Ayer me clonaron mi tarjeta de crédito. Otra vez. Y como ya tengo experiencia en esto y ya sé el modus operandi, que suele consistir en que el delincuente haga un cargo pequeño para ver si pasa, y luego van cayendo en cascada los cargos grandes, que en el 90% suelen ser compra de televisiones y tabletas. Es decir, el ratero electrónico busca electrónicos.
Aunque de ese 10% restante destacan mi primera experiencia y la de ayer. La primera ocasión estaba yo a punto de iniciar una audiencia y recibí correo electrónico, mensaje de texto y llamada telefónica del área de prevención de fraudes de una de las tarjetas:
-¿Señor Velázquez? Habla Juan Pérez del área de fraudes electrónicos de X. ¿Cómo se encuentra el día de hoy?
-Pues estaba bien hasta su llamada. ¿Qué pasa?
-Mire, no se preocupe. Detectamos una actividad inusual en su tarjeta y bloqueamos la operación. Pero tengo que hacerle antes unas preguntas de seguridad.
-Adelante
-Es usted abogado, ¿verdad?
-¿Cuenta con otra actividad que le genere ingresos?
-No.
-¿Acaba usted de realizar una compra de materia prima de acero industrial en Shanghái por 150 mil dólares?
-¡Desde luego que no!
-Eso imaginamos, señor. No se preocupe. Eso es todo por mi parte. No verá el cargo reflejado en su estado de cuenta. Recuerde que en X estamos para servirle.
-¡Una pregunta antes! ¡¿A poco tengo para ustedes capacidad de pago por 150 mil dólares?!
-Eso corresponde a otra área, señor. Si quiere lo transfiero.
-No, no, déjelo así. Gracias.
Obviamente no tengo capacidad de pago de 150 mil dólares ni la menor intención de comprar tuercas de acero.
En la segunda ocasión, la de ayer, detecté un cargo pequeño, y como les digo: ya me la sé, imaginé que después vendrían los cargos por una pantalla o un iPad. Desde que hay fraudes electrónicos y iPads en este mundo, se han vuelto un binomio indisoluble. Así que reporté el pequeño cargo de 30 pesos y bloqueé la tarjeta. Y no obstante ello, me llegaron dos alertas más de otros cargos no reconocidos como esperaba. Pero fueron muy peculiares: un cargo a la “Junta de Aguas MU” y otro al “Catastro”.
Sí, este sujeto -o “sujet@” o “sujetx”-, roba…para ¡pagar sus contribuciones municipales!
Eso sí que es nota. Un tipo que clona tarjetas para cumplir con sus obligaciones fiscales; un tipo que le roba a los particulares para darle esa riqueza al Estado. Un Robin Hood de la cosa pública.
Ese extrañísimo suceso me hizo recordar dos cosas: aquella pregunta “¿usted por qué roba?” y una reflexión que hice hace como 12 años sobre un ladrón de casas con una visión de futuro que todavía le envidio. Personaje que daría una respuesta muy interesante a la pregunta planteada.
Esa pregunta me fue formulada en mi proceso de entrada al ámbito de la procuración de justicia federal en varias ocasiones. Obviamente era arte de una batería de preguntas que partía de la pregunta original sobre si había yo robado algo alguna vez. Las siguientes preguntas eran para confirmar el punto. Obviamente, yo respondí: como dije antes, yo nunca he robado. Y ya, el examen continuó y después se me preguntó lo mismo de muchas otras formas por escrito, en entrevista y hasta en el polígrafo. Pero para quién sí lo hace, no deja de ser una pregunta interesante. Lo que me lleva a la segunda anécdota.
Hace años leí un artículo publicado en el diario de mayor circulación en el país, el cual se dedica principalmente a la nota roja. Trataba sobre la captura de un ladrón de casas de las Lomas. Salía como siempre la foto del tipo tomando su ganzúa de un modo amenazante y describía su modus operandi. Hasta aquí nada fuera de lo común. Sin embargo, en el párrafo final se describía qué había hecho este sujeto con el botín de sus incursiones furtivas.
El tipo resultó tener visión de futuro a corto, mediano y largo plazo, y en esa medida fue invirtiendo sus malhabidas ganancias. Primeramente, guardó dinero en el banco para tener liquidez ante cualquier clase de imprevisto e ir viviendo el día a día. Sin embargo, seguramente consciente de los irrisorios intereses que las cuentas bancarias producen, decidió retirarle su dinero a esos bandidos de cuello blanco que se hacen llamar banqueros y poner su dinero en manos de otros bandidos, pero que dan más rendimientos, así que recurrió a los fondos de inversión. Al parecer esto lo satisfizo, pues le otorgó rendimientos suficientes para unos cuantos viajes, pero no le brindaba un gasto corriente adecuado a sus necesidades. Por tal razón, de los 5 automóviles que había adquirido, decidió vender dos, los más ostentosos –ya que nunca se sabe dónde pueda haber algún delincuente oportunista que te pueda secuestrar y despojarte del patrimonio de toda una vida de pacíficos robos-, quedarse con uno modesto y comprar dos taxis. El sujeto “puso a trabajar” los carros de alquiler en manos de gente de su confianza que “no le chingara” el monto del pasaje, ya que muy caros le habían salido los derechos y la mordida para “agilizar el trámite” de la obtención de las placas. Sin embargo, este modo de asegurar la vida financiera parecía no ser suficiente, ya que no llenaba un vacío que tenía el sujeto en su vida. No, él no quería solo dinero, él quería instrucción, para, como reza un eslogan “ser alguien en la vida”. Esta legítima motivación llevo al tipo a seguir su vocación y pagarse una carrera universitaria. En efecto, el tipo concluyó la carrera de Ciencias de la Comunicación en una universidad del sur de la ciudad. No se sabe si con buenas calificaciones, pero acabó. Eso demuestra que es perfectamente factible estudiar y trabajar paralelamente. Otro punto para el caco. Sin embargo, habiendo cubierto muchos de los aspectos mal aprovechados de su vida, el tipo aprendió a administrarse en tiempo y dinero casi al nivel de “El Ingeniero”, y descubrió que estudiar por la mañana, manejar sus inversiones al mediodía y robar casas por la noche, le dejaba ociosa una parte del día.
Así fue como este tipo, después de haber perseguido y logrado sus objetivos, decidió alcanzar el cielo, lo cual en ese momento era su único límite: tomó un curso de piloto aviador privado.
No sé si este curso lo concluyó o no, pero eso no importa. Tampoco sé cómo es que habiendo dado un giro total en su vida, el tipo fue aprehendido realizando su actividad primigenia: el robo de casas de Las Lomas.
El delincuente en comento es un tipo inteligente, como lo ha demostrado. Así que seguramente decidió continuar con sus hábitos furtivos por simple costumbre, amor al oficio o adicción a la adrenalina. Tal vez contempló dejarlo y se enfrentó a la interrogante de qué hacer con sus noches libres y no toleró dedicarlas al ocio, siendo él tan eficiente. O tal vez cayó en la creencia –no del todo infundada en este país- de que nunca lo iban a agarrar. No sé, pero me hubiera encantado preguntarle en el cenit de su carrera delicitiva: ¿Oiga, y usted por qué roba?
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