Ayer, 20 de marzo, se celebró el “Día Internacional de la Felicidad”, con una curiosa historia.

En occidente, a finales del Siglo XVIII, los llamados “Padres Fundadores” discutían sobre la felicidad, cuyo concepto sería incluido en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América.

No fue un asunto menor, ya que antes de tener su primera constitución y una carta de derechos fundamentales, en la Declaración hablaron de derechos inalienables otorgados por “El Creador” que corresponden a todas las personas al haber sido creados iguales, y enunciaron tres de ellos: derecho a la vida, a la libertad y a la “búsqueda de la felicidad”; la famosa frase “the pursuit of Happiness”.

A la fecha, no solo los historiadores y filósofos del derecho, sino los propios operadores jurídicos del sistema siguen discutiendo los alcances de la idea. Determinar esto sigue siendo relevante porque la constitución de ese país y particularmente sus diez primeras enmiendas que constituyen su “Bill of Rights”, han requerido y a la fecha siguen requiriendo ser interpretadas como normas jurídicas en casos concretos.

Se ha dicho que esa búsqueda no debe entenderse como la satisfacción subjetiva de ciertas necesidades espirituales de los individuos, sino que sus redactores se referían a un ordenamiento moral objetivo que debería regir el comportamiento de los ciudadanos y de los órganos de gobierno; una “eudaimonia”, en el sentido aristotélico de “plenitud del ser”, pero como la finalidad de lo público. Claro, pasada ésta por el colador de la visión cristiana de quienes la conceptuaron.

Estas discusiones fueron necesarias para interpretar qué se entiende por “privilegios e inmunidades” según la enmienda 14, que deben ser respetados por los estados de la Unión respecto de personas nacidas en algún otro. Y han tenido que ser retomadas en varias ocasiones. Unas tan trascendentes como la forma de acabar con la desastrosa interpretación original que se dio en el caso Dred Scott –un esclavo afrodescendiente que ejerció acción contra su amo por maltratos-, otras, discusiones tan nimias de regionalismos ridículos que hacen ver a lo que sucede aquí con las quesadillas como un verdadero debate ontológico.

Curiosamente, en oriente, casi 300 años después, en un país de Asia que nadie tenía muy presente –incluyendo a sus gobernantes y población-, tomaba posesión un nuevo rey a los 18 años. En Bután, país de larga tradición budista tibetana, el 2 de junio de 1974, en su discurso de coronación, Jigme Singye Wangchuck, dijo: "La felicidad interior bruta es mucho más importante que el producto interior bruto".

Esto vino a demostrar dos cosas: que una frase pronunciada en cierto contexto puede ir demasiado lejos; y que “spin doctors” hay en todos lados.

Lo que sucedía era que Bután estaba en el fondo de la tabla de cuanto indicador económico, político o social existe o existirá jamás, y lo único que quedaba era salirse de todo esquema comparativo y presumir la felicidad, pasada ahora bajo el colador de la cosmovisión budista.

Hasta aquí todo iba a bien. Pero alguien se la creyó, y Bután ya quiso entrarle al juego tecnócrata de la medición. Así, gracias a los expertos del Centro de Estudios Butaneses, se creó un cuestionario y una fórmula matemática para medir la felicidad de la población. Y en verdad, cuando uno los lee, parece un “mash-up” entre “Las Cuatro Nobles Verdades” del Budismo y un Acuerdo General sobre el Clasificador por Objeto del Gasto de nuestro Consejo Nacional para la Armonización Contable. Toda una ocurrencia.

Pero esto no paró ahí. Independientemente de los economistas y otra clase de expertos que se subieron a ese tren, también lo hizo el más representativo de los organismos internacionales; entes que cada día ven más cuestionada a nivel global su existencia y eficacia y ya nadie quiere pagarles sus cuotas. Aunque al parecer en 2012 eso todavía no les preocupaba mucho.

Así, la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, mediante la Resolución A/RES/66/281 decidió proclamar al 20 de marzo como el “Día Internacional de la Felicidad”, basándose en las dos ideas de felicidad y de su búsqueda mencionadas –estadounidense y butanesa- , como un objetivo del actuar público, y por tanto, creando así otro más de tantos conceptos jurídicos indeterminados que van proliferando en el cauce de la vida de los ordenamientos a todo nivel, como si no tuviéramos suficientes.

