Durante el año 1968 los movimientos sociales en el mundo llevaron a cabo toda una revolución, llenaron las plazas con demandas que buscaban una mayor justicia e igualdad. 

Está la antigua Checoslovaquia con Alexander Dubcek al frente de la resistencia contra la invasión de la U. R. S. S. 

O el movimiento mexicano que culminó con la masacre artera del 2 de Octubre, que por supuesto no se olvida. 

Así también ocurrieron protestas en las calles francesas, jóvenes que fraguaron el lema: “prohibido prohibir”. 

En ese país, vanguardista e intelectual, uno de los reclamos durante esos movimientos fue contra Jacques Lacan, ya que en ese entonces como profesor y teórico, disertaba sobre el Psicoanálisis y su sino subversivo, siguiendo la lógica freudiana de que era “la peste”.  

Ante la andanada de críticas porque Lacan no salía a las calles a protestar, él solamente atinó a contestar: “Como revolucionarios, son unos histéricos en busca de un nuevo amo. Y lo tendrán" 

Las críticas continuaron, sin embargo Lacan explicaría esta frase, refiriendo que muchas veces las luchas no solamente se deben dar en las calles, sino también desde las trincheras del discurso, las estructuras también hacen revoluciones. 

La lucha que se da no debe supeditarse a protestar, gritar, marchar, si no a subvertir el discurso del poder, y para Lacan, aquellos solo buscaban quitarse la hegemonía de unos para abrazar la hegemonía de otros. 

Lo explica claramente Foucault, la palabra y su trasgresión es una resistencia frente a los avasallamientos del discurso del poder ¿Ahora entiende por qué tantos periodistas asesinados? 

Hoy cuando la aletargada población sale a marchar se resignifican las palabras de Lacan. 

La articulación de las marchas en nuestro país parece llegan tarde, pero llegan, como buenos mexicanos, aguantar siempre ha sido nuestra fortaleza. 

La primavera árabe, los indignados españoles, los ocuppy del mundo, los estudiantes chilenos, el efecto dominó nos alcanzó. 

“Una revolución en proceso”, esa utopía de doble rastrero, siempre tan esperada pero a la vez tan temida, mientras se fragua a la vez se prolonga, nadie quiere llegar hasta ese lugar hasta que se llega.

Después de miles de muertos, de atrocidades del poder, de corrupción, de despilfarro, de campañas políticas canallas, de políticos podridos, los mexicanos salimos a las calles. 

¡¡¡Aplausos!!! 

“Somos 132”, “somos prole”, somos las madres que perdieron a sus hijos en una guerra pendeja, somos los desempleados, somos los ninis, somos los desclasados, somos los jóvenes relegados, los  ciudadanos miserables, los desaparecidos, los mismos de siempre… 

Somos un movimiento que desde diferentes trincheras se levanta para exigir, “mandar obedeciendo”, dicen los zapatistas. 

Salir a marchar, a protestar, para cambiar nuestro país, para arrinconar al poder, para que el mando esté en las masas, no para cambiar de amo, no para que la correa la jale otro, ayer fueron los de rojo, hoy son los de azul, mañana serán los de amarillo; optar porque no haya correa. 

Salir a protestar para ser la fortaleza de movimientos sociales estructurados, no masas amorfas aglomeradas cual montón de fanáticos que idolatran como estrellas de rock a testaferros de los amos. Para vivir la vida de afuera no en la burbuja virtual. 

Ayer marchaban, mañana regresan a sus escuelas (centros de adoctrinamiento para la estandarización social) o a sus trabajos (imperios de las jerarquías), para esperar hasta la próxima marcha convocada, para en realidad protestar, mientras nuestra realidad diaria, esa del status quo, sigue intacta. 

Lo siento, pero así me parece, de manera general veo las cosas como el Candido de Voltaire, pesimistas. 

Muchos de los que salen a marchar, a protestar, quieren cambiar de amo; algunos utópicos (los que creemos en el romanticismo de la vida), otros masoquistas (les encanta el sometimiento), otros neuróticos (buscan un nuevo orden), algunos histéricos (exhibicionistas)…   

¿Qué queremos? Un “NeoLula” (izquierdista, vanguardista, neoliberal y buena onda), o a un dictadorzuelo (pequeño y narcisista), o entreguistas (quienes se venden por dos palmadas en la espalda y unos centavos). 

Quizá lo que deberíamos buscar es volvernos masas informadas-solidarias que protestan y son subversivas desde todas las trincheras para que asumamos que nadie debe ser un amo. 

"Seamos realistas, pidamos lo imposible"…