En las últimas semanas, en diversos medios y en redes sociales, hemos atestiguado los debates inusitados en el mundo cultural y científico, dos de los sectores más importantes para el desarrollo de México.  A este río revuelto solo faltaría la presencia del magisterio para que se arme la revolución cultural de la 4T: así como los ambientalistas recibieron como pago de cuota la cancelación del AICM de Texcoco, los maestros recibieron la derogación de la Reforma Educativa. ¿Y qué quieren los artistas y científicos?

Los primeros, los artistas, participación en las políticas de Estado y más presupuesto, aunque ello no implique incidir en la toma de decisiones ni en el rediseño institucional. Tuvieron su oportunidad cuando se creó la cabeza del sector, sus leyes y reglamento, pero sólo dos grupos tuvieron acceso al proceso: por un lado, la consejería jurídica con un grupo de abogados en auxilio de Tovar y de Teresa para el paso de CONACULTA a la Secretaría de Cultura; por otro, un grupo de especialistas “independientes”, a los que los diputados les tomaron el pelo, para crear un documento orientador que dio “origen” a la Ley General de Cultura y Derechos Culturales.

Pero los segundos, los científicos, que son la élite de las élites (apenas poco más de 28 mil), además de presupuesto —no todos, pero sí esa burocracia científica que vivió al servicio del sector privado durante los últimos veinte años —, quieren mantenerse en el espacio de sus privilegios valiéndose del trasnochado y simplista discurso de la ciencia “libre” y “pura”, la autonomía de sus centros de investigación, libertad de investigación, etcétera. ¿Por qué lo que se hizo con recursos públicos tendría que subsidiarse y transferirse en beneficio de la iniciativa privada, especialmente de industrias transnacionales como la automotriz, la alimentaria y la farmacéutica? ¿Olvidan que muchos hemos estudiado la relación entre saber y poder?

Los pleitos están de a peso. En el sector artístico ya hubo cambios. La salida de Mario Bellatin como responsable del FONCA y la llegada de Marina Núñez Vespalova refleja el nerviosismo de Alejandra Frausto frente al caos de un sector que no acaba de nacer, pero que ha comenzado a generar procesos de movilización performáticos. Por su parte, los científicos, incapaces de salir de sus laboratorios y de ver al país, organizados en foros chiquitos entre amigos que desde la semana pasada se realizan en la Cámara de diputados, con la voz de unos cuantos, nada incluyentes ni públicos, organizados también por el Foro Consultivo A.C, nada aportan al debate real sobre si es posible una ciencia pública en beneficio del país.

Ahí están algunos varones de la ciencia, como el Dr. Antonio Lazcano, la Dra. Julia Tagüeña o el Dr. Rafael Bojalil,  quienes han agitado el avispero y pateado sus pesebres, la UNAM, El Colegio Nacional y el Foro Consultivo A.C, convirtiéndose penosamente en voceros de una ciencia neoliberal y de intereses del statu quo, pues la discusión no ha estado centrada en la aportación que los científicos pueden hacer para transformar a México desde la solución de sus gravísimos problemas, sino en salvar a una élite que se ha coludido, a través de diversos programas y proyectos de investigación, con la liberación de productos transgénicos.

Que tampoco nos extrañe el exhorto para el pago de becas que hace algunas semanas promovió la diputada sonorense por el PRI, Irma María Terán Villalobos, socia de la empresa criadero Rancho Chinchillas La Paloma, la más grande del mundo en la experimentación genética y reproducción de chinchillas. Tampoco es extraño, pues, que todos los que han cuestionado la reestructuración del Conacyt estén directamente involucrados con anteriores administraciones. ¿Qué les interesa mantener, o mejor dicho, qué buscan ocultar?

¿Quiénes de los científicos, bajo qué intereses empresariales y políticos, se empeñan en pelearse con AMLO, embistiendo contra la titular del Conacyt y sus políticas en materia de ciencia dentro del Proyecto de Nación de la 4T? A muchos les hace ruido que el presidente se sostenga en su compromiso contra el maíz transgénico, pero el presidente ya dio una respuesta: “no habrá siembra de maíz transgénico”. El Plan Nacional de Desarrollo y el Programa Especial de Ciencia e Innovación PECiTI irán en ese sentido. Todo parece indicar que sí existen las mafias en la ciencia y el arte. ¿Con qué científicos y artistas contará México?