Como era de esperarse, para justificar esta curiosa efeméride, la ONU la vinculó a cuestiones de calidad de vida, desigualdad económica, desarrollo sostenible y cuanta directriz de política pública que pueda estar relacionada con esta pretendida “eudaimonia” universal, es decir, casi todas.

¿Es usted feliz? Obviamente no lo se. Pero dudo que su respuesta tenga que ver con un cuestionario y fórmula matemática, actualmente ya extrapolados al ámbito internacional.

Lo que sí se, es que cada vez despiertan más dudas esos famosos “días internacionales” y “días mundiales”, a tal grado, que la ONU ha tenido que explicar en qué consisten, cuál es su diferencia y sobre todo, para qué sirven.

Como era de esperarse, respecto de temas serios, el organismo justifica adecuadamente su existencia en aras de la concientización, la sensibilización o la visibilización, dependiendo de lo que su vasto calendario esté conmemorando ese día. Un ejemplo de ello es el Día Internacional de la Mujer, y esa guerra de años tras año entre sus divulgadores, que conocen y se apegan a estas finalidades, y los  “felicitacionistas”, que llenan las redes de rosas y de todo aquello que identifican como “lo femenino”.

Pero hay otros días Internacionales y Mundiales –su diferencia es nimia- declarados por la ONU tan irrelevantes que en el marco de los festejos de este Día Internacional de la Felicidad, seguro le arrancarán una sonrisa:

21 de marzo: Día Internacional del Novruz.- En un atisbo superficial, me hizo pensar en una especie de día mundial de la novela rusa, que sería el contrapeso ideal del Día Mundial de la Felicidad. Pero no. Se trata de una tradición de Asia central que celebra la llegada de la primavera.  Aunque “universalizarla”, a mi parecer, implica una nueva afrenta al hemisferio sur y su eterna exclusión de toda fiesta estacional de la cultura global.

30 de abril: Día Internacional del Jazz, que a mi siempre me arrancará una sonrisa y era mi favorito, hasta que leí el catálogo completo.

2 de mayo: Día Mundial del Atún.- No se cómo pudo pasar esta resolución habiendo tanto amante de los delfines, quienes como el resto de los cetáceos, hasta ahora no tienen su propio día. Esto  sin duda hace felices a los dueños de parques acuáticos.

21 de junio: Día Internacional del Yoga.- Esta resolución internacional es peculiar. Primero porque nos despeja la eterna duda sobre llamar “el” yoga o “la yoga”, pero además, por justificar este día en el poco afortunado y nada científico concepto de lo “holístico” –recordemos que estos términos adquieren sentido normativo cuando se plasman en resoluciones y sientan precedentes-.

30 de junio: Día Internacional de los Asteroides.- Establecido a través de una larguísima resolución que habla del espacio ultraterrestre, la carrera espacial, los satélites naturales y artificiales y demás temas siderales, cuando uno está por claudicar su lectura, arriba a su finalidad: la concientización sobre el  peligro de la caída de meteoritos a la Tierra.

19 de noviembre.- Día Mundial del Retrete.- Este no tiene ninguna lectura entre líneas. Se celebra eso y solo eso. Aunque, si cae en el tercer domingo de noviembre, se vuelve aun más desafortunado, al empalmarse con el Día Mundial del Recuerdo de las Víctimas de Accidentes de Tráfico.

El calendario completo puede consultarse y la resolución que da lugar a cada día, incluidos los “años internacionales”,  y los “decenios internacionales”, podrá encontrarla fácilmente en la página de la ONU.

Ahora bien, en un estudio que ronda por la red y que no citaré dado que no me di a la tarea de confrontarlo contra los Presupuestos de Egresos de la Federación, que dicen ser su fuente .pero que está a una googleada de su alcance-  se estima que entre 2013 y 2015 México pagó más de 12 mil millones de pesos  por concepto de cuotas a organismos internacionales.

¿Está usted feliz de que parte de sus impuestos se destinen a la creación de efemérides? Piénselo. Mientras tanto, ¡Feliz Día Internacional del Novruz!