempranas horas.
El episodio que inició tal sinsentido concluyó con el siguiente epílogo, acontecido al entregar la llave del cuarto, ya vestido de traje y corbata y por supuesto sin el mugrazo a medio rostro: -Ya terminé. Le dejo la llave. -¿De dónde? -Pues del cuarto. Del 404. -Y quién se la dio? -Usted, señorita, me atendió hace menos de una hora. -No, yo no fui. Yo se la di a un joven solo ¡y le dije muy clarito que no podía subir nadie! Si iban a subir dos hombres me vale, pos a mi qué, verdá, pero que vengan juntos, porque aquí no es de esos para esperar gentes...